jueves, 11 de abril de 2013

Independencia.

La independencia no se entiende bien en la actualidad. De hecho creo que todo el mundo lucha incesantemente por depender de alguien, o por que alguien dependa de ellos... Eso me hace sentir un poco extraña e incluso mal algunas veces.

Yo siempre he sido una chica romántica, que se enamoraba prácticamente del aire. Quería (necesitaba) alguien que me amara, que me mandara mensajes románticos, que me llamase todas las noches antes de irse a dormir o que me cogiese de la mano por la calle. Estaba casi siempre en las nubes. No había un sólo día que no pensara en algún chico y lo encumbrara como al hombre de mis sueños. Cada noche, antes de dormir, imaginaba que había alguien a mi lado, abrazándome. De hecho, necesitaba pensar eso para poder dormir.

Ahora todo eso me parece un sarta enorme de tonterías. Mi personalidad ha dado un giro drástico, radical. He conocido muchos chicos, he besado muchos labios y he probado muchos sexos. Lo suficiente como para darme cuenta de que realmente la única persona que necesito que me quiera soy yo misma, y que hasta que yo no consiguiera eso, no lograría ser feliz. Y, tras dos años de depresión y una larga temporada de reflexión sobre las relaciones viéndolas desde fuera, he comprendido que estoy bien así, sola. Al menos por ahora.

Cuando me paro a pensarlo, descubro que realmente no estaba preparada para tener una relación. Había mucha falta de autoestima y demasiada dependencia de por medio. Creo que una relación debe ser algo entre dos personas que implica un grado de confianza y respeto enormes. Mientras reflexionaba durante este tiempo sin nadie como pareja, he llegado a la conclusión de que no me han sabido querer. Y no es un arrebato de prepotencia, no. Es simplemente una certeza a la que he llegado después de tomarme un tiempo prudencial para mí.

Yo quizás no sé lo que quiero, pero sí sé lo que no quiero. No quiero que nadie dependa de mí, no quiero que nadie me eche de menos cada día que no hablamos, no quiero que me digan que soy especial, no quiero que me traten como a una princesa, no quiero que me lleven a ver las estrellas, no quiero que me acompañen a casa, no quiero que me protejan, no quiero que me cuiden, no quiero que me hagan sentir indefensa o frágil... No quiero nada de eso. Prefiero una persona que me entienda con sólo una mirada, que me deje mi espacio sin resentirse ni rechistar. Prefiero tener a mi lado a alguien que no me controle, que confíe en mí, que me respete siempre y que no tenga tendencia a montarse historias por cada Tweet que escribo o cada cosa que hago. ¿Que me quiera? Sí, también. Pero que me quiera cuando tenga que quererme. Que sepa tratarme como una puta en la cama y como a una señor(it)a el resto del tiempo. Que no me juzgue por mi vida pasada. Que no me tenga miedo, sino sólo respeto. Devoción no, por favor. Me conformo con que me valore con todo, mis virtudes y mis (muchos) defectos.

Yo no quiero monotonía ni rutina, sino aventuras, viajes y experiencias nuevas. Yo no quiero que me encumbren, sino que me dejen ser independiente y el (o ella) también. Yo no quiero romanticismos vanos, sino sexo maravilloso. Yo no quiero más palabras, sino más acciones. Yo no quiero malas miradas, sino buenos gestos. Yo no quiero bailar bajo la lluvia, sino caminar en silencio bajo el Sol. Yo no quiero regalos, sino entendimiento. Yo no quiero puntos suspensivos, sino puntos y seguido. Yo no quiero aniversarios, sino momentos inolvidables con mis amigos (o los suyos, o los nuestros). Yo no quiero estancarme, sino fluir como el agua del mar. Yo no quiero dejar de vivir, sino aprender a vivir compartiendo mi vida con alguien.

Mi independencia actual me hace más fuerte. Soy prácticamente una Licenciada y, dentro de poco, una joven empresaria. No necesito nada más que fuerza para ser capaz de darlo todo en aquellas cosas que decida hacer, mi familia para apoyarme y mis amigos para regalarme momentos inolvidables. Nada más. Creo que esta independencia se debe a que aún no he conocido a nadie con quien me apetezca compartir mi vida. A veces pienso que soy demasiado difícil de llevar o de entender. Quizá tengo puesto el listón muy alto y pido mucho. Pero si pido mucho a los demás es porque también me pido mucho a mí misma. Necesito una balanza equilibrada, no otra descompensación como las de las relaciones anteriores. Quiero alguien fuerte, serio, inteligente, aventurero y comprometido. ¿Es tan difícil? Yo creo que no. Pero el mundo tiene otra opinión.

Por lo pronto, mi estado actual sólo me provoca muchas ganas de conocer esos "otros peces en el mar" y probar nuevos labios, nuevas sensaciones y nuevas experiencias. No necesito amor (excepto en momentos muy raros y poco habituales), sino sexo. Mucho sexo para liberar estrés. Me apetece acostarme con alguien (a poder ser que esté bueno y lo haga bien) y que después se quede tumbado a mi lado abrazándome pero sin esa necesidad de cariño o amor que implica hacer eso con una pareja. Quiero que se vaya a la mañana siguiente, después de preparar café, que me de un beso en la frente y otro en los labios, y que me diga "Hasta que nos volvamos a encontrar".

Aún así, soy incapaz de salir a la calle a buscar eso. Porque no creo que nadie lo entendiera, ni siquiera esa otra persona. Quiero una adicción con esa persona sin sentimientos de por medio. Quiero no tener que dar nada más allá de esos momentos de placer y lujuria. Y no quiero tampoco que me den nada más.

La vida da muchas vueltas. Puede que mañana quiera que me quieran (y no que me follen). Ya se verá. Porque, si hay algo que tengo muy claro es que no merece hacer planes. Es mucho más divertido, dinámico y aventurero improvisar. Y eso haré mientras disfruto de mi juventud y de mi independencia.

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