viernes, 26 de agosto de 2011

La visita.

Estábamos en la estación de Santa Justa, en Sevilla, mi madre, mi padre y yo. Había poca gente y todos estaban hablando por teléfono u ocupados en trasladar sus maletas. Acabábamos de entrar al recinto cuando vislumbré un par de figuras conocidas más allá, sentadas en los metálicos asientos. No llevaba gafas y aparecían difuminadas ante mí. Continuamos andando, aproximándonos lentamente hasta aquellas personas. Se me aceleró el corazón al ver una cabeza coronada por pelo corto, levemente rizado y blanco. Inmediatamente, la lógica y la razón se impusieron, tranquilizando los acelerados latidos de mi corazón al recordarme que ella ya no estaba aquí, entre nosotros. Respiré hondo.

Mi tranquilidad duró poco, pues allí estaba ella, sentada ante mí. Rodeada a ambos lados por su hermana pequeña y su cuñado. Nuevamente se me aceleró el corazón y comencé a respirar agitadamente. Era imposible, pero se encontraba vestida con una camisa de color gris claro y una falda oscura, portando un bolso sencillo, grande y de esparto. Sus gafas eran las de siempre. y me sonreía tiernamente desde su posición.

Yo no podía reaccionar. Mis músculos no me respondían. Imagino la cara de sorpresa, inseguridad, fascinación que debía tener en aquel instante.

Ella hizo un gesto a su hermana y su cuñado para que se fueran, y después miró a mi madre, que tenía los ojos llenos de lágrimas y, sonriéndole, le pidió que nos dejara solas.

Cuando miré a ambos lados, la estación estaba vacía excepto por tres o cuatro personas que caminaban sin cesar y se movían como si nosotras fuéramos invisibles. Mi familia se había ido. Había desaparecido.

Al encontrarme sola, decidí acercarme hasta ella para comprobar que aquello que estaba presenciando era mínimamente real. Al llegar hasta ella, ambas en silencio, le toqué levemente una rodilla. Podía tocarla perfectamente. Era increíble. Sentí cómo las lágrimas se derramaban de mis ojos a borbotones. No podía articular palabra de la impresión tan intensa que estaba sintiendo. Me eché en su regazo y seguí llorando desconsoladamente de la emoción durante no sé cuánto tiempo. Ella sólo me acariciaba el pelo dulcemente y permanecía en silencio. Sólo se oían mis ahogados sollozos.

Cuando me sentí lo suficientemente desahogada, levanté la mirada hasta sus ojos. Ella sonreía con un poco de pena, pero por fin habló:

- Mi niña... Mi niña preciosa. Cuéntamelo todo. Ven aquí, conmigo. Cuéntame qué te pasa.

Al oír su voz no pude evitar dejar fluir otro río de lágrimas que desbordó mis ojos enrojecidos. Me sequé los ojos como pude y me senté a su vera. Tras respirar hondo tres o cuatro veces, decidí por dónde empezar a contarle las cosas, y lo hice. No sé cuánto tiempo estuve contándole toda mi vida en los últimos cuatro años, pero fue mucho. Ella solamente me miraba impasible, muy seria. a veces mostraba un pequeño atisbo de pena, de compasión o de felicidad (y esbozaba una pequeña sonrisa que yo acogía como el calor de una hoguera en una noche de invierno).

Cuando terminé mi larguísimo relato, ella me abrazó durante un buen rato y yo correspondí encantada a aquel abrazo con el que había soñado tantas veces en los últimos cuatro años. Entonces, ella me habló de nuevo.

- Adela María, te has convertido en una mujer. y no una mujer cualquiera. Estás hecha toda una tía hecha y derecha. Has cambiado mucho, y sé que te asusta, pero seguirás cambiando. Y, en lugar de asustarte, debes estar muy feliz. Todo va a salir bien, mientras tú sigas así, estando ahí para ayudar. Mírate. Incluso llorando, que te pones muy fea, estás muy guapa. Adela María, tienes que ser muy fuerte. Porque tú puedes serlo. Has hecho grandes cosas y sabes que puedes hacer todavía más y que lo harás muy bien. Paula se pondrá bien y recuperarás a la hermana que creías perdida. Laura se convertirá en una niña modelo, muy parecida a ti, pero algo más inquieta, como Paula. Tu padre es un poco... difícil de llevar, pero es uno de los mejores hombres que he conocido jamás. Tu madre debe ser la luz que te guíe cuando te encuentres en la oscuridad y es increíble, aunque a veces debes recordárselo. Y tu abuela... - se le saltaron las lágrimas y sacó un pañuelo para secárselas-. Es la mejor mujer que he conocido jamás. Es un modelo a seguir en la vida: fuerte, perseverante, sensible, comprensiva, muy cabezona, eso sí, pero al fin y al cabo, una grandísima mujer. Sigue también sus pasos. Quiérela. Sabemos que la vida no es eterna y por eso debemos amar a los nuestros mientras podamos. Adela María, eres maravillosa. No pierdas la fé, rézale a la Virgen de la Salud, cree en ti y en los tuyos. Esto se superará. Ya habéis pasado mucho con todo lo que ha pasado. Pero, ojo, no pienses que, una vez superado esto, todo será un camino de rosas. Al revés: la vida seguirá poniéndote a prueba. Pero yo confío en ti. Todos confiamos en ti. No nos puedes defraudar y, con el corazón que tienes, estoy segura de que no lo harás.

Me quedé sin palabras, sólo sentía las lágrimas deslizándose por mis mejillas, una detrás de otra. La abracé de nuevo, deseando que aquel momento no terminara nunca. Quería decirle tantísimas cosas que no sabía por donde empezar, por lo tanto, hice todo lo posible por expresarlas todas en aquel abrazo.

Poco a poco, me fue despegando de ella, me miró triste y me dio un beso en la mejilla. Sentí su lágrima sobre mi piel, pero cuando nos separamos, ella sonreía. Me levanté y acaricié su blanco pelo. Me acerqué para darle otro abrazo y olí su perfume. Olía tan bien... Traía tantos recuerdos...

De repente, la estación comenzó a alargarse, separándome cada vez más de mi tía, que continuaba sentada en su asiento. Yo trataba de correr hacia ella, pero no me movía de mi sitio por mucho que acelerara el ritmo. Ella me lanzó un último beso con la mano y de repente, todo se volvió negro a mi alrededor.

Cuando me levanté, sentí una sensación de tristeza y esperanza que me confundía enormemente, pero sonreí y le di gracias silenciosamente por haberme visitado. Hacía muchísimo tiempo que no lo hacía.

jueves, 25 de agosto de 2011

Por favor...

Dios, seas quien seas, ayúdame a no sentir este miedo atenazándome el alma. Ayúdame a creer, a confiar, a entender. Ayúdame a seguir con esto. Ayúdame a no defraudar. Ayúdame a tener las fuerzas suficientes para no caerme. Por favor, por favor, por favor...

Ayúdame, estés dónde estés.

Maldito destino. Maldita vida loca.

Y que siga el destino poniéndome a prueba, que no me voy a echar atrás, ni voy a llorar, ni me voy a dejar llevar, ni voy a venirme abajo.

He probado el fondo y no me gusta como sabe.
(Canción de amor caducada, Melendi)

Que no, que no hay vuelta atrás. Cuando tomo una decisión soy lo más cabezón que se puede echar uno a la cara.

Sé que esto probablemente no salga como yo espero, sé que puedo fallar, que puede no salir bien. Pero tengo claro que, en ese caso, no me vendré abajo de nuevo. Lo estoy poniendo todo. El verano no ha sido fácil. Pero yo estoy arriesgando todo porque el que no arriesga no gana. Y es que a veces, es necesario correr el riesgo de que nada salga bien, pero yo tengo fé en mí. Yo estoy segura de mí misma y quiero intentarlo.

Siento que he sufrido una forzosa evolución que me ha costado mucho trabajo asimilar, pero gracias a eso ahora soy más fuerte, más madura, más consciente y responsable. Me gusta el cambio. En realidad tengo un poco de miedo, no por mí sino por otra persona, pero también conservo mi fé en que ella puede, hasta que se demuestre lo contrario.

Mientras intento esforzarme al máximo para mantenerme en mi posición (ya digo que soy muy cabezona), hago todo lo posible por que tampoco se derrumben los demás. A veces eso es mucho más difícil todavía que mantenerse una en su nueva actitud. Pero, poco a poco, lo he ido consiguiendo.

Ahora sólo sé que me necesitan, y yo estoy ahí y voy a seguir estándolo. Siempre. Aunque no sea fácil. Además, mucha gente ha depositado su esperanza en mí y no tengo intención de defraudarles ni mucho menos de defraudarme a mí misma una vez más. Ni hablar. Todo ha sido muy duro, incluso para mí. Pero saldremos de esto. Lo prometo.

domingo, 21 de agosto de 2011

Harry.

Y hoy, una vez más, me siento en una nube. Estoy feliz porque el día está nublado y amenaza lluvia. Ojalá llueva toda la tarde y pueda sentarme junto a mi balcón a leer algo de Harry Potter. Porque hoy me apetece.

Recuerdo cuando escuché por primera vez algo sobre Harry Potter. Fue en una clase de Lengua en 6º de Primaria. Mi profesor (Don Blas) nos leyó parte del capítulo en el que se describe en qué consiste el juego del quidditch. Recuerdo cómo mis ojos se abrieron de par en par y nada más llegar a casa le supliqué a mi madre que me consiguiera aquel libro. Yo tenía sólo diez años. Sin saber muy bien por qué, este recuerdo me resulta muy emotivo.

Finalmente conseguí mis libros de Harry Potter, uno tras otro. Y cuando los leía, recuerdo tener la música de Álex Ubago o de Alejandro Sanz acariciando mis oídos. En particular recuerdo con especial cariño un día de lluvia en el que me senté junto a mi balcón, puse el primer CD de Álex en mi discman y me perdí entre las páginas de El Cáliz de Fuego durante varias horas. Fueron momentos llenos de magia, de fantasía, de un disfrute tan intenso que no sé cómo explicarlo. Fue una de las mejores tardes de mi vida.

Hoy, que estoy a punto de cumplir 21 años, todavía sigo enamorada totalmente de los libros de JK Rowling. Me sigue resultando igualmente fácil perderme entre sus páginas, amar a sus personajes, llorar con algunas historias, soltar una carcajada en algunos momentos, soñar... Hace un par de meses me leí el último libro de la saga (por tercera vez) y disfruté como una niña pequeña. Me enganché a él de una manera que no creía posible. Fuí extremadamente feliz al recordar cómo lo leí por primera vez en internet el mismo verano que me fui a York con una beca. ¡Cómo pasa el tiempo! De aquello hace ya más de cuatro o cinco años... Y en muchas cosas no he cambiado. Me encanta. Es precioso, la verdad.

Hoy estoy un poquito nostálgica, pero quería dedicar esta entrada a todos los fans de Harry Potter (especialmente a los inconformes con las adaptaciones cinematográficas de la saga), a todas las personas que en algún momento de sus vidas colocaron un libro de Harry frente a nosotros, y, por supuesto, a la señorita Rowling, a la que estaré eternamente agradecida por haberme regalado algunos de los momentos más maravillosos de mi adolesccencia y haberme ayudado enormemente a crecer como persona. Gracias por todo y por hacernos soñar especialmente.

viernes, 19 de agosto de 2011

Creo que cada alma tiene una esencia. Un color. Un sabor. Un aura que la envuelve como un manto protector.

Me gusta. Me gusta mucho observar y estudiar las almas. Intento disfrutar su sabor o descubrir su veneno. Me gusta conocer a las personas y ver en su interior. A veces me equivoco, pero, al menos, fue bonito mientras duró ese instante.

Una sola gota de agua puede hacer un agujero en la roca si persevera con su caída.

Un grano de arena puede atraer a mil más que formen una montaña.

Una sonrisa puede desarmar a alguien en sólo un segundo.

Me gusta que sea así. Es... una gota de magia en medio de la oscuridad.

jueves, 18 de agosto de 2011

Un mes y pico después...

No es ni siquiera enfado...
... es decepción.

Y no puedo evitarlo. Ya estoy cansada de esperar cosas. He entendido que el que quiere peces se tiene que mojar el culo (perdón por la expresión), y yo me lo voy a mojar con lo que vea claro. Esto no lo está. Así que, tiempo. Sólo tiempo.

El tiempo borrará la decepción y, a este paso, acabará por borrarte a ti también. Pero sobreviviré. Siempre lo hago.

Frase del día.

Frase del día:

Me siento como una Constante de Equilibrio: adimensional y positiva.


(Consecuencias del estudio intensivo... ¬¬'')

Fácil.


Rendirse es de cobardes. Y yo soy muy valiente.

Aunque ayer me levanté algo decaída, estuve centrada en lo que tengo que estarlo y me sirvió de mucho. La verdad es que veo mi evolución y me siento muy feliz. Estoy bastante satisfecha con mi labor, mi trabajo, con lo que estoy haciendo (y no es poco). No me refiero sólo a los estudios, sino también a todo lo que estoy aportando en casa.

Sé que queda muy poco para irme, pero ya no tengo miedo. He decidido sustituirlo por el optimismo y la seguridad que me queman por dentro. Siento que vuelvo a ser yo misma: alegre, optimista, sonriente, segura, decidida, emprendedora, capaz.


Señores, he vuelto a nacer.

Y no ha sido un camino fácil, pero aquí estoy: vivita y coleando. Y las ganas me empujan a poder, a querer y a lograr mis objetivos. Me propusieron y aconsejaron que me planteara objetivos a corto plazo y fáciles de alcanzar. Pero yo soy demasiado testaruda y, aunque mis objetivos sean a corto plazo, no son fáciles ni mucho menos. Pero lo estoy logrando, y eso vale
más que todo lo que he dejado atrás. Me he desecho de muchas cosas, muchos sentimientos, muchas personas. Pero me siento tan bien que estoy segura de que ha valido la pena. De hecho, estoy deseando de regresar a la vida universitaria para demostrar (y demostrarme) todo lo que puedo hacer.

Todo el mundo comete errores, es cierto, pero muy pocos saben enmendarlos real y correctamente. Creo que yo lo estoy haciendo y me siento extremadamente satisfecha de ello. El pasado ha quedado atrás. Vivo el presente con alegría y entusiasmo. Echaba muchísimo de menos esta sensación tan increíble, estas ganas de dar gracias a la vida por todo lo que me da,
por las pruebas que me hace superar, por el cariño que recibo día tras día, por darme las fuerzas que necesito para continuar
levantándome y salteando obstáculos. Gracias.

Esta es mi nube, mi nueva nube y de aquí no me quiero bajar. Quiero seguir aquí, ahí. Y seguir
siendo tan feliz haciendo felices a los demás.

Fácil, sólo hay una manera:
la que te quede cerca de la primavera,
aunque tengas que saltar sin tu red.
Desde la nube dejarse caer,
seré sólo lluvia que vuelve a llover.
Fácil, lo contaré deprisa
para que lentamente llegue a tu sonrisa

y no se pueda perder ni una vez.

Desde la nube dejarse caer
y ser sólo lluvia que vuelve a llover,
que vuelve a llover.

(Fácil, Maldita Nerea)
PD: Sé que puedes, sólo tienes que querer. Por lo pronto, yo te quiero. Y mientras estemos juntitas, todo irá bien. :)








miércoles, 17 de agosto de 2011

Amores extraños.

De vuelta a casa contando estrellas
todo me da vueltas mientras pienso
en lo perdidos que estamos.
De vuelta a casa de madrugada
todo lo que digas y la forma en que lo digas me importa.
Dices otra vez que no hay forma de hacerme comprender.
Y es que a veces enloqueces sin querer
mientras que yo salgo corriendo de allí.
Si no vas a venir, avísame pronto
que yo quiero bailar, sólo quiero bailar,
sólo quiero olvidar toda esta situación...


(Sólo quiero bailar, Zenttric)


A veces le doy vueltas a si el problema seré yo. Pero no. Por una vez, el problema no soy yo. El problema, simplemente no existe.

La culpa es de mi subconsciente, que me hace echar de menos algunos pequeños detalles. A veces extraño mucho el sentirme amada, pero acto seguido me siento bastante imbécil porque no tengo derecho a pensar algo así. Tengo mucha gente alrededor que me ama, que me cuida, que me quiere, me mima, me apoya, me guía... Aunque tal vez yo no necesite sólo esa clase de amor. No lo sé, la verdad.

Esta situación es un poco estúpida. Siento ansias de saber más, de saber qué es de tu vida, cómo estás, qué haces y qué piensas hacer... Es todo tan extraño. Pero procuro no echarle más cuentas al tema. Total, sólo puede hacerme daño. Es mejor centrarse en lo que es realmente importante, vivir el AHORA, el PRESENTE. Porque este mismo momento, esta misma respiración, este mismo suspiro... son un verdadero REGALO.

Aunque estoy segura de lo que quiero y lo que debo hacer, aunque tengo mis planes muy claros, mis posiciones fijas y mis decisiones tomadas, no puedo evitar tener algunos momentos de debilidad por amores extraños, incomprensibles, inconscientes e incluso dañinos. Es que no todo puede ir bien y ser perfecto. No soy de piedra ni de hielo, aunque haya quien crea que así es. Es más: soy demasiado sensible, y a veces es algo difícil de llevar, pero estoy aprendiendo. :)

En este mismo instante pido silenciosamente perdón a mi pequeña cabecita loca por dejarme llevar por estos sentimientos que no me hacen ningún bien no me conducen a ninguna parte.

I'm sorry.

Sin nada más que decir, creo que me he de ir a dormir si mañana quiero rendir al 100%.

¡Buenas noches y dulces sueños, queridos lectores!

Túmbate al Sol cuando llueva.
No desordenes mi taller.
[...]
Tu budú ya pincha en hueso.
[...]
Que sepas que el final no empieza hoy.


(Tiramisú de limón, J. Sabina)

martes, 16 de agosto de 2011

Días extrañamente románticos...

... en los que el corazón da un vuelco al escuchar una canción, el alma se estremece ante el recuerdo de un beso y una sonrisa se planta en tus labios al pensar en todo lo que te queda por conocer.

Adoro estos días soñadores.

domingo, 14 de agosto de 2011

¡Al lío!

Observo consumirse lentamente mi cigarro mientras escucho a Linkin Park. La música es como si atronara mis oídos. Me siento bastante perdida, pero, sin saber muy bien por qué, todavía lucho.

Todo son problemas. Uno detrás de otro. Y lo peor es la sensación de impotencia. Las náuseas me están matando poco a poco. Odio no poder hacer nada más. Odio no saber qué más hacer. Me siento débil, terriblemente débil. Y me duele ver que la persona que me está destrozando desde hace muchísimo tiempo continúa impasible, ignorándome, ignorando el dolor que atenaza mi cuerpo y, sobre todo, mi alma.

Creo, opino y considero que ya está bien. Tengo demasiadas cosas que hacer como para pararme a compadecerme por toda esta enorme mierda que se me echa encima. Estoy segura de que puedo lograr mis objetivos prioritarios, y por eso tengo que hacerlo. Necesito un poquito de satisfacción ya. No puedo pararme más a perder el tiempo con esto. Llevo todo el verano volcada en este tema y ya no puedo hacer nada más. No se puede ayudar a alguien que no se deja. Supongo que el tiempo hará su trabajo y acabará poniendo a cada uno en su lugar... o tal vez no. La verdad es que no lo sé y no me importa demasiado.

Sólo sé que a partir de hoy va a existir sólo y exclusivamente Septiembre. Yo no soy ninguna cobarde y sé cómo puedo enmendar mis errores. De hecho, lo tengo clarísimo y quiero hacerlo.

No se hable más, pues. ¡Al lío!

sábado, 13 de agosto de 2011

Desequilibrios.

Uno detrás de otro y sin anestesia.

Nunca pienses que ya no puede ir peor.

Irá.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Egoístas.

Empiezo a imaginar cómo poder parar
ése reloj que no para de hacer tic-tac,
para poder congelar el tiempo...

A veces siento que me pierdo. No comprendo nada. No entiendo cómo hay personas que hacen daño porque sí, a conciencia... y encima no sienten ningún remordimiento. Hablo de ese tipo de personas a las que no te puedes acercar para hablar con ellas y decirles que se están equivocando. Son personas que piensan sólo en sí mismas, les da igual el dolor o los sentimientos de la gente. Son egoístas. Por eso no los soporto.

Yo no soy un persona egoísta. Puede que tenga bastante poco para dar, pero lo poco que tengo me gusta compartirlo con la gente. Intento cambiar mi pequeño trocito de mundo, pero cuando alguien se obceca en destruirlo, me duele tanto que soy incapaz de encontrar las fuerzas para solucionarlo.

Hoy me siento impotente ante el egoísmo, el odio, el rencor y el veneno que destilan algunas personas cercanas a mí. Hoy me compadezco de esas personas y ruego para que se den cuenta del daño que están haciendo y de las consecuencias que ello acarrea.

Siento mi corazón encogido de pena, de dolor, de rabia e impotencia. Y sé que no soy nadie en este mundo, que sólo existo de verdad para dos o tres personas, que no valgo nada. Pero, al menos, no soy mala. No soy una mala persona. Al revés: intento hacer feliz a todos los que están a mi alrededor, porque considero que hacer feliz a la gente que amas es la única manera de alcanzar la verdadera felicidad.

Me da miedo que me sigan haciendo daño, ahora que he levantado cabeza, ahora que estoy tan bien, ahora que me he dado cuenta de que estoy haciendo grandes cosas, aún siendo tan pequeña. Me da miedo que destrocen lo que tanto trabajo me ha costado construir. Me da miedo de que con su odio, empañen mi felicidad, que con su veneno me hagan morir lentamente, que con sus malas artes me corrompan. Me da miedo convertirme en alguien como esas personas.

Me siento muy vacía. Me siento muy perdida. Creo que están intentando hacerme tambalear, aunque no sé por qué. Y estoy segura de que no pararán hasta hacer que me hunda en la más parca miseria. Aún así, yo seguiré luchando contra todo eso. Porque yo he aprendido a ser fuerte. Y estoy aprendiendo a ver la vida de otra manera. Y me estoy recuperando de algo muy fuerte. Y estoy sacando adelante proyectos enormes. Yo prácticamente sola.

Puedo y quiero.

El "Fuck" te lo puedes guardar para ti. No hace falta que nos insultes a los demás.

jueves, 4 de agosto de 2011

Llévame esta noche a San Fernando.

Frótate conmigo hasta que me saques brillo.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Me siento bien.

Sentada junto al balcón, dejando que la suave brisa de verano acaricie mi pelo, leo distraídamente el tercer libro de la pentalogía de Ramsés.

Las cosas estan mejorando. Todo está en calma. Sigo teniendo algunas de las cosas de antes, pero ahora por lo menos las controlo mejor. ¿Lo peor de este asunto? Las idas y venidas a Córdoba y, sobre todo, el aspecto farmacológico, que está acabando conmigo, a la vez que es de las únicas cosas que me ayudan a sobrevivir día tras día.

Está siendo difícil, muy difícil asumir los acontecimientos, las emociones, las verdades... la realidad. Pero, poco a poco, estoy comprobando que se puede lograr. Jamás pensé que sería tan fácil anular recuerdos, pero todavía me asaltan de vez en cuando imágenes efímeras que se me clavan como puñales. En fin, será cuestión de tiempo.

A pesar de todo lo mal que podrían pintar las cosas y mi situación en apariencia, me siento en paz. Al fin en paz. Centrada en lo que tengo que estarlo, cumpliendo con lo que tengo que cumplir, evitando dolor, incertidumbre y nerviosismos innecesarios. Simplemente me siento feliz. Y es una sensación extraña. Porque, aunque todo va medianamente bien y me he estabilizado, tengo miedo de que esto se acabe pronto. Pues mi felicidad no suele durar demasiado.

Sin embargo, cada día que pasa (y ya estamos en Agosto, ¡qué mal!), me siento más y más fuerte para seguir, para vivir, para continuar, para poder caminar adelante sin pensar en nada más que en mí y en los míos. Necesito esto. No me quiero ir. Me aterra todo lo que pueda pasarme lejos de este refugio. Pero, por una vez en mucho tiempo, estoy totalmente dispuesta a correr todos los riesgos que sean necesarios.

Me siento orgullosa. Me siento libre. Me siento bien.

Y con eso basta.

martes, 2 de agosto de 2011

Portos I

Estaba histérica de los nervios.

Las manos me sudaban mientras andaba apresurada por la acera. Llegaba cinco minutos tarde. ¿Era aquello una cita? ¡Maldita sea! No tenía ni idea, pero allí estaba, caminando rápidamente hasta el lugar de encuentro. Al doblar la esquina lo vi apoyado contra la pared, tarareando alguna canción. Llevaba unos vaqueros que le quedaban algo anchos, una camiseta beige y unas deportivas del mismo color que la camiseta.
Respiré hondo para tranquilizarme y anduve hasta donde él se encontraba. Poco antes de alcanzarlo, me vio y sonrió amablemente. Al llegar hasta allí, se acercó a darme dos besos como saludo.

- ¡Hola!

- Hola –contesté con la respiración entrecortada. Cuando se había acercado a darme los dos besos no había podido dejar de notar que olía muy bien- ¿Qué tal estás?

Tras pronunciar aquellas palabras me sentí enormemente estúpida. ¿Qué clase de pregunta era aquella? Aunque nos conocíamos desde hacía más de cinco años, nunca habíamos tenido ningún tipo de relación, ni siquiera amistosa. Todo aquello era muy extraño, imprevisible y, sobre todo, repentino.

Sin embargo, el amplió su sonrisa.

- No me puedo quejar, la verdad. ¿Quieres que vayamos a algún sitio en especial?

Me quedé paralizada al comprobar lo cerca que estaba de mí. Era como un imán. No podía pensar en otra cosa que no fuera su voz, sus ojos, su sonrisa…

-Eh… -murmuré cuando al fin pude reaccionar. Miré al cielo nocturno y sonreí antes de contestarle- . Me gustaría ir a cualquier lugar desde el que se puedan observar las estrellas. Hoy la noche es muy despejada y bonita.

- De acuerdo. Ya sé dónde podemos ir.

Y me guiñó un ojo.

Acto seguido me invitó a subir en su coche y luego se subió él. No sabía qué decir. Estaba muy nerviosa. Era consciente de que era una estupidez estar nerviosa o pensar en la más mínima posibilidad de que aquella noche surgiera algo más que una cortés y fría amistad. A pesar de ello, no se me ocurría de qué podía hablar con aquel chaval que me resultaba tan atractivo. Él tampoco dijo nada, así que hicimos el camino en silencio.

Se detuvo en un campo abandonado, poblado de enormes rocas. Aquello parecía una antigua cantera. Desde allí se veía la ciudad y sus luces naranjas, pero la visión del cielo era maravillosa. Miles de millones de pequeñas lucecitas poblaban un fondo teñido de azul oscuro. Bajé del coche casi inconscientemente mientras observaba ensimismada el panorama que se extendía sobre mí.

Me sobresaltó sentir una presencia junto a mí. Era él, que se había aproximado hasta donde yo me encontraba y miraba también el cielo.

- Es precioso –dijo sin más.

- Sí… -contesté-. Bueno, ya puedes contarme de qué querías hablar conmigo.

Él me miró entre sorprendido y divertido. No se esperaba que yo fuera al grano. Me indicó que me sentara en una piedra enorme, junto a él. Tras echar otro vistazo a las infinitas estrellas, su semblante se puso muy serio y comenzó a hablar.

- Sé que nunca nos hemos llevado bien. A veces por culpa tuya, otras veces por culpa mía, da igual. Siempre acabamos peleando. Sin embargo… Ahora que me he ido fuer a estudiar y he conocido mucha gente nueva, me he dado cuenta. Es algo increíble. Mira, conocí en primero a una chica de mi carrera. Le encantaba cantar y no lo hacía nada mal. Y no sé muy bien por qué, pero cuando un día estábamos con más gente y ella cantaba una canción, me recordó a ti. Supuse que no era nada y aparté aquella idea de mi cabeza, pero no dejaba de pensar en ti. Fue muy extraño. Este año he conocido otra chica, mayor que nosotros. Es muy madura, decidida, inteligente, segura de sí misma ante los ojos de los demás. Pero por dentro es una persona extremadamente sensible, consciente, frágil, pura, dulce… Desde la primera conversación que tuve con ella, no te he podido sacar de mi cabeza. Y ella me lo dijo hace poco: “Te recuerdo mucho a una persona especial en tu vida. Pero no has sido capaz de percibirla nunca como hasta ahora. ¿Verdad?”. Y ella tenía razón, como casi siempre –se quedó en silencio. Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Aquello no podía ser real-. Mira, yo sé que todo esto es muy raro, pero nunca he podido conocerte, y ahora quiero hacerlo.

Medité bien mi respuesta.

-Sí que has podido hacerlo. Pero no has querido hacerlo nunca hasta ahora. ¿Por qué ahora?

- Ya lo sé. Yo soy el primero que no me puedo creer que esté haciendo esto y mucho menos ahora, después de tantos años. No sé explicarte porqué ahora. Quizás he madurado o he abierto los ojos. No tengo ni idea. Pero quiero hacerlo. Necesito que me des una oportunidad.

No sabía qué hacer. Aquello era todo muy raro. Necesitaba tiempo para asimilarlo, para comprenderlo o buscarle alguna explicación, para poder decidir qué hacer. Ya habían jugado conmigo muchas cosas y sabía que tenía mucho que perder, por ejemplo, mi estabilidad emocional.

- Necesito pensarlo. Necesito tiempo.

- Lo entiendo –contestó él, atravesándome con su intensa mirada y cogiéndome la mano-. Nos sobra tiempo. No tengas prisa.

- De acuerdo –respondí algo más tranquila. Sentía mi corazón latiendo a toda velocidad. Mi mente funcionaba explotando al máximo su rendimiento. Corría el riesgo de caer en la tentación que suponía el estar con él, tan cerca después de tanto tiempo soñando con ello-. ¿Puedes llevarme a casa?

- Claro.

Y, levantándose, me tendió la mano para ayudarme a bajar de la piedra. Cuando lo hice, nos quedamos tan cerca el uno del otro, que podía sentir su respiración sobre mi frente. Sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, me abrazó. No con ansia, ni con deseo, ni con fuerza… sino con ternura. Suavemente. Me dejé abrazar por aquel chico que tras tantos años, hoy me sorprendía enormemente y dejaba volar su corazón para llegar hasta mí.

Me apartó lentamente y, tras dirigirme una media sonrisa, se dirigió hacia el coche para llevarme de vuelta a casa.