martes, 25 de junio de 2013

Despedida.

Quisiera detener el tiempo y crear un bucle en el que se repitan estos 5 años, sin que avance el tiempo.

Ojalá pudiera volver a sentir todo lo que he sentido estos años. Ojalá pudiera volver a experimentar el sabor del descubrimiento de la libertad, volver a equivocarme, volver a hacer aquellas locuras, volver a conocer a la misma gente, volver a hacer los mismos viajes, volver a descubrir mil cosas nuevas, volver a vivir al límite...

Jamás pensé que cinco años, sólo cinco años, darían para tanto. Siento que no soy aquella niña de 17 años que era cuando todo este viaje comenzó.

Mi vida ha cambiado por completo y mis circunstancias también.

No me ha salido ni uno solo de todos los planes que tracé cuando planificaba mi vida (sí, yo siempre tratando de tenerlo todo bajo control y planificado), pero me he dado cuenta de que estaba todo predestinado. Estaba todo escrito: la carrera, las personas, los compañeros, las risas, las lágrimas, el sexo, las fiestas, los agobios, las equivocaciones, las caídas y las remontadas, los amores, las locuras, las decisiones más duras de mi vida y los momentos más felices. Estaba todo escrito en estos 5 años.

Y hoy, que estoy especialmente sentimental, quiero dar las gracias a todas las personas que se han cruzado en mi camino para bien o para mal.

Y también quiero dar las gracias a "eso" (sea lo que sea) que mueve los hilos de la casualidad y el destino y que me hizo descubrir que no siempre el camino que se planifica es el camino que seguiremos.

Hace 5 años, yo tenía muy claro lo que quería hacer y hasta dónde quería llegar. Sabía dónde y cómo quería estar dentro de 20 años. Pero la vida me dio su primer revés y tuve que tomar una de las decisiones más difíciles de mi vida, y fue esa decisión la que me trajo hasta aquí.

Durante 5 años he estado a punto de abandonar en muchas (muchísimas) ocasiones. Y una de las principales razones por las que no lo hice fue por las personas que tenía aquí y que, de alguna manera se convirtieron en mi familia poco a poco. Ese es otro motivo por el que dar las gracias: a esas personas que hacen que mi vida aquí tenga sentido y sea tan increíble. Gracias.

Gracias Cádiz, gracias amigos y compañeros, gracias a la vida por todo esto. Aquí termina una fase que creo que será una de las más importantes de mi vida, pero dará paso a otra. Y en el camino recorrido he aprendido más de lo que jamás imaginé.

Chicos/as, os quiero.

domingo, 2 de junio de 2013

Vivir no es tan fácil.

La vida nos la pintan mucho más fácil de lo que acaba siendo en realidad.

Nacerás, serás un niño/a, irás al colegio, después al instituto, si estudias irás a la Universidad, después buscarás trabajo, buscarás pareja, comprarás una casa para construir una nueva familia, crearás tu propia familia, seguirás trabajando hasta tu jubilación, mientras te esfuerzas por criar a tus hijos, que también nacerán, irán al cole, irán al instituto y puede que a la universidad también. Y así hasta que mueras, probablemente solo/a, o probablemente rodeado/a de hijos/as y/o nietos/as.

Si la vida fuera eso, sería relativamente mucho más fácil de lo que verdaderamente es. Porque todo el mundo tiende a hablarnos de lo que vamos a hacer en términos generales. Nuestros padres ya tienen un plan hecho para nosotros, hasta el punto de empezar a ahorrar desde muy jóvenes para pagar nuestros estudios 20 años después. Todos saben prácticamente desde el principio el camino que tomaremos. Y nos guían por él. Y nos lo van descifrando, cual visionarios. Pero ¿quién nos habla de lo demás? Es decir, ¿quién nos habla de lo que sentiremos o de las personas que conoceremos por el camino de nuestra vida? ¿Quién nos habla de cómo afrontar los cambios, las despedidas o las emociones que nos sorprenderán a lo largo de ese camino? Nadie lo hace. Nadie te prepara emocionalmente para lo que se te viene encima desde que empiezas a tener uso de razón. Nadie te cuenta que puede que tengas que despedirte algún día de algunas de las personas que más quieres o que son más especiales para ti. Nadie te prepara para las decepciones ni te cuenta lo duro que es salir de la Universidad y no tener trabajo. Nadie te dice que algún día puede que tengas que dejar de seguir a tu corazón y debas guiarte por la razón aunque de miedo y duela. Nadie.

Creo que, en cierto modo, es bueno porque así vivimos a tope el momento sin pensar en que en algún momento se acabará. Nos encargamos de disfrutar, de hacer locuras, de equivocarnos, de atarnos irremediablemente a ciertas personas que nos marcan para siempre, de establecer vínculos con lugares especiales en nuestras vidas, de tener sueños que no sabemos si llegaremos a realizar algún día. Y no tenemos en cuenta el tiempo realmente hasta que somos conscientes de que se acaba una nueva etapa o de que se acerca una nueva despedida. Vivimos realmente cada día como si fuera el último. No en el sentido de que hagamos locuras cada día, sino que vivimos ciegos, sin querer aceptar el carácter efímero que tiene todo en esta vida. Nos cuesta horrores asumir que no somos inmortales, que no tenemos verdaderamente poder sobre muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor y que no está en nuestras manos realizar nuestros sueños. Pero llegan momentos en los que la propia vida nos obliga a aceptar esos hechos. Y claro, acostumbrados a vivir ciegos y en nuestra propia fantasía, nos duele mucho que la vida nos recuerde que nada es para siempre, aunque lo parezca. Nada.

Por eso estoy en un momento extraño, de transición y de excesivo autoengaño. Me he propuesto no volver a pensar más en despedidas, trabajo, másters, compañeros, amigos, etapas y demás hasta que llegue el momento. Juro que llevo intentándolo semanas, pero mi subconsciente es un hijo de puta. Y se entretiene en hacerme soñar con todas esas cosas. Juega a controlarlo todo, a romper las reglas, a desafiar el destino y tomar las riendas de mi vida. Y me hace sentir que puedo. Y luego, cuando descubro que no, el golpe es más duro. Pero claro, mi subconsciente pasa de los efectos que tienen sus jueguecitos en mí. Y sigue mostrándome mientras sueño, imágenes de lo que podría ser y yo sé que jamás será. Y así con todo.