lunes, 23 de julio de 2012

Noches de verano.

Esta noche he estado hablando con un amigo de mi hermana. No es un amigo cualquiera. Me atrevería a decir que es su único amigo. Hablamos de ella, cómo no. De todo lo que ha ocurrido. De todo lo que hemos pasado las personas que la queremos de verdad. Es doloroso incluso recordarlo. Pensar en lo que hemos sufrido... sigue siendo doloroso.

La verdad es que apenas sabía nada de este chico hasta este verano, que está viniendo mucho por casa y compartimos conversaciones muy interesantes. Me gusta su forma de ser, de hablar y de escuchar. Creo que es un buen tío. Demasiado arriesgado o temerario a veces. Pero, al fin y al cabo, un buen tío. Admiro la perseverancia y la paciencia que tiene con mi hermana, el cariño que derrocha en cada gesto hacia ella, la forma de hablarle... Lo admiro porque, la verdad, ella lo ha tratado bastante mal en más de una ocasión (en más de cien, me atrevería a afirmar). Pero ahí sigue él, sosteniéndola, queriéndola, cuidándola, protegiéndola... Esa actitud me deja sin palabras... Porque, si él no tuviera nada mejor que hacer, si él no tuviera ningún problema en su casa o con sus amigos, lo entendería porque entonces lo haría por inercia, por hacer algo. Pero ese no es el caso, y aquí está. Creo que es una de las pocas personas legales que conozco.

En definitiva, esta noche me he quedado algo tocada. Entre que mi hermana no se encuentra muy bien y está muerta de miedo, y la larga conversación filosófica con su amigo... estoy un poco "plof".

Así pues, me voy a ir a dormir, aprovechando el aire acondicionado para taparme y acurrucarme sobre mí misma. Es la única manera en la que me siento protegida por las noches.

domingo, 22 de julio de 2012

Me siento tan sola que tengo náuseas.

lunes, 16 de julio de 2012

¿De quién de los dos estaré hablando?

Hay besos de esos que te los dan y resucitan a un muerto.
(Joaquín Sabina, A mis cuarenta y diez)

Y así es. Hoy me han dado dos besos de esos que describe Sabina. Y no son sólo dos besos, no. Es también la sonrisa. Esa media sonrisa que llevo clavada en el alma desde el primer día que lo vi. Y de eso hace ya más de 7 años. Fue el 8 de Enero de 2005, y recuerdo que era domingo y que soñé con él la noche antes de conocerle... Pero eso es otra historia que algún día contaré.

La cuestión es que he comprobado que, a pesar de los años, de ser más sabia, de haber madurado, de haber aprendido tantas cosas y haber conocido tantísima gente... mi amor platónico sigue siendo el mismo. Y, además, igual de imposible y platónico. Pero me atrae hacia él como un imán, a la vez que me repele como lo hacen los polos que son iguales.

No sé si es amor, si es capricho, si es sólo un juego o ese juguete que deseas y que, cuando lo tienes, te olvidas de él. No sé lo que es, ni necesito palabras para explicarlo, porque tengo la absoluta certeza de que es algo inexplicable. Pero es verlo, como esta noche, encima de un escenario, cantando, actuando, haciendo las cosas que yo (hasta hace año y medio) solía hacer... Me pone. Me enamora. Se me va la cabeza. Y claro, solo puedo pensar en volver a actuar y a subir a un escenario... Pero para hacerlo con él, para conocerlo mejor, para pasar más tiempo juntos, para compartir una afición común a ambos (que tan diferentes parecemos), para experimentar e indagar en esa extraña relación amor-odio...

¡¡Qué cosas tiene la vida!! Cada día que pasa, tengo más claro que caeré y me meteré en la cueva oscura y llena de incertidumbre sólo por probar, sólo por intentarlo una vez más y (lo peor de todo) sólo porque me lo ha pedido él dos veces esta noche. Doy gracias a Dios porque no haya habido una tercera, porque de haber sido así, no hubiera podido resistirme más.

Sí, hay besos que dan la vida. Pero a mí los tuyos me matan al dejarme con esta ansia de repetirlos una y otra vez. A poder ser, a solas.

El otro día, una amiga mía decía "Lo que no es para ti, NO es para ti". Pues esto, este chico, no es para mí... Pero quién sabe. Mi vida ha dado tantas vueltas ya que no sé dónde ni cuándo irá a parar...

Lo que sí sé es que me encantaría recibir esos dos besos cada día y saborear esa ilusión de sentirme querida por unos compañeros encima de un escenario, con los focos deslumbrándome.

sábado, 14 de julio de 2012

Reflexiones de madrugada.

No me conoces. No sabes nada de mí. No sabes nada de mis sueños, de mis ilusiones, de mis luchas, de mis circunstancias, de mis pasiones, de mis sentimientos... No sabes nada de mí. Y aún así, sé que te atreverás a darme la espalda ya de antemano. Sé que me mirarás con aires de superioridad, que me juzgarás a pesar de ser consciente de tu propia ignorancia. Que intentarás hacerme daño o hacerme caer.

Entonces, me pregunto ¿por qué demonios sigo replanteándome esto? ¿Tanto lo necesito? Realmente, no lo sé. Quizá jamás debí subirme a un escenario por primera vez. Tal vez no debería haber probado el sabor de los nervios pre-espectáculo y el orgullo del final de la actuación. A lo mejor nunca debí haber soñado con llegar a algo en ese duro mundo que es la música. Ni siquiera a nivel de mi pueblo.

Son muchos años ya (11 para ser exactos) desde que me empecé a mover un poco en este arte. No sé por qué la música es tan sumamente importante para mí. No sé por qué en mis momentos felices y en los tristes también acudo siempre a la música. Música para todo. En mi mente, en mis oídos, en mi corazón... En todas partes. Y yo, que tan pequeña e inmadura probé el delicioso sabor del éxito en un escenario, que soñé incesantemente con ser una cantautora famosa como Álex Ubago o Alejandro Sanz, que tanto luché por hacerme un hueco en ese gremio... Yo, con 22 años he tirado la toalla. Y aún no sé por qué. Pero hoy me he dado cuenta. Estoy fumando de nuevo, cosa que es mala para mi voz, me siento con el autoestima por los suelos, me cierro la puerta ante cualquier posibilidad por el miedo a fallar una vez más, porque no sé si estaré a la altura o si me volverán a pisotear una vez más. El miedo esta ahí, una vez más, paralizándome, impidiéndome avanzar en este, uno de mis sueños más hermosos y profundos. ¿Por qué? ¿Tanto daño me han hecho. Creo que la respuesta es totalmente SÍ. Me han destrozado en este aspecto. Para esto se necesita confianza en uno mismo, y yo confío en mí para muchas cosas, pero para esto no. Para esto no. Siento que me han matado la ilusión, que nunca volveré a subirme a un escenario para cantar, que nunca podré volver a confiar en nadie de ese mundillo, que ya jamás recuperaré esa confianza en mí misma. Me limitaré a estar como estoy, componiendo solitaria con mi guitarra, cantando sólo mientras hago apuntes o limpio, asfixiando uno de mis mayores sueños... Pero no sé qué hacer. Y eso me entristece aún más.

Odio la impotencia, la desorientación... Pero aún más odio la incapacidad. Y eso es lo que tengo yo esta noche.

Siento admiración, envidia, asco (por los que tenía sentados delante), rabia, ganas, miedo, miedo, miedo, miedo... E inseguridad. Inseguridad a mares, a montones. Estoy segura de que no me aceptarían entre ellos. Estoy segura de que no me verán como uno más. Estoy segura de que fracasaré. Y no sé si seré capaz de aceptar otro fracaso más en este ámbito de mi vida que he aparcado en un rincón de mi alma y que sólo sale a relucir los días que, como hoy, presencio un espectáculo de tal envergadura.

Sólo espero algún día ser más fuerte y tener el valor para intentarlo aunque sea una vez más.

miércoles, 11 de julio de 2012

Náuseas.

Y la verdad es que tanto empalagosismo me cansa, me asquea y me produce unas nauseas casi insoportables. ¿Cómo se puede ser taaaaan pesado y taaaaan pesada? Con razón estáis juntos. Ahora lo entiendo todo. Bueno, no. Pero sí una gran parte de lo que ocurrió.

Me consuela el hecho de que, probablemente, no durará mucho. O eso espero, porque sino... ¡¡qué triste!!

No estoy celosa, aunque quizás un poco triste porque no supiste conservarme. Nada más. Aunque también está el hecho de no querer cruzarme contigo por la calle. No porque me vaya a doler, sino porque no estoy segura de poder controlar los dos impulsos posibles: 1- Vomitar y 2 - Abofetearte.

Después de esta descarga de mala leche y asqueo supremo, creo que me voy a dormir.

¡¡A tomar por culo el mundo!!

miércoles, 4 de julio de 2012

Hogar, dulce hogar...

Y por fin estoy en casa.

Sin embargo, después de ansiar tan fervientemente estar aquí, no sé qué demonios pasa pero solo quiero huir. Huir muy lejos y llevarme sólo a mi madre conmigo.

Me siento asfixiada, agobiada, atosigada, estresada, desubicada, perdida... Hace 3 días que sólo siento ganas de llorar. De llorar a mares. Tengo una tristeza encima que no me la creo ni yo. Da igual que sonría si mis ojos revelan lo que siento inexplicablemente. Bueno, tal vez sí tenga explicación. Puede que sea por mi hermana que, lejos de ayudar y ayudarse, sólo genera problemas. Uno detrás de otro. Por cada cosa que hace bien, hace 20 mal. Y así no se puede, la verdad. Porque yo no puedo más. Y lo peor es que esto sólo acaba de empezar. Me refiero al verano. Mi año ha sido duro por no decir insoportable, pero aquí estoy. Y sólo quiero descansar. Sólo quiero poder pararme un día entero sin hacer nada, sin oír nada, sin tener que hablar. Poder, durante ese día, sentarme aquí, en mi cama y pensar, reflexionar y asumir todo lo que me ha pasado, todo lo que he vivido. Siento que, después de pasar un mes entero estresada con 10 exámenes (que en mi carrera no son pocos), no se me ha concedido el tiempo reglamentario o mínimo para descansar, recuperar el aliento y así poder adaptarme de nuevo a mi casa, a esta situación infernal. Salí del piso acelerada y todavía estoy acelerada. Por eso funciono a trompicones: porque me fallan las fuerzas, porque me tiemblan las piernas, porque se me cierran los ojos y la mente, porque no doy para más. Y lo siento, pero es así. No duermo, porque soy incapaz de detener mi mente por las noches cuando por fin reina el silencio. No duermo porque tengo miedo a dormir, porque tengo pesadillas, porque me despierto llorando casi todas las noches...

Decía mi psiquiatra que no sabía cómo yo podía aguantar la situación que estoy viviendo aquí. ¡Qué me lo diga a mí! Aunque en el momento en el que me lo preguntó, contesté muy segura de mí misma que lo sobrellevaba bien porque somos una familia muy unida. Venga, vale. Que me creo yo mis propias historias, porque ya empiezo a dudar eso que yo misma afirmé sin vacilar.

No es normal mi vida, ni mi situación en casa, ni mis relaciones de pareja, ni cómo me la pegan o la acabo liando con mis amigos. No es normal. Yo no soy normal. Y eso sí que es duro. Porque muy poca gente (prácticamente nadie) lo entiende. Estoy agobiada, estoy muy estresada psicológicamente. Creo que no estoy preparada para el verano que se me viene encima. Creo que no estoy lista para soportar todo esto. A lo mejor me he vuelto más débil en mi ausencia casi permanente de casa mientras he estado estudiando. Quizá esté dando pasos atrás en vez de caminar hacia delante. No lo sé. No sé nada. No entiendo nada.

Me siento... muerta. Y es duro incluso escribirlo. Pero es así. Tengo el ánimo por los suelos. No puedo cambiar mi cara porque realmente todo lo que me rodea me parece mal. Me falta el aire, la ilusión, la vida. No sé qué esperaba encontrar, pero esto creo que, desde luego, no. Y, aún así, me siento muy estúpida. ¿Qué me iba a encontrar sino? ¿Todo perfecto? ¿Madurez? ¿Empatía? ¿Comprensión? Ni de coña. La única persona que me da un poco de esas cosas es mi madre, y últimamente apenas lo hace. Y lo entiendo. Y no se lo reprocho. Pero cuando se da cuenta, ya estoy tocada y hundida. ¿Pedir ayuda? Sí, muy fácil decirlo o aconsejarlo, pero es muy difícil llevarlo a cabo, más aún cuando tu mundo se derrumba a tu alrededor y no encuentras nada a lo que asirte.

Sí, mi madre está ahí, como siempre, pero se está hundiendo en una depresión increíble de la que no sé si podrá salir. Igual que mi padre. Y lo peor es que yo estoy entrando en una espiral que conozco muy bien... Demasiado bien. Y la odio. Pero no sé... Me siento sin fuerzas. Y siento una vez más que grito en medio de una multitud acelerada y egoísta, en la que nadie me oye. Asumo que las cosas, las personas, cambien, pero ¿es que no puede ser nunca para mejor? Por favor, es que no puedo con más.

Cuanto más me esfuerzo por ser mejor, por estar aquí, por no caer, por no dejarme aplastar por la mierda que me va cayendo encima... Peor va todo. Siento que estoy sola. Muy sola. Y ya no confío en mi hermana cuando me da un abrazo, porque no me lo creo. Y ya no confío en ella cuando me dice palabras de consuelo, porque sé que en algún momento usará ese instante de debilidad que tenga frente a ella para hacerme daño. Y ya no puedo contarle nada, porque todo lo usará en mi contra y retendrá sólo lo malo. Y ya no... Y duele llegar a estos extremos en los que me pregunto quién es peor, si ella por hacerme esto o yo por dejármelo hacer.


¿Y qué hago yo? Dios mío, ¿qué demonios hago? Es que no soy persona. No sé ni siquiera si soy ser vivo. Estoy tan mal otra vez... Pero ¿por qué me tiene que afectar todo esto tanto? Me siento como si no conociera a nadie. Mi abuela no es la que es. Mi hermana pequeña está medio loca en medio de todo este huracán (y no es para menos). Mi padre no quiere saber y, en su ignorancia selectiva, crea situaciones excesivamente violentas. Mi madre está que no le llega la ropa al cuerpo. No tenemos ni un puto duro. No hay NADIE, absolutamente NADIE que pueda ni quiera ayudarnos... Es todo muy injusto. No merezco esto. No merecemos esto. Por favor, parad. Parad todos. Que se detenga el mundo, por favor... Que no puedo más. Que voy a reventar. Que necesito un puto día para reponer fuerzas, estancar compartimentos y resucitar de entre mis cenizas, como el ave fénix. 


Por favor, parad de hacerme daño. Que necesito sentirme viva. Por favor, parad. Parad. Deteneos. Olvidadme. Dejadme. Por favor. 


Me estoy desangrando el alma...