sábado, 28 de mayo de 2011

When you cry with a sad smile.


Mientras una música triste acaricia mis oídos lentamente, casi con cariño, me dejo llevar a un mundo de recuerdos. No son recuerdos reales, son recuerdos de cosas que he soñado. Veo las imágenes pasar una tras otra ante mí mientras yo, impotente, no puedo modificarlas. Y ya me gustaría, porque algunas duelen. Me encojo en el sofá, frente al aire acondicionado... Y, gracias al aire frío, recuerdo algunas experiencias del invierno. También duelen. Se me escapan un par de lágrimas mientras me pregunto “¿Cómo he podido llegar a esto?”. Rápidamente me repongo, me siento en el sofá, seco mis lágrimas y miro algo ausente los apuntes que reposan sobre la mesa, esperando que me los estudie. Respiro hondo, sonrío al darme cuenta de lo absurdo de la situación y del poco derecho que tengo de sentirme así (aunque sólo sea unos minutos) y con energías renovadas, me siento ante mis apuntes de Física, dispuesta a descifrar las cientos de ecuaciones que se amontonan en mis páginas de cuaderno. Luego descansaré, escucharé música y dejaré de pensar…

Es un alivio mirar al otro lado de la cama por la noche y no verme sola.

Que te aguante tu madre.

Hoy me siento especialmente feliz. Piwo está aquí, estoy estudiando un montón, hemos visto una peli chulísima, hemos hecho tarta de galletas y chocolate... En fin, una alegría.

Pero, como todo en esta vida, algo malo tenía que haber. Y es que, después de meses y meses en paradero desconocido, hoy hay alguien que ha aparecido (por la cara) para tocarme la moral... Y mucho.

Así que, hoy que ha sido un día provechoso a la vez que agotador, quiero dedicarle a esa persona la letra de una maravillosa canción. Se llama Que te aguante tu madre y es de Belén Arjona.

Disfrútala.

Tú crees que todas caen a tus pies,
tu sonrisa siempre merece un diez.
No te creas que todas son de alquiler:
y en cambio yo te dejé.
Ahora en la soledad nadie te llenará.

Nanara, nanara, nanara, fuiste un cabrón.
Nanara, nanara, nanara, hola y adiós.
Nanara, nanara, nanara, déjame
y que te aguante tu madre.

Cazarme fue un juego vanal sin más.
Tus cuentos chinos creí como las demás.
No te enteras: lo nuestro es punto y final,
las jugadas conmigo no van.

Ahora, rabia y necesidad.
Todo te salió mal.

Nanara, nanara, nanara, fuiste un cabrón.
Nanara, nanara, nanara, hola y adiós.
Nanara, nanara, nanara, déjame
y que te aguante tu madre.
Lo juro: tú no serás quién me ladre.

Pude callarme y decir "Sí",
como tus otras presas.
Llevarte en coche y sonreír...
Lo siento, no soy de esas.

Y que te aguante tu madre.
Lo juro: tú no serás quién me ladre.


Y con todo mi cariño, de mi puño y letra, ahí tienes:

No, ya no pienso en ti cuando miro las estrellas. No, ya no siento absolutamente nada, aparte de asco. No, ya no quiero verte ni estar cerca de ti, porque te odio. No, ya no quiero que me abraces, porque tus abrazos son puñaladas por la espalda. No, ya no quiero que me beses, porque tus labios son cristales rotos. No, ya no quiero tus recuerdos, porque sólo son espinas clavadas en el corazón y cicatrices que duelen cuando llueve. No, ya no necesito tu apoyo, porque tú me has hecho más fuerte. No, ya no quiero nada de ti, porque pides demasiado a cambio. No, ya no quiero mentir por ti, porque tú sólo mientes para hacerme daño. No, ya no quiero que me quieras, porque con personas que me quieran como tú no necesito enemigos. No, ya no hay amor, ni recuerdos, ni lágrimas, porque el tiempo lo borró todo. No, no me merecen la pena 8 años de amistad, a cambio del sufrimiento que pasé por tu culpa durante 5 meses. No, ya no quiero darte más oportunidades, porque todas las tiras a la basura. No, ya no existes para mí, porque has muerto en mi interior. No, ya no quiero soñar contigo, porque sólo es una pérdida de tiempo. No, ya no quiero que finjas que me quieres, porque veo la realidad. No, ya no quiero más mentiras, porque me gusta la sinceridad. Entérate.

PD: Prometo que cuando no esté tan extresada y no me duela tanto la cabeza, escribiré algo guay. :)
Un saludo!^^

viernes, 13 de mayo de 2011

Adelante.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

(Proverbios y Cantares, XXIX. Antonio Machado)

La vida es una línea recta de sucesos que hacen que tu humor oscile por encima o debajo de ella, dependiendo de tus circunstancias. Hay días mejores y días peores. Hay triunfos y fracasos. Subidas y bajones. Risas y lágrimas. Hay de todo. Sin embargo, en muy poco tiempo he aprendido algo muy valioso: en esta vida, no puedes dejar que te supere NADA. Absolutamente nada: ni los fracasos, ni las circunstancias, ni los bajones… Nada. El hecho de ser lo suficientemente fuerte para afrontar todo lo que venga sin vacilar y con la cabeza alta, te convierte en una persona fuerte. Y eso es, precisamente, lo hace falta ser para sobrevivir en este mundo de locos.

Hay muy pocas personas poblando en la Tierra… y demasiada gente. Desde mi punto de vista, se han perdido los valores y la concienciación por completo. Yo me miro por dentro y no veo lo mismo que percibo en los demás. Y me siento algo rara y un poco perdida. La gente ya no cree en nada que no esté regido por el dinero, por el consumismo, y, sobretodo, por el egoísmo. Y, sólo parándonos a pensar un poco, nos es fácil ver que no tenemos derecho. Creemos que lo sabemos todo, pero en realidad no tenemos ni idea de nada. Y no es porque no se informe, es porque no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. Con nuestros pequeños triunfos personales, nos vamos haciendo cada vez más egoístas, olvidándonos de que hay más cosas ahí fuera. No somos uno sólo, somos un todo, una población, un planeta, una especie. No somos individuos, no deberíamos vernos como tal. Pero, como ya comentaba antes, el egoísmo es algo que, desgraciadamente, predomina sobre los valores fundamentales que deberíamos tener el ser humano. Y es algo que nos induce a encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros bienes, en nuestra familia, incluso en nuestra ciudad. No podemos ser así. No podemos estancarnos, porque eso nos hace envejecer antes de tiempo. Tenemos que movernos, que ver mundo, que descubrir valores y personas nuevas. No podemos quedarnos quietos, mirando nuestra vida pasar, esperando a que ocurran las cosas.

Me he dado cuenta de que tengo una cosa que la gente no suele tener: las cosas bastante claras. Tengo planes, ideas, ideales, valores, ilusiones, proyectos… Y todo ello me impulsa a seguir viviendo desesperadamente, cambiando mi forma de ser para adaptarme a las circunstancias que me rodean. Eso sí: sin perder nunca la esencia que contengo en el fondo de mi alma. Si no tuviera tanto cariño alrededor, si no tuviera planes de futuro, gente a la que quiero cuidar, gente que quiero ver crecer, lugares que deseo conocer, historias que ansío descubrir… no podría seguir. No encontraría las fuerzas.

Cierto es que he caído muchas veces (casi todas reflejadas en este blog), pero no me arrepiento de casi nada. Estoy muy contenta conmigo, tengo totalmente tranquila la conciencia, no tengo cuentas pendientes. En mi vida, puedo decir que están todas las cartas sobre la mesa, y eso es algo que me enorgullece porque normalmente las personas tienden a esconderse ases bajo la manga, a ocultar muchísimas cosas a los demás. Pero yo no quiero ser así. No soy así. Me gustan las cosas claras, duelan o no. Me gusta la verdad, la sinceridad. Es algo que valoro por encima de casi todas las demás virtudes de cualquier otra persona. Yo me equivoco, porque soy humana, como todos. Pero soy capaz de ver mi error, volver atrás, agachar la cabeza y pedir perdón. No todo el mundo hace eso. De hecho, no lo hace casi nadie. Y me da coraje, lo reconozco. Me pone de mala leche el orgullo. No lo soporto. ¿Orgullo para qué? ¿No es más gratificante, bonito y conciliador ser sincero, reconocer el error, pedir perdón? Pues parece que no. Pero para mí sí.

Por todo esto y muchas cosas más, he decidido llevar mis planes a cabo. Todos ellos con ilusión, entusiasmo, fuerza, ánimo y, sobretodo, con todo el amor del mundo. Porque las cosas que no se hacen de corazón, con cariño, con amor, no van nunca a ninguna parte. Y está comprobado.

Quiero aprovechar con esta entrada para poner de manifiesto que, aunque parezca que a veces flaqueo, nunca me dejaré derribar de nuevo. Puedo tener momentos de flaqueza, pero juro ahora mismo a todas las personas que quiero, que los superaré sin miedo y con fuerza. Nunca más me caeré de esa forma. Ahora sólo queda empezar a llevar a cabo mis planes. Y lo haré. Porque he abierto los ojos y he visto que no merece la pena quedarse sentada, viendo la vida pasar, lamentándome de ciertos acontecimientos. Yo no podré cambiar el mundo, pero sí mi mundo. Y pienso hacerlo día tras día. Sin descanso. Desde ahora y para siempre.