domingo, 30 de mayo de 2010

Echar de menos.

Todo el mundo echa de menos algo o a alguien... Es algo inevitable. Se puede echar de menos a una persona y a cosas relacionadas con esa persona (todo a la vez). Se puede echar de menos un momento, un segundo, una mirada, un gesto, una canción, unas paredes, unas sábanas, una respiración, un suspiro, un olor... ¿Véis? Hay miles de cosas que se echan de menos a lo largo de la vida. Normalmente son cosas que perdemos y no podemos recuperar. Suelen ser de momentos que fueron especiales o que nos hicieron enormemente felices. Pero se fueron y sabemos que no volverán.

Uno/a rehace su vida, vuelve a ser feliz. Pero, sin embargo, siempre nos quedará ese vacío de haber perdido eso tan valioso. Esos momentos. Supongo que algunas noches que no conciliemos el sueño, no podremos evitar pensar en ello y arrepentirnos de cosas que hicimos o cosas que no hicimos (más de las segundas, normalmente). El hecho de pensar en ello, no significa que no seamos felices, no. Es sólo que son cosas que pudieron marcar nuestra vida, nuestra actitud, nuestra personalidad. Es sólo que la nostalgia existe (por suerte o por desgracia) y nos hace pasar por esos difíciles momentos en los que pensamos "¿Qué hubiera pasado si...?" "¿Qué pasaría si ahora yo...?". Pero no hay vuelta atrás, ya ha cambiado todo, hemos cambiado todos y nada es como antes, por eso es inútil (aunque inevitable) darle más vueltas. Aún así lo hacemos. Y lo seguiremos haciendo. Y lo seguiré haciendo.

¿Yo? Puedo echar de menos muchas cosas. Una melodía, el último abrazo, las noches mágicas, cada esbozo de tu risa, tu mirada rebosante de amor y promesas, la niebla que tenía a veces tus preciosos ojos de decepción, tus manos, cada roce que me hacía estremecer, cada juego, tu sonrisa pícara, tu respiración sobre mis labios antes de un beso, la oscuridad, tu olor, tus ansias de vivir, tus lágrimas, mis dedeos rozando tu piel, nuestras discusiones, nuestras reconciliaciones también, las miradas cómplices, escuchar cómo se acelera tu corazón tanto que parecía que se te iba a salir del pecho, las locuras, las confesiones, mis lágrimas, ver amanecer a tu lado, que me susurres al oído canciones de amor, que dibujaras en mis post-its, dejar la puerta entreabierta para ti, el último asalto, el último adiós...

Sí, hablo de una persona. Y no debería, lo sé. Pero me da igual. Me da igual lo que piense todo el mundo, porque hay cosas y momentos que vivimos sólo yo y él. Siempre, le pese a quién le pese, estará en un rincón de mi corazón esa angustia por haber dejado escapar algo tan grande, por no haber sido capaz de seguir haciendo cambiar a esa persona, por haber sido quizás tan egoísta, por haber estado tan ciega. Es mejor que lo asuman, pues es una parte más de mí. Es cierto que él también se equivocó y mucho, pero, señores, quién no se haya equivocado nunca, que tire la primera piedra. En realidad, creo que todo lo que pasó (y lo que no pasó también) fue por el miedo a equivocarnos. El día del último adiós, me ví de repente vacía. Sentía como si me hubiesen arrancado el corazón, pero aún así, levanté la cabeza, sonreí entre lágrimas y camine hacia adelante. Y ahí sigo. Pero a veces me acuerdo.

Me odio por tener que recordar tantas cosas, tantos instantes. Ahora sólo quiero pasar página y empezar de nuevo. Creo que lo estoy consiguiendo. Poco a poco.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Resistiré.

Hola a todos. Quiero que sepáis que voy a estar un tiempo sin escribir demasiado a menudo aquí porque estoy super liada con los exámenes. Sí, tengo un agobio bestial y no tengo tiempo ni para mí misma. De todas formas intentaré ir desahogándome (más que nada porque sino moriré).

Así que, como hoy a estas horas estoy muy muy muy cansada, os dejo algo que escribí allá por febrero, creo, y con lo que me siento muy identificada en estos instantes. Espero que sea de vuestro gusto.

Aunque haya días en los que sea mejor no levantarse porque lo que te espera no merece la pena ni siquiera saberlo, aunque haya momentos en los que me hunda y no quiera seguir adelante, aunque me tropiece una y otra y otra y otra vez con la misma piedra, aunque me de la sensación de que realmente no me quede nada y todo está perdido, aunque no encuentre las ganas para seguir luchando, aunque me cueste la misma vida beberme este café y ponerme frente a estos apuntes una vez màs, aunque la tristeza se apodere de mi ser por momentos... Necesito recordar (en días como éste sobretodo) que, como dice mi amigo Fito: "No voy a sentirme mal si algo no me Sale bien. He aprendido a derrapar y a chocar con la pared..."

Seguiré resistiendo. ¿Qué le voy a hacer? Soy incansable. =D

domingo, 23 de mayo de 2010

Sueños.

Estaba viendo unos videos del estreno del musical de High School Musical y tengo un nudo en la boca del estómago que hace que me cueste trabajo hasta respirar. Quiero estar ahí. Me muero de la envidia, sinceramente. A algunos puede parecerle una gilipollez, pero no puedo evitarlo: me encanta. Me da igual parecer infantil, ilusa, imbécil. Me da igual. Ahora mismo me estoy conteniendo para no llorar de rabia al aceptar que nunca estaré ahí. Que nunca iré más allá de los escenarios que me pueda ofrecer la asociación de teatro musical de mi pueblo. Que nunca pisaré esa maravillosa Gran Vía de Madrid como algo más que un simple peatón más o un espectador...

Deseo ahora mismo (como tantas otras noches atrás) estar ahí, en ese escenario, rodeada de miles de personas que aplaudan y disfruten con el espectáculo. Quiero conocer a todas esas personas que, aún siendo tan jóvenes, han alcanzado esa meta que sólo existe en mis sueños.

Cada vez que veo imágenes de un musical, se me acelera el corazón de manera infinita. Las pulsaciones van tan rápido como mis dedos sobre el teclado. Me pongo nerviosa. Es como si lo estuviera viviendo. El vaivén de los actores en los vestuarios, los nervios previos a la función, las miradas y sonrisas cómplices con el resto del equipo... Son miles de cosas. Quizás lo que me pase es que me hace falta YA hacer un nuevo musical. Y, aunque no me lleve más allá de mi pueblo, será un nuevo triunfo personal. Pero claro, al ver estas imágenes se me encoge el corazón.

Siempre quise irme a vivir a Madrid y no era por nada en especial, sino porque de pequeña escuchaba Mecano y cuando escuché las frases de la promoción del musical Hoy No Me Puedo Levantar del señor Nacho Cano, me quedé helada. Hacía muchísimo tiempo que no me sentía tan identificada con unas palabras que decía alguien que no me conocía de nada. Eran las siguientes:

"1981. Mi mejor amigo y yo hemos decidido ir a Madrid en busca de nuestros sueños. ¡Por fin pisaremos la Gran Vía! Aunque espero que no se haya echado atrás porque últimamente lo único que me dice es: hoy no me puedo levantar, el fin de semana me dejó fatal..."

Sí, queridos lectores, estas palabras reflejaban con una intensidad deslumbrante mi mayor sueño. La primera vez que las escuché me dio un vuelco el corazón e, inmediatamente, dije: "Mamá, tenemos que ir a verlo". Pero no. No fui, ni iré (supongo). Era uno de mis mayores sueños ver ese musical. Representaba la ilusión de mi vida que nunca se vería cumplida. ¿Por qué no ir y soñar un poco? No pudo ser. Pero sigo soñando con ello en mis noches más melancólicas. Es en esas noches cuando me pregunto que sería de mi vida si hace dos años hubiera abandonado todo y me hubiera ido a Madrid,con mi guitarra al hombro, a la aventura, en busca de mis sueños, de mis ilusiones, de mi vida y de mí misma. No lo sé. Nunca llego a una conclusión clara. Pero son horas mágicas para mí.

Igual que me ocurre con esto, suele ocurrir con el resto de mis sueños. ¿Qué sueños? Muchos. Los tengo a montones. A veces pienso que debería guardarlos todos en un pequeño cofre de madera con detalles dorados y cerrarlos bajo llave. Pero no puedo. Soy soñadora por naturaleza. Mis sueños me definen y además, hace poco leí en alguna parte que "La imposibilidad de realizar un sueño es lo que da sentido a nuestra vida". Así que, aunque sepa que mis sueños son imposibles (tanto como los de Alicia, gran película por cierto), seguiré adelante con ellos a cuestas. Total, nunca sabemos a dónde nos llevará esta vida loca, loca, loca...

Y por si acaso se abriese la puerta...

"Deja que tus sueños sean olas que se van, libres como el viento en mitad del mar..."

miércoles, 19 de mayo de 2010

Amigos.

Amigos. ¿Qué son los amigos? Mucha gente tiene amigos, o eso dice. Mentira. Amigos hay muy pocos. Poquísimos. De hecho, lo habitual es que la gente pueda contar su numero de amigos con los dedos de una mano e incluso sobran. Niéguelo usted si así se siente mejor, pero lo que estoy diciendo es la pura y cristalina verdad. Para ti. Para mí. Y para todo el mundo.

Recuerdo la primera vez que pensé que tenía un amigo. Era una chica y venía conmigo a mi clase de preescolar. No sé decir exactamente cómo comenzó aquella temprana amistad. Pero sí recuerdo con exactitud la sensación. Claro, era una niña y, como es normal, llegué a casa diciendo que había hecho una amiga. Creo que nuestro primer amigo deja una huella indeleble en nuestros corazones. Sin embargo, eso no significa que vayamos a ser amigos para siempre, que es la primera promesa que se hacen los primeros amigos. Qué entrañable recordar esa sensación. Ese débil escalofrío recorriendo tu espalda ante la emoción de pensar "¿Seguirá mañana siendo mi amigo/a?". Es bonita esa primera amistad pero, como todo el mundo sabe, no es para siempre ni es la única.

Después pasamos a la época de la Educación Primaria, donde normalmente se suelen hacer grupos de amigos. Con los amigos solemos ir a misa para hacer la comunión, con los que compramos chucherías hasta que gastamos el dinero, con los que te sentabas en un parque a reir y jugar al escondite o al pillar... ¡Qué tiempos aquellos! Claro que los grupos de amigos de la Primaria tampoco duran para siempre...

Luego viene la época de instituto, en la que todos pasamos dificultades, los grupos se disuelven, se conoce alguna gente nueva y nos esforzamos algo más por aprobar (que no mucho, la mayoría). Son años en los que vamos creciendo realmente, en los que nos vamos conociendo mejor a nosotros mismos y en los que peleamos con el mundo entero. Los problemas de la pubertad. Todo nos parecía un mundo. Tener un examen de 3 temas era una matanza. Que los profesores nos regañaran a menudo en clase por charlar nos hacía agachar la cabeza con las mejillas enrojecidas al sentirnos observados por el resto de la clase. Que nos haya gustado medio instituto del sexo contrario en esos fatídicos años era lo más normal. Sin embargo, de todos los amigos que comenzamos teniendo en 1º de E.S.O. muy pocos continúan siendo los mismos que los que tendremos al finalizar 2º de Bachillerato. Y es entonces cuando...

Cuando llegamos a la mejor etapa de nuestra vida según toda la gente con experiencia que conozco: la etapa universitaria. Muchas veces he hablado con gente mayor que yo, que haya estudiado alguna carrera, y siempre me han acabado diciendo la misma conclusión: "Los años que pases en la Universidad serán los mejores de tu vida". Al principio, el hecho de entrar en la Universidad me daba un poco de respeto. Pero eso de irse lejos de casa (que es lo que ocurre en la mayoría de los casos) creo es lo más tentador de todo. Yo siempre me he sentido muy atada por mi familia, muy limitada para todo. Sin embargo, al llegar a este lugar, tuve la mayor sensación de libertad que he tenido jamás. Era libre, completamente libre. Los horarios eran menos estrictos, podía faltar a clase sin preocuparme (casi nunca) por las faltas de asistencia... Pero lo mejor de todo, señores, lo mejor de todo esto era el hecho de conocer gente nueva. Gente de todas partes, de todo tipo, de toda ideología y personalidad. Increíble. Jamás pensé que se podía ser más feliz. Estaba rodeada de gente con la que compartía un montón de gustos, ideas, sensaciones y emociones. Es época de cambiar, de ver más allá de los límites que siempre habías tenido, de conocerte aún más. Para mí, personalmente, han sido (hasta ahora) dos años completamente distintos.

Comienzo por el primer año. Llegué desorientada, echando de menos a mis amigos y queriendo quedarme encerrada en la habitación de la residencia por siempre jamás. Luego ya fuí conociendo a gente, me integré y conseguí establecer cierto "roce" más con unas personas que con otras. En clase me daba muchísima vergüenza todo: hablar con la gente, preguntar dudas en voz alta a los profesores e incluso moverme de mi silla. Menos mal que no era la única y que hubo gente (más sociable) que me ayudó un poco con el tema. Dentro de la residencia fui haciendo amigos, con los que pasaba a veces casi 24 horas al día o con los que reía, lloraba, veía películas y series, salía de fiesta... Realmente es lo que más hacía: el vago y salir de fiesta. Sin embargo...

Sin embargo el verano me hizo cambiar de manera notable. Me hizo darme cuenta de que mucha gente que pensaba que eran mis amigos, no lo eran realmente. Es decir, no eran lo que son los amigos de verdad. Sólo hubo 4 personas (aparte de mi madre, claro está) que me ayudaron en verano, cuando peor estaba, cuando me replanteaba mi vida, buscando una salida de un agujero negro que me estaba asfixiando. Desde entonces intenté valorar a esas personas por encima de muchas otras. Pero en estos casos, verano significa distancia. Y la distancia a veces acerca a las personas y muchas otras las aleja aún más. Con dos personas me acercó infinitamente y con otras me alejó. Una lástima.

En el segundo año he aprendido a valorar los esfuerzos de mi familia para costearme la carrera, pero sobre todo he aprendido a valorar a la gente. No tengo reparo ninguno en decir que hay muchísima gente que me ha decepcionado... Por otro lado, me enorgullezco de poder decir que hay gente que me ha sorprendido gratamente. Sabéis que hablo por vosotros: Belén, David, Manolo, Mae... ¡Qué personas tan increíbles! Cada uno en vuestro ámbito sois tan especiales... Gracias por todos estos momentos que estamos viviendo juntos, por las discusiones filosóficas, por las sesiones maratonianas de juegos de mesa, por todas las sonrisas que me habéis arrancado. Os aseguro que os valoro muchísimo. Espero que nunca (y lo digo de verdad: nunca) cambiemos ni cambie nuestra bonita relación. Sois geniales. Y cuando estamos juntos somos más geniales todavía.

Quiero dar en esta entrada mil gracias a Belén por cada una de las sonrisas que me ha arrancado durante el verano (entre lágrimas) y durante el curso, por TODO.

Y también dar las gracias a David, por ser fuente sabia de inspiración, por pedirme (casi exigirme) una sonrisa esta tarde, por esas charlas que tenemos y que me hacen sentir tan bien.

Gracias. Va por vosotros dos hoy.

martes, 18 de mayo de 2010

Familias.

Hoy estoy que me hundo, que me hundo en mi vacío lleno de estrellitas. Es un charco de agotamiento que no puedo soportar. Me estoy ahogando. Siento que la angustia por algo que desconozco me asfixia. Siento que la falta de ganas me mata lentamente y mirándome a los ojos, desafiante. Quiero que se vaya inmediatamente. Que me deje en paz. Me siento muy pesada, como si tuviera plomos en los pies. Tengo la sensación de estar encadenada a una roca sin poder desasirme de mis ataduras. Siento la imperiosa necesidad de llorar (sí, una vez más) y descargar esta pena incomprensible pero asfixiante.

A veces, en una familia, las cosas cambian, y no precisamente para mejor. Es triste, lamentable, angustioso... Pero lo peor de todo es la impotencia que se siente al saber que no se puede hacer nada, al comprender que no tienes lugar ahí y que las cosas, tal y como están, no se pueden cambiar.

A veces alguien importante se va para no volver y puede causar daños irreparables en una familia.

A veces una persona se equivoca y puede haber llevado a algún miembro de la familia a un oscuro abismo del que no sabía cómo salir. Puede que no sea intencionado, pero el daño ya está hecho.

A veces un hijo se pierde los últimos años de su madre o de su padre sin ser consciente de ello. Asunto triste, pero cierto. Me consuela el pensar que esa persona se arrepentirá toda su vida de ese gran error.

A veces un hermano da la espalda y no se da cuenta de cuánto lo necesitan los demás. Otras veces pasa que sí se da cuenta y aún así sigue con esa actitud. De hecho hay quien hasta se enardece de ello.

A veces, a veces, a veces... Esto no son historias a secas, sino que son historias reales, que he vivido o he conocido de gente que me rodeaba. Ojalá ni yo hubiera vivido esas cosas ni la gente que conozco tampoco. Sin embargo, es a raíz de estas historias, que he aprendido a valorar aún más a mi familia. Desde hace un año más o menos, en ellos se centra la mayor parte y fuerza de mi vida. Son lo más importante para mí. Antes que cualquier amante, antes que cualquier amigo, antes que todo. Todos, desde mi abuela hasta mi nuevo primo son igualmente importantes y fundamentales.

Y sé que el día en el que pierda a alguno, me perderé yo también.

Sé que estoy depresiva, pero lo poco que llevo de semana no me da para más. Lo siento.

domingo, 16 de mayo de 2010

Inspiration.

Andaba perdida, vagando entre los confines de mi mente y dando vueltas a cosas surrealistas. Me apetecía decir algo, pero no sabía exactamente sobre qué quería escribir. Normalmente lo que escribo aquí se basa en gente importante, en sucesos importantes... Pero hoy estoy aturdida, nada llega a mi mente con la suficiente fuerza como para causar el mínimo de inspiración que este blog requiere. Así, pues, deseo pedir disculpas de antemano por las incoherencias y desvaríos de la presente entrada.

Comenzaré por decir que estoy escuchando al señor Sabina, con sus letras con tanto y a la vez tan poco sentido. Me recuerdan a mis propios pensamientos, todos desordenados. Oh, tiramisú de limón. ¡Quién tuviera una mínima parte de la creatividad de este hombre! ¿Cómo se inspirará Joaquín para escribir de esta manera? No lo sé, pero sería una locura tratar de averiguarlo. No por nada sino porque seguramente uno se volvería también completamente loco. Aún así (y, como la curiosidad mató al gato), ¿hay algo más hermoso que volverse loco con la locura de algún maestro?

En días como hoy, apetece hacer un poco de nada y sentarse sobre el colchón a admirar la belleza de algo que no se termine de comprender y dejarse llevar por pensamientos que se desvíen inevitablemente de la realidad. Escapemos, pues.

Hoy me apetece viajar a Egipto. Sí. Hace ya algunos años, me leí la pentalogía llamada "Ramsés" y creada a manos de Christian Jacq. Realmente me gustó, quedé sorprendida con la historia que se cuenta en los cinco libros, con la forma en que se diferencia de la historia contada en la Biblia. Me encantó. Me pareció en cierto modo incluso una obra transgresiva. Quiero volver a Egipto. Será lo primero que haga en cuanto vuelva a casa para las vacaciones de verano. Ahora que lo recuerdo, aquella primera vez que lo leí también era verano. Época perfecta para leer dichos tomos. ¿Que por qué me he acordado así de repente de Egipto? Muy fácil. Esta mañana en la radio escuché que se ha descubierto en Luxor una estatua que representa al dios egipcio Tot. Estaba en la tumba de un faraón y me ha hecho acordarme de Ramsés. Sí, él es uno de los personajes de ficción de los que me he llegado a enamorar.

Algún día, cuando encuentre la inspiración en un nivel adecuado, escribiré una gran novela, que nos llevará (a mí y a los lectores) a viajar por todo el globo terráqueo.

Inspiración. Ah, inspiración. ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Dónde estás y a dónde vas? ¿Qué es la inspiración, señores? Quizás es esa dama vestida de finas telas de seda puramente blanca que se sienta a nuestro lado para susurrarnos nuestras mejores letras. Puede que sea esa suave brisa que al respirarla nos hace sentir la imperiosa necesidad de plasmar sobre un papel nuestros más ocultos pensamientos. Tal vez no exista. Vale, admitamos que existe. A veces, cuando antes de dormir doy mil vueltas sobre mi cama y sobre mis propios pensamientos, es cuando realmente me visita la inspiración.

Llevo, en realidad varios días encerrada en una celda en la que no dejo que entre. ¿Por qué? Pues porque las cosas que me cuenta mi inspiración no me gustan mucho, es más, me dan hasta miedo. Es raro. Aún así, he decidido respirar hondo y dejarla entrar de una vez por todas para que acaricie mis ideas. Al fin y al cabo, sólo me revela lo que se esconde en los rincones más escondidos de mi mente. Aceptémoslo y punto.

Inspiración, ven.



NOTA: no os sorprendáis si véis que publico una entrada a las tantas de la madrugada. Será que la inspiración no conoce el tiempo, ni las horas, ni los minutos, ni los segundos... Sólo los instantes.

jueves, 13 de mayo de 2010

Oigo música en todas partes.

Soy un baúl lleno de recuerdos, recuerdos que se identifican y se identificarán siempre con canciones.

Las canciones rigen nuestras miserables vidas imperceptible pero inexorablemente. Son parte de nosotros ya. ¿Por qué preferir una música u otra? Yo creo que eso es lo que define la personalidad de cada cual. Cada persona es una canción y muchas veces me pregunto ¿qué canción seré yo para el resto del mundo?. Es curioso, ¿no? No sé quién inventó la música, pero creo que es, con diferencia, una de las mejores cosas de este mundo. Me gusta. Es genial. Hay música que cuando la sientes te puede hacer reír, llorar, pensar, relajarte...

Las canciones son como los gestos. Muchas veces un sólo gesto también puede hacerte reír o llorar (ya sea de felicidad o de alegría). Por ejemplo, entrelazar mis dedos con los tuyos me hace estremecer de felicidad. O que me des un beso me hace tan feliz que parezca que se me va a salir el corazón del pecho. Sin embargo, cuando no ves algunas cosas se me rompe el corazón porque, si no las ves, ¿cómo voy a compartirlas contigo? Hay de todo. Cuando me miras de una manera que me hace replantearme todo mi mundo, o cuando me sonríes y lo demás no importa, sino sólo tú y yo.

Con las canciones pasa igual. Cuando escuche a Sabina pensaré en David, cuando escuche Alejandro Sanz o Álex Ubago pensaré en Belén, cuando escuche música de fiesta pensaré en Sergio, cuando escuche Sin bandera pensaré en Ágata, cuando escuche a Porta pensaré en mi hermana, cuando escuche reggaeton pensaré en Javi, cuando escuche Beyoncé pensaré en Andrea, cuando escuche Vetusta Morla pensaré en Itxaso, cuando escuche a Toni Zenet pensaré siempre en Rubén, cuando escuche Revólver ("Y es que no hay droga más dura que el amor sin medida...") pensaré en la Chacha, cuando escuche Dun Can Dhu pensaré en mi padre, y cuando escuche a John Lennon o a los Beattles en mi madre, cuando escuche copla pensaré siempre en mi abuela Adela, y cuando escuche Andrea Boccelli pensaré en mi tía Mercedes allá donde esté y desde donde me guía...

Podría seguir diciendo canciones o artistas. Pero realmente no acabaría nunca. Hay momentos que sólo se viven una vez, y si pueden estar acompañados de una canción, mucho mejor. ¿Por qué no? Es una manera de atesorarlos de manera que nunca se olvidan.

Siempre tengo por costumbre decir que la música es mi vida. Lo es. Realmente lo es. Y me alegro de ello, porque lo digo con razón. Todos los momentos cruciales de mi vida han estado marcados por temas musicales o por cantantes en concreto. Por ejemplo, siempre que escuche "Y pasarán" de Andy y Lucas, se me romperá el corazón por lo que no pudo ser. O siempre que escuche "Soñar contigo" de Toni Zenet me darán unas ganas de verte incontenibles. O cuando escuche "Fix you" recordaré por qué estoy aquí y veré el abismo que se extendía ante mí y del que logré salir.

Recuerdo que cuando era pequeña, escuchaba siempre la música de mis padres: "Stand by me", que mi padre bailaba conmigo en brazos; o "Esos ojos negros", que me sabía de memoria; o "A la sombra de un león", que escuchaba un atardecer en el coche de mis padres mientras viajábamos; o "Merry Christmas (War is over)", que desde que era realmente pequeña me la sabía gracias a mamá; o c asi todas las de Juan Luis Guerra, cuando las escuchábamos en La Manga del Mar Menor en el piso de mis tíos; o los dos CD's de éxitos de Mecano con canciones como "Stereosexual" que siempre escuchaba mientras tenía que hacer la tarea y nunca la terminaba porque me dedicaba a cantar... Hay más, muchas más.

Nunca olvidaré el día que escuché por primera vez el disco "Dile al Sol" de La Oreja de Van Gogh. Me pasé toda la mañana sentada en mi salita y escuchándolo una y otra y otra vez, con el libreto de las letras de las canciones entre mis pequeñas manos, y no paré hasta aprendérmelas todas. Era realmente feliz. Me gustaba muchísimo. Despertó algo nuevo en mí.

Tampoco olvidaré el día que escuché, también por primera vez, el disco de Alejandro Sanz, "Más". Creo que incluso se me puso la piel de gallina. Me enamoré de él. Pasó a ser mi nuevo amor platónico. Esas letras, esas melodías... Desde ese primer día me hizo soñar. Y tengo muy claro que siempre seguirá haciéndolo.

O ese maravilloso día en el que me regalaron por mi cumple el primer CD de Álex Ubago, "Qué pides tú". La sensación fue idéntica a la que experimenté cuando escuché a Alejandro por primera vez. Sin embargo, Álex tiene algo especial para mí. Y es que cuando empecé a escucharlo siempre estaba con algún libro de Harry Potter con sus páginas deslizándose entre mis dedos. Por eso, ambos van unidos en mi recuerdo.

Gracias a las canciones soy capaz de crecer, de madurar, de no olvidar las cosas importantes, los momentos importantes y las personas importantes.

Hoy, desde aquí, desde este sofá verde y sentada al lado de Belén, deseo darte las gracias a ti, seas quien seas, por haber creado la música. Por haber marcado mi vida.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Melancolías.

Ultimamente he tenido unos días un poco raros. Era como si tuviera una nube de oscuridad a mi alrededor de la que no era capaz de salir. Me sentía de repente triste, sola, vacía, frágil. Sobre todo frágil. Supongo que todos tenemos días malos y buenos, tristes y alegres, pero simplemente me cuesta trabajo salir de mis días más tristes.

He dicho cosas que quizás estuvieran fuera de lugar, he peleado por tonterías, me he dejado hundir en mi propio charquito de color gris. Lo siento. A veces soy un poco tonta y me dejo llevar por mis emociones. Pero realmente no puedo controlarlo. En ocasiones me desbordo. Me desbordan mis sentimientos, me faltan las palabras o me sobran a raudales. Es en esos días en los que necesito un GRAN abrazo, que sea muy fuerte, que me reconforte, que fusione el hielo que se apodera lentamente de mi espíritu y mi corazón. Entiendo que no todo el mundo puede darme eso. Lo comprendo. Pero es que... lo necesito tanto... Igual que llorar.

Ya sé que no todo el mundo puede ser como yo, tan sensible para todo, pero de veras que hay veces que deseo gritar porque siento que nadie me ve ni me escucha. ¿Tanto necesito el amor para vivir? ¿Tanto necesito el cariño, los abrazos, las palabras alentadoras? Parece ser que sí. No es que no me guste ser como soy, sino que a veces me siento incomprendida por la persona que quizás es la que más necesito que me entienda. Lo respeto, lo acepto, lo asumo. Pero también las personas que me rodean deberían respetar, aceptar y asumir las cosas que siento yo. Aunque veo que es muy muy muy difícil.

Tengo una personalidad un poco extraña, es cierto, pero no puedo evitar llorar con canciones, enamorarme de algunos personajes de mis libros, soñar despierta y todas esas cosas sin explicación que suelo hacer. Quizás el tiempo, la vida, me hagan cambiar, pero estoy segura de que en el fondo siempre seré ese tipo de persona. Soñadora, sensible, sentimental, incomprensible. Pero creo que eso es lo que me hace realmente especial.

Mucha gente que me quiere y/o me ha querido me lo ha dicho. Soy especial. A veces tengo la sensación de poder crear una magia a mi alrededor que no es normal. Tiene el poder de convertir cada momento en algo único, especial, irrepetible. Me gusta. Me gusta cerrar los ojos y dejarme llevar, dejarme envolver por esos pequeños instantes que dan una felicidad tan tonta y a la vez tan grande. Me gusta la gente que es capaz de ver eso y que es capaz de hacerme sentir tan especial. Me gusta poder ser yo misma, hablar sin miedo, expresar todo lo que siento sin guardar nada y sin ser juzgada, ser yo misma sin más, actuar con naturalidad. Me gusta que me quieran como soy, sin desear añadir nada más, sin necesitar nada más de mí, sin pedirme más que una mirada, un abrazo o un beso. ¿Por qué no? Creo que es la parte más bonita e intensa, la más esencial de mí. Y, por desgracia, la que muy pocas personas ven, admiran, aman, de este ser. Por eso amo incondicionalmente a esas personas. No hay nada que me haga dejar de quererlas, de necesitarlas. Es como que alimentan mi espíritu. Me hacen sentir bien. Tranquila. Llena. En paz.

Me encanta esa sensación.

Me encanta ser como soy.

Me encanta soñar.

Me encanta vivir la música.

Me encanta mi mundo imperfecto que me hace ser tan sumamente imperfecta.

martes, 11 de mayo de 2010

Para empezar.

¿Cómo empezar a escribir sin saber qué quiere decir una? Es algo complicado, y más siendo esta mi primera entrada de este blog. Haré hoy una pequeña recopilación de palabras que se me escaparon entre las teclas de mi portátil, hace ya algún tiempo...

"Me he dado cuenta de lo mucho que echaba de menos la lluvia... Olerla, sentirla, predecirla, soñarla... Cuando llueve, es como si cada gota de agua lavara una pequeña parte de mi alma, como si me limpiara por fuera y por dentro... Me renueva las fuerzas, los ánimos, la alegría...
¿Por qué dicen que la lluvia es triste? No es triste, sino hermosa, solitaria e infinitamente inspiradora. Pocos placeres me reconfortan más que leer un libro junto a una enorme ventana en un día de lluvia. ¡Qué poco necesito para ser feliz y fusionar cuerpo y mente en un equilibrio absoluto!
En realidad siempre son las pequeñas cosas, los pequeños gestos, la gente que pasa un pequeño instante formando parte de nuestra vida lo que nos ayuda a crecer como personas. Empiezo a asumir que la gente cambia. Pero no se da cuenta del todo, que las personas entran en nuestra vida, cambian algo (o no) en nosotros, y se van sin despedirse, dejándonos ese sabor amargo de necesitar más de algo que ya no se puede tener. Odio los cambios, o, mejor dicho, tener que adaptarme a cambios que no entiendo. No te quiero fuera de mi vida pero tampoco te quiero como estás ahora. Lo importante es que te quiero, y mucho..."

"Necesito escapar a las estrellas, soñar con mi mundo perfecto y dejar atràs este otro... Necesito plasmar historias sobre papel, leer otras que otros plasmaron en su día... Soñar... Necesito soñar..."

"Sièntate conmigo y observemos el atardecer desde aquí, desde la playa. Dime qué sientes, dime qué quieres, dime que me quieres...
Con todas las personas que hay en el mundo y a veces solo necesitas una..."


Qué le voy a hacer... Así soy yo.