lunes, 13 de junio de 2011

Archivo de palabras tristes II.



Hay días en los que se me acelera el corazón al pensar en princesas, príncipes, mundos fantásticos donde el amor reina y la paz es algo básico. Suelo soñar demasiado, pero es el alimento de mi alma. Sin soñar, no sería yo misma y perdería bastante. Me gusta creer. Me basta con creer. Y ahora creo en mí. Siempre quise ser princesa y, casi sin darme cuenta, me convertí en una especie de princesa moderna. Sí, suena muy extraño, ya lo sé.

Hoy estoy excesitamente sentimental. Me apetece vivir una historia super romántica, que me eleve a lo más alto y me haga creer de nuevo en el amor. Pero en lugar de eso, me contento con estar todo el día con una cara de pena increíble y ver pasar las horas frente a mis apuntes de Oceanografía Ambiental. Es algo triste.

Sin embargo, aunque hoy esté un poco baja de ánimos, sé que es sólo por un día y que mañana me levantaré llena de energías y ganas de vivir. Porque eso es algo que me quitaron una vez y, ahora que lo he recuperado, lo conservo como un tesoro. Lo que me ocurre es, básicamente, que hay días que soy demasiado consciente de que algo más falta en mi vida. Quizás sea el amor o algún amigo o amiga que perdí con los años. No lo sé muy bien. Pero algo falta. Me siento vacía y extremadamente sola. Además, con mi madre (que es la única persona que me entiende en el mundo) tan lejos, no sé cómo desahogarme. Quiero llorar y no sé por qué, pero la cuestión es que no puedo. Es como si tuviera algo dentro que es tan grande, tan aplastante que las lágrimas no lo expresarían para nada. Y siento esta presión en el pecho, estas ansias de gritar, de llorar, de descargar esta rabia que siento hacia tantas cosas... Pero no puedo. En lugar de eso, escucho la canción del video con el que acompaño esta entrada y respiro hondo, repitiéndome a mí misma que lo mejor que puedo hacer a estas horas es acostarme y descansar.

Por lo tanto, me voy a la cama, a dormir y a soñar.

PD: El viernes fui muy feliz :)

miércoles, 1 de junio de 2011

Come, reza, ama.


Todos buscamos algo en esta vida. Unos buscan dinero, otros buscan amor, alguno sólo quieren tener un buen amigo y hay quien busca, simplemente la felicidad.

Come, reza, ama. Un proceso evolutivo del alma humana para alcanzar el equilibrio. Pero parece que el equilibiro es algo poco importante para nosotros. La gente no come, porque engorda y descalifica nuestra imagen. La gente ya no reza, porque somos demasiado egoístas e incapaces de creer en nada. Y la gente ya no ama, porque nos da miedo dejarnos llevar. Nos da un miedo atroz querer y que nos quieran. Pero nos da miedo, sobretodo, que nos hagan daño (especialmente a las personas que hemos sido destrozadas por amor).

El equilibiro en el mundo que nos rodea no existe porque tampoco se encuentra en nosotros mismos. Si todo lo que hay en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestra mente, es caos, ¿cómo vamos a conseguir el equilibrio? Si, encima, no nos dehamos enseñar, no nos dejamos llevar un poco, no queremos aprender... ¿Cómo vamos a salir de esta espiral, de este laberinto interminable, sin salida, lleno de dudas? Porque sólo tenemos eso: dudas. Un infinito océano de dudas. Somos totalmente incapaces de hacer absolutamente nada sin dudar. Nada. Quizás es que nos hemos vuelto demasiado racionales.

Comer, rezar, amar. ¿Tanto nos cuesta? Pues sí, desgraciadamente, sí. Comer un par de calorías de más, nos pone histéricos. Porque en esto nos hemos convertido: la imagen lo es todo. Rezar, vale, pero ¿a quién? ¿Dios, Jesucristo, la Virgen? Hemos asumido (gracias a la Teoría de la Evolución y de la Teoría del Big Bang) que nada de eso existe. Somos escépticos, sarcásticos e incluso despectivos a veces con la religión. Cierto es que no hay que llevar las cosas al extremo, pero hay momentos en nuestra vida en los que en algo tenemos que creer. ¿El problema? Que ya no creemos en nada. Y amar, por último. Amar. ¡Qué gran problema! ¿A quién debemos amar y a quién no? Es una difícil, dura y arriesgada elección. Pues podemos decidir amar a una persona que nos hará un daño infinito y, por el contrario, despreciar el amor de una persona que nos haría eternamente felices. O al contrario. ¡Quién sabe! Pero ya no amamos. Hemos visto, oído y vivido tantas historias de desamores que estamos muertos de miedo de que nos salga mal o que nos vuelvan a hacer daño. Todos sabemos que hay heridas que nunca llegan a cicatrizar. Y, cuando llueve, duelen y nos recuerdan el sabor agridulce del amor, las consecuencias de habernos dejado llevar, aunque sólo fuera una vez. Por amar.
En fin, me siento muy filosófica después de haber visto esta película. Mi mente no deja de funcionar a toda velocidad, pero, aún así, os recomiendo que disfrutéis de este largometraje. Por cierto, Julia Roberts aparece en esta película tan espléndida como siempre. Me gusta especialmente su personaje.

Un consejo: Vamos a intentarlo: COME, REZA, AMA.

http://www.youtube.com/watch?v=ctZTwuK4zKk