miércoles, 31 de octubre de 2012

Sentimientos inexplicables

Estaban sentados uno junto al otro, él algo más recostado sobre su parte del sofá que ella. Sus piernas se rozaban ligeramente y, con cada roce, ella se ponía más nerviosa. No había demasiada confianza, sólo la justa para bromear sobre la curiosa pareja que podrían formar. No tenía ningún sentido pero, sin embargo, ahí estaba esa sensación de nudo en el estómago, de que le faltaba el aire, su corazón acelerado de estar tan cerca de él.

Se habían quedado solos viendo la película. Y la habitación estaba algo oscura. Era la hora de la siesta y apetecía descansar. A ella le apetecía recostarse, pero temía que si se recostaba sobre él, la rechazaría. Así que permanecía rígida en su sitio. Él estaba medio dormido, así que decidió acomodarse ella también mientras no hubiera nadie más en el sofá. Él se dio cuenta y la miró.

- Échate sobre mí, no me importa.

Y ella, con las mejillas incandescentes, lo hizo. Apoyó la cabeza sobre su pecho y se dejó abrazar mientras sentía la calidez que emanaba del cuerpo de él, oliendolo, escuchando su corazón... Por un instante se sintió como volando a gran altura. Era como un sueño sentirse protegida por aquellos brazos tan increíbles y fuertes, sentir la respiración de él que suspiraba sobre su pelo, escuchar sus latidos, rozar sus manos...

Se alarmó al darse cuenta de que en aquel preciso momento, en aquella posición en concreto, parecían realmente una pareja de enamorados. Algo en su interior se revolvió de ganas de hacer esa sensación una realidad, pero otra parte de ella la obligó a bajar de las nubes y recordarle que, a pesar de las bromas que se gastaban siempre, él jamás sentiría nada por ella. Y, sin saber muy bien por qué, aquello la hirió profundamente. Respiró hondo, allí apoyada sobre él, y decidió que, mientras pudiera, disfrutaría de aquellos pequeños momentos. Callaría aquel remolino de sentimientos y sensaciones que se acumulaban en su corazón. Ya habría tiempo para pensar y, sobre todo, para olvidarlo.

La película acabó. Y ella se incorporó a desgana pero fingiendo determinación. Él también se incorporó y, tras ponerse en pie, se estiró, dejando entrever algunos de sus perfectos abdominales. Luego volvió a sentarse.

- Voy a por un poco de agua, ¿quieres? -dijo ella, algo incómoda por el silencio que se había formado entre ambos al terminar la película.

Él aceptó, sonriendo.

Mientras se alejaba hacia la cocina, ella pensaba en que era una estúpida por plantearse siquiera la posibilidad de estar con aquel chico tan... diferente a ella. Jamás sentiría nada más que un poco de cariño hacia ella, se recordó por enésima vez. Sacudió la cabeza y llenó los dos vasos de agua. Se dio cuenta de que había lágrimas tratando de asomar a sus ojos y decidió tomarse un minuto para ella en la cocina, para evitar que él notara que estaba mal por algo. Después respiró hondo y volvió al salón.

Lo que ella no sabía era que, mientras había ido a la cocina, él había estado evocando a cada segundo el olor de su pelo, el tacto de sus manos, la respiración relajada de ella apoyada sobre su pecho... Y se había descubierto a sí mismo suspirando sin querer y fantaseando con que cualquier día acabaría estando con aquella chica tan distinta, tan especial y tan rara. Sonrió para sí mismo, pensando que apenas la conocía. Y, sin embargo, ya empezaba a echarla de menos cada vez que se separaba de ella. Era cierto que aquel era un sentimiento que olvidaba después de estar un par de días sin verla. Pero era increíble aquel calor que recorría su cuerpo cada vez que la veía (y más cuando la veía sonreír) y era más horrible aún la sensación de alejarse de ella, de tener que irse y de no saber si la vería en una semana o tal vez dos días más tarde. No entendía por qué sentía aquellas cosas, pero, habiendo chicas más monas, más fáciles y que le gustaban más, no pensaba perder el tiempo... O al menos eso pensaba hasta que ella volvió al salón y su presencia lo iluminó como un Sol en medio de la oscuridad infinita.
Días de lluvia en los que aparecen en la mente momentos pasados e irrepetibles y llegan esas sensaciones de vacío en el estómago, en la mente, en el alma y en el corazón. Eso sí... Cada vez tengo más claro que mejor sola que mal acompañada.

Y me pregunto por qué soy incapaz de plantearme siquiera estar con un chico. Me da pánico que intente acercarse más de la cuenta, que intente besarme o coquetear conmigo. No sé qué pasa conmigo, la verdad. Yo no solía ser así. Pero estoy muy rara...

Espero que se me pase pronto.

No quiero.

No quiero.
No te quiero.
Pero los recuerdos están ahí
y odio recordar(te).
Me encantaría poder borrarte por completo
y no volver un año atrás
cuando muchas cosas eran distintas...
Pero hace poco hizo un año de una cosa
y dos de otra...
Y así no.
Odio recordarte.
Vete de mi cajita de momentos.
Sal de mi mente.
No quiero.
No te quiero.
Sólo deseo olvidar(te).

domingo, 21 de octubre de 2012

Retos.

A veces nos gustaría que las cosas fueran más fáciles pero... si las cosas fueran más fáciles, ¿qué retos tendríamos día tras día? No nos quedaría nada por lo que luchar. El hecho de que las cosas no salgan como esperamos, o que aparezcan baches en el camino es lo que nos incita a superarnos, a trabajar, a darlo todo.

No quiero que me salgan las cosas bien. No quiero que me lo pongan fácil. Nunca me han puesto nada fácil. Si ahora lo hicieran, me decepcionaría porque no tendría que trabajar como siempre lo he hecho.

Soy demasiado perfeccionista, puede que incluso obsesiva. Y eso me genera estrés, pero, por otra parte, me gusta mi estrés, me gusta tener mil cosas que hacer. Me gusta superarme día tras día. Pero tengo que aprender a encontrar un equilibrio entre trabajo y diversión sin que ello genere estrés ni arrebatos de culpabilidad. Así que ese es mi nuevo reto: aprender a tener un equilibrio entre lo que es el tema de los estudios y encontrar ratitos para mí, para disfrutar y ser feliz.

¡¡¡A por ello!!!