jueves, 30 de diciembre de 2010

2010: El año de la ceguera.

Take my hand, take a breath, pull me close and take one step. Keep your eyes locked on mine and let the music be your guide...
Quiero tener un baile de graduación como el de la película de High School Musical 3, ¿vale? Tengo la película de fondo mientras hago balances de mi 2010. No hay peor escenario, pero me encanta la peli.

He pasado gran parte del día dándole vueltas al puñetero año y al final he llegado a la conclusión de que pesan más las cosas malas del 2010 que las buenas. Y sí, ya sé que es triste, pero (como siempre) también es cierto. A continuación evaluaré el año prácticamente mes por mes.

Atención: si no estás dispuesto a soportar lo que viene, no sigas leyendo.

Comenzar un año con pareja me pareció un poco raro, pero en cierto modo también bonito e interesante. Las navidades pasadas fueron algo similares a estas, pero considerablemente mejores, creo recordar. Acabé el 2009 llorando y empecé el 2010 también llorando. ¿Por qué?, puede que os preguntéis. Pues por diversos motivos. No fue un año fácil el 2009 y me daba algo de miedo el 2010. Claro que en ese momento no sabía cuánta razón tenía al sentir miedo. En la primera semana, recuerdo ir con mi mejor amigo a comprar regalos de reyes, al cine, a pasear... Y era bonito. Y yo era feliz.

Justo antes de empezar los exámenes hubo dudas. Me encerré en un piso en Cádiz con dos amigas y demasiado cerca de un antiguo amor. Me enorgullezco de decir que superé la prueba, a pesar de que parecía que las ganas me iban a poder en cualquier momento. Y pasaron los exámenes y también los superé contenta. ¡Por fin aprobaba Matemáticas 2 y 3 gracias a la que era entonces mi mejor amiga! Ahora es una completa desconocida.

Y mientras pasaba todo eso, iba teniendo cada vez más y más problemas con mi otra mejor amiga, que además vivía conmigo. Fue un poco raro. Estaba dejando realmente de lado a gente a la que quería, me estaba encerrando en una sola persona (aparte de mi novio y de mí misma) y no me estaba dando cuenta de lo que estaba perdiendo, de lo que estaba haciendo. Además en aquellos primeros meses del año comenzaba a conocer a gente nueva, gente con la que apenas había hablado en toda la carrera. Y me estaban sorprendiendo gratamente, me caían muy bien. En ese sentido de conocer gente nueva y tal, sí que fui consciente de que algo estaba cambiando en mi vida, en mí. ¿El problema? Pues que me estaba encerrando en ese grupo de personas y de ahí no salía, y eso no es normal en mí.

Cada vez más lejos de la que había sido hasta hacía poco mi mejor amiga, otra nueva mejor amiga se estaba haciendo cada vez más fuerte. Aparte de los problemas que yo ya tenía de por sí con la otra chica, mi nueva mejor amiga tenía los suyos propios en los que yo (también sin ser demasiado consciente de ello) me involucré demasiado. Finalmente, en Mayo aproximadamente, mi relación con mi ex mejor amiga terminó. Nos ignorábamos en casa, en la facultad, en la calle. Daba igual. Y yo lo estaba pasando verdaderamente mal, pero como tenía una nueva mejor amiga, me apoyé mucho en ella. Ahora descubro que me apoyé demasiado.

Con mis nuevos amigos todo iba viento en popa mientras que los antiguos colegas me reprochaban mi falta de atención y mi pasotismo en lo que a ellos respectaba. En ese momento yo no veía el problema e incluso me sentía ofendida. Efectivamente: estaba ciega. Pero claro, no tenía tampoco mucho tiempo de pensar, porque ahora tenía mil planes con mi "grupo" y estaba emocionada con todos y cada uno de ellos. Ya he dicho qe no veía más allá.

En cuanto a mi relación amorosa, todo iba bien. Éramos muy diferentes, sí, pero la compenetración entre nosotros era cada vez mayor. Nos queríamos muchísimo, pero nos negábamos a aceptar que no es lo mismo querer que amar. Nosotros nos adorábamos, vivimos un montón de cosas juntos, fuimos muy felices, compartimos miles de experiencias y, sobretodo, íbamos muy en serio. Sin embargo, ya en Junio mi relación se tambaleaba un poco, aunque intenté ignorarlo y continué con lo mío. Lo curioso es que a la vez que yo sentía que me estaba alejando más y más de mi novio, otra nueva pareja empezaba a emerger. Mis nuevos dos mejores amigos se gustaban, aunque yo sólo sabía que a él le gustaba ella. Mi amiga nunca me dijo nada acerca de sus sentimientos. Me hacía muchísima ilusión que estuvieran juntos, así que yo, como una idota, intenté por primera vez en mi vida hacer un poco de "celestina" y conseguí que pasaran muchísimo tiempo juntos. Poco a poco, acabaron por ser casi uña y carne. Y yo, por supuesto, era la más feliz de mi edad. Eso era porque no sabía lo que se me vendría encima mucho después. Acabarían juntos en Julio y siguen ahí hasta la fecha.

Junio, exámenes... Tiene poco más que decir, la verdad. Destacaría el final del Junio, cuando mi ex mejor amiga se fue de casa y me dio dos besos. Lo mal que lo pasé aquel día no lo sabe nadie excepto yo. Fue horrible, violento y muy duro, os lo puedo asegurar. Sin embargo, también durante este fatídico mes, hice un nuevo plan con mi super grupo de fantásticos amigos: irnos a Portugal de vacaciones juntos después de los exámenes, la primera semana de Julio. Y así lo hicimos: al terminar los exámenes, y después de mudarnos de casa mi mejor amiga y yo, lo preparamos todo y nos fuimos a Portugal, a la aventura, a disfrutar como las personas jóvenes que éramos. Reconozco que me sentí muy viva al apuntarme a esa pequeña locura. Sin embargo, ese viaje en lugar de reforzar la relación con mi novio, la enfrió aún más. Estábamos fatal cuando volvimos a casa y además se nos planteaba el verano por delante, lo cual iba a ser bastante duro de llevar. A pesar de eso seguimos adelante. El viaje a Portugal, en contraposición a lo que ocurrió con mi novio, me unió muchísimo a dos de mis amigos de mi grupo. A día de hoy, son las dos personas del grupo en las que más confío (y eso que ya no confío en casi nadie, con lo que pueden darse por afortunados).

Y volví a casa. y me encontré con mi mejor amigo, que me esperaba para ver el maravilloso partido con el que España ganó el mundial de fútbol. Disfrutamos muchísimo, hablamos un montón y fue un día maravilloso. Fue el único día en todo el verano que nos vimos. El resto de verano se resume en cosas tan rutinarias, tontas y horribles como: ensayos, ayudar en casa, estudiar, salir a tomar un tinto con las colegas, estudiar, estudiar, estudiar, salir de fiesta un día, estudiar, ayudar en casa, más ensayos pesados y repetitivos (aborrecí las canciones de Fama y Mamma Mía)... Horrible. Si a eso le sumamos que mi mejor amigo pasó de mí durante la mayor parte del verano, tenemos la combinación que por poco me mata. No daré más detalles, pero sí diré que había desde hacía bastante tiempo algo más que amistad entre nosotros, pero que la situación era muy complicada. Insostenible casi. Sólo puedo dar las gracias por que mi novio estuvo aquí en casa unos días y yo estuve en la suya también unos días. Sino, no sé qué hubiera hecho. En agosto, me pudieron los celos en este tema de mi mejor amigo y acabé por cargarme la relación con ese chaval, al que quería con locura. Me dí cuenta entonces de hasta qué punto lo quería y era fundamental en mi vida. Por supuesto, se lo dije, pero no cambió nada. Total, yo había metido la pata hasta el fondo. Y me costó trabajo asimilar su indiferencia, pero lo asumí y adelante.

La vuelta a Puerto Real fue al principio magnífica, reencuentros y tal. Todo perfecto. Luego ya empezaron los exámenes y justo un día antes de ellos mi magnífico accidente, que aún me tiene bien jodida, por cierto. Durante los exámenes la relación con mi pareja empeoró aún más. Había sido dura de llevar durante el verano, pero en exámenes fue el colmo. Acabó. Y lo pasé aún peor de lo que ya lo estaba pasando. Detengámonos un momento a hacer recuento, ¿vale? Ahí va: 2 meses, dos rupturas, lejos de casa, superándolo todo yo sola. Genial. Iba todo peor imposible. Y no paró ahí. Desde ese momento y hasta la fecha, mi mejor amiga (esa que me había apoyado tanto el año pasado, con la que fui uña y carne, la que me contó su vida y le conté la mía, con la que hice tantas locuras) se convirtió en otra persona. Una persona que vivía encerrada en su mundo perfecto y maravilloso al lado de su nuevo y magnífico novio (al que yo también quería muchísimo porque era mi mejor amigo y un tío de puta madre). Pasó de ser la chica a la que yo conocía tan bien a ser una persona para la que yo ya no era importante porque ahora tenía un compañero con el que compartir todo. Y cuando digo todo me refiero a todas esas cosas que antes hacíamos juntas y que ahora las estaba haciendo con él. Todo. Como soy una imbécil, pensé que era sólo una mala racha. Obviamente me equivocaba a lo bestia.

Pero claro, yo lo estaba pasando mal. Acababa de perder a los dos chicos más importantes de mi vida (aparte de mi padre, por supuesto) y mi mejor amiga no estaba ahí. Ni ella ni prácticamente nadie. Sólo tuve a dos o tres amigas, con las que además no tenía tanta confianza. Pero desde ese momento, les tengo un afecto especial porque me dieron muchísimo cariño y me hicieron sonreír cuando más negras estaban las cosas. Y así fueron pasando los meses: Septiembre, Octubre, Noviembre... Y con mi mejor amiga nada cambiaba. Ella vivía en su mundo y, aunque intenté hablar de ello con ella, nunca consiguió entender lo que yo le estaba intentando explicar, lo que yo sentía, lo que yo necesitaba de ella. De hecho, en lugar de eso, se montó una película un poco extraña que aún no sé de qué va y que sólo la entiende ella. Y así, poco a poco, fue buscando errores en una cantidad increíble de cosas que yo hacía. De repente nada le parecía bien. Pero paso de profundizar en ese tema. Simplemente diré que la cosa ha ido en tres meses de mal en peor, y que, en vez de ayudarme un poquito (sólo un poquito, por Dios) me ha ido hundiendo cada vez más en la mierda. Y lo sabe. Y no le importa, porque lo ha demostrado claramente. Por supuesto, mi mejor amigo está infinitamente más lejos de mí de lo que lo estaba en verano, por ejemplo. Y eso también me ha hecho muchísimo daño. Se juntaron los dos y, no sé muy bien cómo, me han ido jodiendo conscientemente o no.

Por otro lado, en Octubre, el chaval con el que me cargué mi relación en verano (mi mejor amigo en mi pueblo), se puso en contacto conmigo. Me sorprendió y me alegró tanto que dejé de lado todos mis planes para estar con él aquella noche. Y fue genial, y pude sonreír, y todo volvió a ser como antes. Hicimos como si en verano no hubiera pasado nada. Desde ese día fue curando poco a poco mis heridas y estuvimos muy bien. Excesivamente bien. Parecíamos prácticamente una pareja... Era todo demasiado bonito y perfecto para ser verdad. Hace aproximadamente un mes tuvimos un cierto problema y me hizo un daño imposible de expresar con palabras. Me hizo sentir utilizada y realmente fue horrible aquel día que me hinché de llorar metida en su coche. Irónico que afuera tampoco paraba de llover. Pero él me dijo que estaba mal y yo (tan jilipollas, tonta e inocente) le creí. Así que, como no podía vivir sin él en ese momento, decidí darle otra oportunidad. No aprendo, no aprendo. No. Hace dos semanas, me volvió a decepcionar. Primero con mentiras, después con rodeos, finalmente reconoció que está de puta madre con su novia y con sus actos me ha dejado aún más claro que pasa de mí. Que para él yo ya no soy nada. Vamos, que me ha utilizado mientras le ha ido mal con la chica de su vida. Y eso sí que es duro. Y más viniendo de tu mejor amigo. Siendo la persona que más necesitas con lo mal que lo estás pasando y que te haga daño a conciencia, de esa manera tan egoísta y cruel. Perfecto. Ya casi lo he superado. Casi. Aún no termino de saber si quiero matarlo o tirármelo. Es una decisión difícil.


Y aquí nos plantamos, en Diciembre. Asqueroso Diciembre. Sólo con pensar en la época del año en la que estamos (Navidad) se me revuelven las tripas.

Resumamos el año: he perdido a mis dos mejores amigas porque se han portado a cual peor, he jodido dos relaciones amorosas (una de ellas se ha jodido 2 o 3 veces, muy fuerte todo), he dejado de lado a gente que en realidad siempre ha estado ahí, me he metido en una especie de "secta" de manera un poco inconsciente (pero fui feliz entonces), he aprendido a ver que sólo la familia es lo que está siempre ahí, pero también he conocido a Isa y se ha convertido en mi sustento cuando no puedo estar en mi hogar, he conocido a gente nueva, he tenido un accidente, he ido a dos conciertos (ambos gratis, porque yo lo valgo xD), he salido del país, he estado a punto de ser infiel, he estudiado como una auténtica bestia, he visto a mi tía abuela de 90 años llorar como una niña pequeña porque se siente infinitamente sola (aparte de estar totalmente convencida de que es una carga para todo el mundo), he salido de fiesta en ocasiones contadas pero dándolo todo todísimo... Mucha tela para un sólo año.

En definitiva puedo decir que el 2010 ha sido un año muy duro, con demasiados altibajos, con demasiadas alegrías y demasiadas putadas. Muy difícil, en serio. He estado muy ciega. Como decía mi madre anoche "El Sol me ha cegado tanto que no he podido ver las estrellas" y ¡joder! a mí me encantan las estrellas. Paso de tanto Sol y tanta tontería. Paso de ese chaval del que he estado enamorada hasta hoy. Paso de la que supuestamente era mi mejor amiga y me ha jodido de manera sobrehumana y a conciencia. Paso de los que no valoran lo que tienen ni aunque lo pierdan. Paso de la gente egoísta. Paso de los cobardes, los que van por detrás. Paso del que es un puto borrego sin personalidad. Paso de los que imponen. Paso de todos lo que no lo merecen.

Yo ya no quiero nada. Pero nada. De nadie. El 2010 me ha enseñado a estar sola. Y me estoy acostumbrando.

Ojalá en el 2011 alguien sea capaz de conmoverse, como yo, con una sonrisa de una persona mayor, con la mirada de un bebé, con el sonido de una tormenta, con ese golpe que supone bajar a la realidad y dejar de soñar, con un arco iris, con un cruce de miradas y sonrisas con una persona desconocida en un tren, con una nube, con un abrazo de un/a verdadero/a amigo/a, con un beso de una persona perdida, con una cena en familia en la que la mayoría de las personas sentadas a la mesa tengan más de 50 años... Hay miles de cosas que me conmueven, que me hacen llorar o emocionarme. Soy hipersensible. Y me encanta. Veo siempre más allá. No seré una más en la multitud por más que intente disfrazarme. Yo soy yo.

Y
este año me ha enseñado quién soy, cómo soy y qué quiero ser en este mundo lleno de locos.



PD: Año nuevo, vida nueva, móvil nuevo, portátil nuevo, corte de pelo nuevo, estilo nuevo... Y ya puestos, ¡me cambio también de actitud!

FELIZ 2011 :)

martes, 28 de diciembre de 2010

Historias. I.

Hacía frío fuera.

La sensación al entrar en casa era bien distinta: una oleada de calor te envolvía suavemente. Nada más entrar, la luz se encendió automáticamente al detectar a los dos cuerpos que acababan de cruzar el umbral de la puerta de entrada. Heileen, por una vez, no sonreía. Estaba preocupada. Oscuras y sombrías dudas acechaban su alma y se apoderaban de su corazón. Miró a su acompañante, un chico alto, con el pelo algo largo, rubio y siempre revuelto. Tenía los ojos de un tono verdeazulado tan profundo como el mar, en los que a veces se distinguían destellos de infinita inteligencia o de ilusión o de cariño, pero normalmente era un chico algo raro. Ese halo de misterio y seriedad impenetrables que lo envolvían, hacían de él un joven cuanto menos interesante. Su nombre era Ahlaex y había sido durante largos años el mejor amigo y confidente de Heileen. Ésta se estaba desembarazando del pesado abrigo que la había preotegido del cruel frío exterior, cuando sintió a Ahlaex observándola.

- ¿Qué ocurre? -preguntó, descubriendo la mirada habitualmente seria de su amigo.

- Nada. Es sólo que te noto cambiada -contestó él sin concederle más importancia, mientras se acomodaba en un amplio sofá frente al cual encendió con sólo un chasquido de sus dedos, una antigua chimenea.

Heileen solía tener cierta debilidad por los artilugios rústicos o antiguos. Decía a menudo que eran objetos o señales llenas de mil historias que no habían sido jamás escritas, que había que saber ver, interpretar, escuchar. Resultaba fascinante ver cómo podía pasarse horas observando un antiguo mapamundi del siglo XIV o una maqueta de algún buque de guerra inglés de hacía más de dos siglos. También ella era una chica algo particular. Quizá por eso entre ellos las palabras sobraban y se entendían sólo con miradas. Sin embargo, siempre habían conseguido ser sólo amigos. Ella era atractiva, la verdad. Tenía un cuerpo bien formado, el pelo rubio oscuro (casi castaño) le solía caer como una melena sobre los hombros. y sus ojos eran soñadores, siempre soñadores y de un tono almendrado que resultaba de alguna forma mágico. Era bonita a su manera, sí. Pero precisamente era eso lo que la hacía tan inalcanzable como el Sol.

La joven se acomodó junto a Ahlaex en el sofá. Después, algo nerviosa pero sin despegar su mirada de los bellos ojos de él, dijo:

- Estoy lista.

- Bien -contestó él sin cambiar ni un ápice su expresión.

Y, acto seguido, él tomó sus manos y acarició su frente. En pocos segundos, la chica se dejaba caer sobre sus piernas, aparentemente dormida. Acababa de traspasar la frontera entre lo material y lo inmaterial. Estaba a punto de enfrentarse a todo aquello que estaba sacudiendo su vida en el plano inmaterial desde hacía ya meses. Tendría que luchar contra los sentimientos, las emociones, las impresiones; y tendría también que tomar decisiones, algunas muy duras, para poder seguir su camino correcto. Aquel que la brújula le había señalado.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Eso.

Eso de que sólo esa persona te mire y se de deshaga el corazón.
Eso de que sólo te salude casi fríamente después de haber pasado por tantas cosas.
Eso de desear odiarle con todas las fuerzas de tu corazón, consiguiendo sólo amarlo más.
Eso de ansiar matarlo con tus propias manos cuando sabes que serías totalmente incapaz.
Eso de asumir que te ignore de una manera tan brutal.
Eso de que por más que lo intentes, te afecta cada paso que da.
Eso de no poder abrazarle, besarle, quizás también golpearle.
Eso de no tener ni siquiera una explicación de por qué adopta esa actitud.
Eso de que, una vez que te tiene en sus manos, sea tan inconstante como el viento, que cambia siempre de dirección.
Eso que recuerdo que sentía cuando me rozaba.
Eso que recorría mi piel cada vez que me besaba, creo que era un escalofrío.
Eso de que nada es para siempre, aunque ansíes creer que sí.
Eso que no sé explicar y que me estremece por dentro de una manera que me asfixia.
Eso que estaría haciendo anoche.
Eso que sé que no debería desear.
Eso que está condenado desde un principio, pero no me importa.
Eso de que o mato este sentimiento o me matará él a mí.
Eso de tener que recordar cada paso que dí a su lado por distintos lugares.
Eso de echarle de menos incesantemente.
Eso de que de nuevo el mundo ha perdido su color.
Eso de que me cuesta más sonreír.
Eso que sé que lo superaré, que lucharé por olvidar y seguir. Sólo seguir.
Eso que me muero por volver a sentir.
Eso que ansío escuchar de tus labios.
Eso que no te he perdonado y que tú no lo has pedido. Que sé que no lo harás, pero sé que yo sí que lo haré.
Eso que me juré a mí misma mil y una noches que no volvería a pasarme. Sí.
Eso de las relaciones similares a una montaña rusa. A eso me refiero.
Eso de que siempre hayamos luchado por esto, pero ahora seamos incapaces.
Eso de que juegues conmigo como si fuese tu juguetito, y después me dejes así.
Eso de mirarnos y que me quiera morir allí mismo.
Eso que estoy harta de escuchar en mi interior, pero que me niego a obedecer, aunque sería lo mejor.
Eso que tú y yo sabemos porque sólo tú y yo lo hemos vivido.
Eso que nos une.
Eso que nos separa.
Eso que no sabes valorar.
Eso que me está volviendo loca.
Eso por lo que te odio.
Eso que no puedes darme, pero me da igual.
Eso que necesito de ti.
Eso de desearte que sufras lo que estoy sufriendo.
Eso de arrepentirme al instante por ser tan cabrona.
Eso de no soportar verte tan cerca y a la vez tan lejos de mí.


Todo eso... ¿te parece poco?

viernes, 24 de diciembre de 2010

Odio la Navidad.

Hay veces en las que necesitamos creer en algo, lo que sea, para no lanzarnos al vacío. Sientes la gravedad frente a ti, tan cerca de tus pies, pero en el fondo sabes que no quieres lanzarte, que hay más, mucho más. Y que todo en esta vida tiene solución, menos lo que tú mismo estás a punto de hacer. Es en ese momento, en el que vacilas entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad, entre ser o no ser, entre crear o destruir; cuando te aferras a lo que sea. Sí, rebuscas en tu interior hasta que encuentras entre tus mil pensamientos y sentimientos aquel que será tu tabla de náufrago esta vez. Y así, mientras recorres ese complicado entramado de impresiones, coges un pensamiento y dices para tí mismo: "Oh, sí, vaya, este pinta bien", pero enseguida se enturbia con tu situación actual. Pero tú no te rindes y te lanzas a por otro: "A ver qué tal este...". Pero no, ese tampoco porque ahora mismo está inutilizable. Y así vas pasando a una velocidad que da verdadero miedo los segundos de la lenta tortura que supone darte cuenta de hasta qué punto estás hundida en la mierda. ¡Para que después digan que te compadeces demasiado de tí misma! ¡Ja! Si hasta ese mismo momento no te das cuenta de lo insignificante que eres en este mundo de locos. Hay instantes en los que tienes la total y absoluta certeza de que si desaparecieras del mapa (vamos, si te murieras ahora mismo, que es en realidad lo que más deseas en ese momento) muy poca gente lo notaría. Y eso te alienta. Pero siempre hay ago que te frena. Al fin, siempre acabas por encontrar ese pequeño hilo que te ata al mundo, que te impide caer y, a pesar de ser tan pequeño, remonta la altura cargando con todo tu peso, sin vacilar. Y vas, poco a poco, volviendo a la realidad. Cuando estás ahí, frente a ella, inmediatamente te vuelves a derrumbar. Pero, de nuevo, te aferras a ese pequeño hilo de tu consciencia para no precipitarte al vacío, y así evitas volver a lo de antes. El proceso de asunción de la situación actual es muy duro, complejo y sobretodo lento, pero se consigue. Doy fé.

Además es que hoy reconozco que estoy cabreada, y mucho, porque he estado pensando y he llegado a la aplastante conclusión de que: si para ser alguien o algo en esta vida, tengo que ir comiéndole el culo a una panda de gente amargada y sin vida propia, pues paso. Paso totalmente. No llegaré a nada ni a ser nadie en esta asquerosa vida, llena de gente sin dignidad, principios, valores, personalidad y sin dos cojones para hacerse valer ante esos pequeños déspotas que día a día los subyugan bajo su aparente superioridad. No puedo, no quiero, no lo soporto. ¿Que yo haga algo? Sí, venga. Y digo yo: ¿para qué? Me basta con no hacer lo que quieren, con no darles la razón, con ignorarlos a ellos, a sus normas, a sus ideas. La ignorancia es el peor insulto. Y yo simplemente los ignoro. ¡Pobres de ellos si no son conscientes de mi posición! Ellos se lo pierden. Yo sigo a lo mío, porque ya vale de ir queriendo agradar a unos y a otros (aunque sé que al fin y al cabo lo acabaré volviendo a hacer con quien considere que lo merezca), ya que eso es algo que esta muy poco valorado.

Sí, opino que vivimos en una sociedad totalmente pesimista a nivel psicológico. Y sí, yo soy la primera. Y que conste que nunca lo he sido. Pero es que parece que de repente lo que se lleva o se estila es ver lo malo de las cosas, buscar los errores en el de al lado, ver la mierda en casa ajena sin mirar la nuestra propia. ¡Qué agobio! Yo es que ¿qué queréis que os diga? Con esas presiones de que estén continuamente reprochándome cosas, diciéndome qué tengo que hacer y cómo he de hacerlo, cuándo tengo que hacer cada cosa... Mira, no. Conmigo creo que la gente está un poco equivocada. Es que veo el puñetero pesimismo por todos lados. ¡Vale ya, joder! ¡Vale ya! Que de todas las acciones y las cosas que ocurren día a día se pueden sacar conclusiones buenas y, sino, a ver si no damos tanto por culo. Porque puede que la otra persona (sí, esa a la que estás tratando de martirizar por cada error que comete) esté pasando por un momento duro o difícil de llevar. Pero no, señores, no. Porque, además de pesimistas, en la sociedad de hoy en día, somos unos egoístas. Sólo nos miramos a nosotros mismos, sin pensar en ningún momento en la persona que tenemos al lado. Se nos olvida que también tiene problemas, que siente y que padece. Y no es justo. Puede ser que esa persona haya pasado con nosotros momentos muy malos o que haya tenido que escuchar durante largas horas nuestras penas (que puede que él/ella ya las conociera, pero nunca nos calló por cansado/a que estuviese y nos escuchó), y ahora llegamos nosotros, con toda nuestra arrogancia y egoísmo y les tratamos así. Pues no, no es justo.

Todo esto que escribo puede ser resultado de varias cosas: el agobio de la semana y media antes de la vuelta a casa, las recientes frustraciones a nivel artístico, el extrés de tener que pasar unas vacaciones amargada estudiando, mi desastrosa vida sentimental, el hecho de perder a gente que pensaba que tenía incondicionalmente, la desconfianza que tengo sobre el hecho de poder cumplir lo que se espera de mí en estas fechas y, por supuesto, el asqueroso hecho de que es Navidad. Sí, otra vez. Un año más en el que siento que no avanzo, que estoy estancada. Un año más en el que sinceramente, prefiero que no aparezcan por aquí. Un año más en el que no sé qué me pondré en Nochebuena ni en Nochevieja (y sí, estamos a 23 de Diciembre, es genial). Un año más en el que no sé qué esperar de nada ni de nadie, porque cuanto más esperas, más te decepcionas. Un año más en el que volveré a hincharme de llorar por motivos varios y, para mí, justificados más que de sobra. Un año más para sentirme perdida en una multitud de quehaceres, familia, comidas, amigos/as, adornos, falsas sonrisas... ¡Bah! Sinceramente, debo reconocer que por más empeño que le he puesto, llevo ya por lo menos un par de años odiando la Navidad. Y lo peor son los que quedan, aunque no pierdo la fé en recuperar la ilusión por estas fechas. Aunque sea por mi hermana pequeña...

Por hoy (y de paso también por ayer), ya me he llevado los primeros tres o cuatro grandes chascos. ¿Cuántos más me quedarán? Seguramente lo iré contando aquí... Total, con nadie más me atrevo a hablar que no sea conmigo misma. Y creo que es mejor así.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Las 40+1 impresiones del día.

  1. Vivir con desconocidos no se me da bien, pero aprendo rápido.
  2. Si nadie te tiene en cuenta, da media vuelta y sigue tu camino con una indiferente sonrisa.
  3. Sí, adoro la indiferencia y la ignorancia voluntarias.
  4. No sé ser mala, pero estoy aprendiendo un poquito.
  5. Si pasan de mí una, dos y hasta tres veces, que no esperen que vaya detrás de esas personas. Quien lo haga, se equivoca.
  6. Sí, me estoy riendo.
  7. No es contigo, es de ti.
  8. Prefiero estar sola y encerrada en mi mundo que estar mal acompañada.
  9. Los días nublados son preciosos para estudiar.
  10. Una buena música, incienso y un par de velas me parecen un escenario perfecto para acostumbrarme a vivir sola en casa.
  11. Nunca necesité a nadie, aparte de mi familia.
  12. Por eso soy independiente del resto del mundo (incluido/a tú, que estás leyendo esto).
  13. La personalidad es un bien escaso.
  14. Me alegro de poseerlo.
  15. De los errores se aprende.
  16. Porque nadie es perfecto.
  17. Tú tampoco, por mucho que lo intentes.
  18. Cuando uno/a está tan solo/a es cuando se da cuenta de la gente que realmente lo/a aprecia.
  19. Que nunca te aten las alas.
  20. Vive siempre libremente.
  21. No te dejes llevar por la multitud.
  22. Sé que tengo varios fans deseosos de darse por aludidos con algo que escriba en este blog.
  23. También sé que nunca lo reconocerán.
  24. Me centro desde hace algún tiempo en los pequeños placeres de la vida y los saboreo, relamiéndome.
  25. Recuerda que cada uno queda al final por lo que es.
  26. Nunca te dejes manipular por los "mejores amigos".
  27. Descubrirás que, primero, no merece la pena, segundo, nunca tienen toda la razón y, tercero, probablemente te manipulen consciente o inconscientemente.
  28. Sé siempre lo que quieras ser, no lo que los demás quieren que seas.
  29. Recuerda siempre cómo eres tú, no olvides tu propia personalidad.
  30. Es genial hacer deporte para descargar tensiones.
  31. Resulta agradable tocar algún instrumento de vez en cuando.
  32. Reír hasta llorar, hasta que duela, es recomendable para desestresarse.
  33. Jamás hay que olvidar lo que es verdaderamente importante.
  34. Nunca hay que sentirse superior a los demás, ni dejarlos de lado.
  35. Siempre se puede dar una segunda oportunidad.
  36. Es una auténtica idiotez perder el tiempo con algo que sabes que no merecerá la pena.
  37. No pongas la mano en el fuego por nadie. Te quemarás seguro, sea quien sea.
  38. No te hundas en lamentos.
  39. Piensa que todo en esta vida pasa por algún motivo.
  40. No busques la felicidad, déjala venir mientras vives sonriente.
40+1. Mira siempre lo bueno de las cosas, no te centres sólo en lo malo.



Si a una persona le pones por delante algo bueno que tiene que ver con ella y algo malo que también tiene que ver con ella, ODIO que sólo preste atención a lo malo, ignorando lo bueno, desechándolo como si de una basura se tratase. Y odio aún más que utilice aquello que considera "malo" para hacerte daño. Con gente así, yo no puedo. Por eso ya no soporto ni un minuto más, dejándome llevar.

Por cierto, el OPTIMISMO se lleva, señores. Úsenlo, que aún estamos a tiempo. :)



Si te arrancan al niño que llevamos por dentro. Si te quitan la teta y te cambian el cuento. No te tragues la pena porque no estamos muertos. Llegaremos a tiempo. Llegaremos a tiempo. Si te anclaran las alas en el muelle del viento, yo te espero un segundo en la orilla del tiempo. Llegarás cuando vayas más allá del intento. Llegaremos a tiempo. Llegaremos a tiempo. Si te abrazan las paredes, desabrocha el corazón. No permitas que te anuden la respiración. No te quedes aguardando a que pinte la ocasión, que la vida son dos trazos y un borrón. Tengo miedo a que se pierda la esperanza, que la libertad se quede sin alas. Tengo miedo a que haya un día sin mañana. Tengo miedo de que el miedo te eche un pulso y pueda más. No te rindas, no te sientes a esperar. Si robaran el mapa del país de los sueños, siempre queda el camino que te late por dentro. Si te caes, te levantas. Si te arrimas, te espero. Llegaremos a tiempo. Llegaremos a tiempo. Mejor lento que parado, desabrocha el corazón. No permitas que te anuden la imaginación. No te quedes aguardando a que pinte la ocasión, que la vida son dos trazos y un borrón.
Tengo miedo a que se pierda la esperanza, que la libertad se quede sin alas. Tengo miedo a que haya un día sin mañana. Tengo miedo de que el miedo te eche un pulso y pueda más. No te rindas, no te sientes a esperar. Sólo pueden contigo si te acabas rindiendo, si disparan por fuera y te matan por dentro. Llegarás cuando vayas más allá del intento. Llegaremos a tiempo. Llegaremos a tiempo. Sólo pueden contigo si te acabas rindiendo, si disparan por fuera y te matan por dentro. Llegarás cuando vayas más allá del intento. Llegaremos a tiempo. Llegaremos a tiempo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Hoy.

Si algún día te levantas sin ganas de nada, sin fuerzas para salir de la cama, no te levantes. Coge un buen libro y léelo, o coge el ordenador y engánchate a alguna serie americana, o simplemente vuélvete a acostar. Al día siguiente, te aseguro que te levantarás con ganas de comerte el mundo. Y te lo comerás. Harás esas mil cosas que tenías retrasadas: recoger tu habitación, ordenar la ropa que lleva tirada en una silla desde hace una semana, fregar platos, limpiar alguna parte de la casa, hacer apuntes, ordenar los tochos de distintas asignaturas, organizarte las cosas que tienes que hacer en las vacaciones... Harás todo eso y además harás deporte, porque ya va siendo hora de ponerse en forma. Dejarás, pues, de ser un poco vago/a para pasar a ser esa chico/ que se esconde dentro de ti: vitalista, alegre, feliz, vivo/a.

Cuando un día aparece nublado y ves que ha llovido, no merece la pena achantarse y decir: "Hoy el día será una mierda", sino que es infinitamente mejor poder decir: "Hoy voy a desafiar a esas nubes y a la lluvia, saldré a comprar un despertador y haré todas esas cosas que tengo que hacer".

Y con esta filosofía, me voy a la calle antes de que me cierren las tiendas. Hoy no pienso dejar que el día me ahogue. Hoy viviré.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Me rebelo.


Hay tantas cosas que se destruyen en un segundo... o incluso en tres meses. Y es tan triste que cuesta un poco (sólo un poco) asimilarlo. Y eso que hay cosas que no vienen de sorpresa, sino que ya las ves venir desde hacía tiempo. Pero a pesar de eso, compruebas que es verdad eso de que la esperanza es lo último que se pierde. Alucinante me parece que tengan que pasar cosas así para que una persona sea capaz de conocer a la gente que la rodea. Conocerla de verdad.

Ya llevo un tiempo diciendo que la vida se basa en una decepción tras otra, y compruebo día tras día que tengo razón, que así es.

Ya ayer decía que estoy harta de altibajos, harta de tanta tontería, harta de que me estén utilizando continuamente. Y nada, aquí sigo pensando que ya me da igual, que paso de todo y de todos los que pasan de mí. Que no tengo más ganas de fingir que todo está bien. Que sí, que voy a mi bola y hago lo que me da la gana. Porque tengo una cosa que se llama personalidad y también tengo otra cosa que se llama libertad y que me hace responder sólo ante aquellas personas a las que de verdad importo.

Que tengo muy claro que nada dura para siempre. Pero me resulta triste creer por completo en gente que después me traiciona de unas maneras que no alcanzaba a imaginar. Alucino. De verdad. Alucino con este mundo, con muchas de las personas que lo habitan. Es que de verdad que no me lo puedo creer todavía. ¿Por qué hay gente que aparenta ser lo que no es? ¿Por qué hay gente que se deja envenenar por otros o incluso por sus propios y turbios pensamientos? ¿Por qué hay gente que es tan falsa? ¿Por qué hay gente que calla, que no es lo suficientemente valiente para callar a otros cuando están diciendo algo injusto? ¿Por qué hay personas que se exigen tantísimo a sí mismas, se creen perfectas, y exigen lo mismo por parte de los demás? ¿Por qué hay gente que es incapaz de pensar por sí misma, de guiarse por su propia mentalidad y filosofía? ¿Por qué? ¿Por qué hay gente que un día te quiere mucho y otro día, en cuanto le llevas la contraria en algo o le dices algo que realmente piensas y que es necesario aclarar, te dejan de querer? Es más, te hacen sentir mal contigo misma, te hacen sentir inferior, te hacen sentir invisible. ¿Por qué? ¿Es esto justo? Según ellos sí.

Y digo yo: ¿es que esta gente no tiene conciencia? Puede que yo haya cometido muchos errores (quizás uno de ellos sea incluso ser como soy), pero todo el mundo lo hace. Y nadie es perfecto. Nadie. Yo sólo puedo hacer las cosas lo mejor que puedo y hacerlas como creo que debo hacerlas. No puedo ni quiero hacer nada más. Estoy ya harta de que me pidan que sea algo que no soy.

Mira, yo soy así, tengo esta personalidad. Puede gustarte o no. Pero lo que no es normal es que a una persona le guste durante uno o dos años mi forma de ser y que, de repente y sin previo aviso, cambie su actitud de manera radical y ya no le guste nada. Pero nada de nada. Tan poquito, tan poquito que intentará por todos los medios buscar pegas y errores en todo aquello que yo haga. Es increíble, pero es cierto. Muy cierto.

En fin, que hasta aquí hemos llegado. Que tú puede que me hayas ayudado mucho y que me hayas dado mucho. Pero que yo también te ha dado todo lo que podía ofrecer. Claro que eso, con una persona así, no cuenta. Porque este tipo de personas se dedican a ver lo bueno de la gente mientras les interesa y mientras la otra persona le siga la corriente. Pero después, todo eso no importa y lo que hacen es ver sólo lo malo. Van alimentando su propia versión de lo que quiera que sea que esté pasando y acaban por creérsela hasta la saciedad. Sólo quiero que quede muy claro que a mí nadie me dice lo que tengo que hacer y cómo tengo que actuar.

Pero paso. Porque cada uno tiene derecho a opinar lo que quiera. Yo sólo digo que hay gente que conmigo se ha equivocado, y mucho. Pero yo creo que al final cada uno queda por lo que es.

Sigo pasando de todo. Sí. Porque me da la gana. ¿Algún problema?


Mira, que estoy que me meo de la risa de la situación... Me río por no llorar.


martes, 14 de diciembre de 2010

Días filosóficos (I)

Nunca se me dieron bien las montañas rusas. Pero parece que son mi mayor afición. Me va el riesgo. El peligro. La acción. La inestabilidad. Y, por supuesto, la angustia que todo ello implica.

Sí, eso significa que soy masoquista. Y sí, debo de estar loca para meterme en estos embolaos. Pero es que creo que soy demasiado fiel a lo que siento. Y eso me acarrea muchos problemas. Pero soy así, y los afronto.

¿Qué pasa? Que me he hartado de dar tantas subidas y bajadas. Necesito un poquito, sólo un poquito de estabilidad. A ver si se relajan ya un poco las cosas y respiro un poco de paz, que ya me va tocando. Esto de estar muy muy bien o muy muy mal acabará conmigo cualquier día. Y ya estoy un poco cansada.

Ahora voy a ir a mi bola, a mi ritmo. Quiero ser libre. Quiero que el mundo me deje en paz. Me voy a centrar en mí, en lo que es importante para mí, en lo que puedo conseguir, en lo que me pueden dar. Voy a intentar ser un poquito egoísta, joder. A ver si me sale.

Creo que de nada sirve estar al lado de alguien que o te lo da todo o no te da apenas nada. No me gusta sentirme utilizada, ni que jueguen conmigo. Puedo perdonarlo, sí. Es más, lo he hecho en más de una ocasión, y en más de dos, y en más de tres. Pero ya no más. Ni puedo ni quiero volver a hacerlo.

Ahora, a vivir, que son dos días, y empiezo a indignarme de tener que estar uno y medio de broncas o aguantando tonterías.

¡Qué feliz soy en mi indiferencia total y absoluta del mundo! Me da igual toda esa gente que pasa de mí, que no me quiere ni ver pero pone buena cara cuando está conmigo, me la suda todo aquel que pretenda seguir dando por culo.

Sé que hay miles de cosas en las que estoy intentando hacerlo bien, en las que estoy de nuevo (como una imbécil) dándolo todo y más. Pero no albergo esperanzas ya... No confío en casi nadie. No creo que salgan bien muchas de ellas. Sin embargo, una no puede luchar contra sí misma. Y soñar es gratis. Y a mí me hace feliz, como digo, vivir en mi indiferencia.

La decepción es algo que hay que superar continuamente en esta vida. Me ha costado mucho comprenderlo, pero ahora ya estoy concienciándome para afrontarlo.

Se acabaron las montañas rusas. Quiero estabilidad. Quiero ser. Simplemente ser, no importa si feliz o no, pero dejadme vivir un poco.

¡Ay que ver! Que me tomo los medicamentos para la afonía y se me ocurre cada cosa... ¡Cómo estoy esta noche! Pero bueno, se me pasará.

Yo soy cambiante como el viento. Puedo ser todo y nada. Puedo ser miles de cosas. Pero nunca seré como vosotros. Nunca. Y me enorgullece decirlo.

Me encanta, me encantas, me encanto, me encantamos. Y al carajo con todo lo demás.

Señores, que paren el mundo, que yo me bajo aquí y ahora mismo.

Tranquilos, esta noche un poquito de Idhún, para alimentar mi loca imaginación, y a soñar hasta mañana. Que será otro día, estaré mejor y seguiré siendo feliz en mi mundo de yupi.

:)

viernes, 10 de diciembre de 2010

(Co)razones, de Carlos Salem.


No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

Pero además la he visto seria, ser ella misma,
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.

Por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las cervezas,
y cómo se revuelve sobre las baldosas y qué fácil parece a veces enamorarse.

Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...

Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.

Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio
y que ella aparezca de golpe y de frente
para decirte, venga, hazte un peta y me lo cuentas.

No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

Así que supondrás que yo soy el primero que entiende,
el que pierdas la cabeza por sus piernas y el sentido por sus palabras,
y los huevos por un mínimo roce de mejilla.

Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte,
son algo con lo que ya cuento.

Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.

Que yo también la veo.
Que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.

Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.

Que conozco su voz en formato susurro y en formato gemido y en formato secreto.

Que me sé sus cicatrices,
y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo
para conseguir que se ría
y me sé lo de sus rodillas
y la forma de rozar las cuerdas de una guitarra.

Que yo también he memorizado su número de teléfono,
pero también el numero de sus escalones,
y el numero de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.

Que no sólo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores.
Y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada,
porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna
(y mira que hay tontos enamorados en este mundo).

Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.

Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos
y la he visto formar un charco de arena
rompiendo todos los relojes que la puso el camino.

Y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.

Que lo de "Mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y sólo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

Que te entiendo.
Que yo escribo sobre lo mismo.
Sobre la misma.

Que razones tenemos todos.

Pero yo, muchas más que vosotros.


martes, 7 de diciembre de 2010

Confessions.


Sentada en este sillón, junto al brasero, espero con la mirada perdida. Espero lo que deseo. Deseo lo que es imposible ahora mismo. Espero algo que parece inevitable pero que temo que no llegue a ocurrir nunca. Es algo impredicible el futuro, sí. Pero ahora mismo daría lo que fuera por saber qué va a pasar con todo esto, con nosotros.

Y una vez más, pienso en ti, en vosotros, juntos. Y se me rompe el corazón. Que no lo soporto, que no. Porque cuando nosotros estamos así, ella no tiene que aguantarlo. Entiendo que yo (siendo la situación la que es) lo tenga que soportar, vale. Pero ¿después de esto? ¡Ni de coña! Porque es muy duro saber todo lo que ha hecho esa chavala (por llamarla de alguna forma) y tener que aguantar este montaje de hipocresía. Y ¿sabes qué? Pues que no te veo feliz, y eso me hace aún más daño. Y sé que no eres feliz porque sabes que lo que te dije es verdad. Y te lo sigo diciendo: en cuanto esté fuera de tu vista, te la volverá a jugar y te volverá a hacer daño. Y no quiero verte sufrir, y menos por semejante niñata.

No sé qué hacer, y es que te echo de menos incesantemente. Cada fibra de mi ser te anhela y yo la obligo a callarse recordándole que eres libre. Libre de volar con quien tú decidas. Libre de amar a quien elijas. Libre de escoger si arriesgar una vez más o darnos una oportunidad.

Supongo que sólo me queda esperar. Pero es que me siento tan sola sin ti... Nada es lo mismo. Hay tantas cosas que pierden su belleza y su sentido... Ya pasé por esto una vez. Y fue culpa mía, cierto. Pero ¿otra vez? No puedo soportarlo. Me mata lentamente tu ausencia, me ahoga mi soledad, me hunde esta irremediable agonía. Te echo de menos, ansío correr hacia ti. Quiero ser libre de amarte. Para siempre.

¿Qué voy a hacer, Dios mío? Me estoy volviendo loca aquí entre las brumas de mis incomprensibles pensamientos, entre las locuras que me sugiere mi enamorado y romántico subconsciente. Me da miedo quedarme sola aquí, perdida en algún lugar del espacio y del tiempo, y que nunca vuelvas (que sé que es muy posible ahora mismo). Pero claro, de nada sirve decir que algo me da miedo, porque es justamente dónde sé que me vas a volver a hacer daño queriendo o sin querer.

De todas formas, una vez más, alzo la cabeza, me repongo y me obligo a sobrevivir a todo esto que aún no entiendo.

Sólo quiero que sepas que, hasta que diga lo contrario, te amo.


Tócame como la lluvia.
Acaríciame como los rayos del Sol.
Siénteme como la suave brisa procedente del mar.
Ámame cada noche y cada día.
Abrázame ante el frío desgarrador.
Tiéndeme tu mano en este ardiente desierto.
Salta conmigo al vacío.
Llévame a acariciar las estrellas.
Sonríeme y veré el cielo más azul.
Bésame y beberé insaciable de tus dulces labios.
Tócame y numerosos escalofríos recorrerán mi piel.
Mírame caminar lejos de ti y siente la angustia abrazarte.
Anhélame como te anhelo.

No me dejes marchar.

Por favor.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Zorra.

No soporto a la gente manipuladora, enrea, egoísta, mala, traidora... No sé cómo pueden actuar con esa crueldad y esa falta de escrúpulos. No comprendo cómo consiguen dormir por las noches.

Ahora mismo sólo sé lo que yo quiero, lo que yo siento y lo demás me importa tanto como nada. Porque ya estoy harta de que te creas que me afectas.

Podrás haber jugado conmigo una vez, pero te aseguro que no habrá una segunda. Quiero que me mires a la cara con esos ojos de hipócrita y te jodas, porque sonreiré. Porque has estado a punto de hundirme, de hundirnos, pero hay cosas que ni tú ni nadie puede controlar. Y tú crees y te autoconvences de que puedes tenerlo todo bajo control, de que puedes hacer lo que te de la gana a ti, sin pensar en los demás y esperar que no haya consecuencias y que los demás sigan siendo pobres marionetas girando en torno a ti. Ya te digo que te equivocas.

Mira, chiquita, te voy a contar una cosa que puede que no te hayan comentado nunca: LAS MENTIRAS TIENEN LAS PATAS MUY CORTAS. Y las tuyas más, y más aún ahora que sé por dónde vas y a qué juegas. No pienso volver a entrar en tu insostenible red de enreos e historias inventadas por ti misma.

Cada uno es libre de escoger su camino y yo, en lo que al mío se refiere, tengo muy claro que no vas a hacerme daño otra vez. Conmigo tú no juegas más. Si hay alguien que quiere seguirte el juego, allá él/ella. Pero yo no.

Eres cruel, manipuladora, egoísta, cobarde... y podría decir mil cosas más, pero no entra dentro de mis costumbres y pincipios decir burradas en mi rincón. Eso no quita que las piense.

Me pienso reír de ti, pobre ilusa, todo lo que me de la gana y más. Porque piensas que todo va como tú quieres, pero te equivocas. Y mucho. No estés tan convencida de que las cosas son como tú las piensas ni de que los demás somos inferiores, no.

Y te diría mil cosas más a la cara. Pero mi tiempo es demasiado importante como para perderlo con seres como tú, porque no se te puede llamar persona, porque no tienes sentimientos ni empatía alguna.

Ojalá te vaya muy bien. Y digo "ojalá" porque lo veo muy difícil, más aún siendo como eres.

Púdrete en tu infierno de mentiras, que así, en vez de mantener a las personas a tu lado, las irás alejando hasta quedarte sola.

jueves, 2 de diciembre de 2010

No te creo.

Me encantaría ser capaz de arrancarte de mi cabeza, de mis sueños, de mi alma y, sobretodo, de mi corazón. No dejo de pensar en ti. Mire donde mire ahí estás tú. Siempre.

Anhelo tu presencia, escuchar tu voz, sentir tu calor cerca de mí, tus abrazos y tus besos... Echo de menos cada sonrisa y cada mirada compartida.

Esta opresión en el pecho va a acabar conmigo porque ¿sabes qué? Que no me creo nada. Ni me lo creeré hasta que te tenga en frente y me lo digas tú mismo. Porque no asumo que puedas ser tan mentiroso y cruel, precisamente conmigo, precisamente ahora. No. No te creo. No me creo nada. No sé qué cable se cruzó entre tus neuronas, pero espero que vuelvas a ponerlo en su sitio.

Ahora mismo, sólo de pensar en encontrarme contigo, me da un vuelco el estómago. Porque no sabría qué hacer. Quizás te ignoraría, quizás actuara con una normalidad y una frialdad asombrosas, quizás me iría del lugar inmediatamente para estar mal a solas conmigo misma. No lo sé, pero tengo el miedo apretándome el corazón, porque sé que probablemente muy pronto lo descubra.

Me has destrozado, sí. Pero yo no puedo elegir a quién amar, aunque sé que tú sí. O al menos eso pretendes creerte.

Sólo sé que necesito verlo en tus ojos, descifrarlo en tu mirada, escucharlo de esos labios que tantos besos me han robado.

Debo de ser masoquista, pero me da igual. Prefiero la verdad a esta sarta de mentiras que no me creo para nada. El amor es un sentimiento que no cambia de un día para otro, por mucho que tú digas. Y no te creo, entérate. No te creo. Me niego a aceptarlo.

Quiero golpearte, gritarte, besarte, abrazarte... Pero, sobretodo, quiero saber en qué piensas al hacerme pasar por esto. Quiero saber por qué. Qué es eso tan terrible que te he hecho yo para merecer esto. Porque si lo estás haciendo por el simple hecho de que ya me tienes en tus manos, me parece tan ruín que no mereces ni que te mire.

Pero aún así (tonta, inocente yo) sigo pensando (casi autoconvenciéndome) de que no eres así, de que tiene que haber una explicación lógica (o tal vez no) para todo esto.

Lo único que te pedí (directa e indirectamente) fue que no jugaras conmigo, que no me hicieras daño porque tenía mucho miedo. Gracias por aprovecharte de mi sinceridad. Te señalé dónde disparar a muerte.

Hoy llevo un día horrible y sí, tú tienes bastante que ver. Pero hay más cosas aparte de ti (por desgracia o por fortuna).

Mira, hoy he leído estas frases en un nuevo blog que he descubierto. Te las dedico.

Jamás olvidarás los días que compartías, los días que regalabas sin pensar en nada más que en detener el tiempo.

Sigue dando todo lo que desees y creas necesario para tu realización como persona, pero espera lo mínimo de los demás.

Rutinas que hoy cambiaría por un simple beso.

No hay espacio más ancho que el dolor,
no hay universo como aquel que sangra.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Nunca más.

Hundida entre las mantas, sollozaba con el corazón latiéndole con muchísima fuerza.

Otra vez. Otra vez con ese dolor en el pecho que la ahogaba. Otra vez sin poder parar de llorar. Era tan injusto que le hacía sentir a la vez una indignación tan inmensa como el mismísimo mar, un dolor tan profundo como el centro de la Tierra, y una rabia tan enorme como la de un huracán.

Se lo tenía merecido, por idiota, por creer, por confiar en él... En fin, era lo que cabía esperar, pues no se podía ser tan enormemente feliz gratuitamente. Ahora, el precio a pagar por unos días de intensa felicidad se le antojaba demasiado alto. Y demasiado insoportable.

No podía pensar. Solo temblaba ahí, tirada entre las mantas, tapçandose más y más con ellas, tratando de calmar su temblar. Su cuerpo se sacudía y no sabía si era de frío, de miedo o del dolor tan bestial que sentía cómo la traspasaba por completo. Eso sí: era horrible.

Entre tiritones, se dio cuenta de que había dejado de llorar. Y lo comprendió entonces: una vez más el dolor era demasiado fuerte, demasiado lacerante, como para expresarlo con lágrimas. No servían para nada. No representaban ni una milésima parte de lo mal que se sentía.

Y todo por desear con todas sus fuerzas creer en una mentira. Eso dolía aún más.

Pensó para sí que todo aquello sólo podía ser una maquiavélica pesadilla. Pero no. Era tan real que hacía que su mundo se hundiera progresivamente en la más absoluta de las oscuridades del universo.

En aquel mismo instante, sintiendo aún con más fuerza el dolor de su pecho, se juró a sí misma que nunca más volvería a ser sincera, ni a dejarse llevar, ni a luchar por lo que sentía, ni mucho menos a expresarlo abiertamente.

Nunca más.

Jamás.

Y, aún sollozando, se fundió con los recuerdos más felices de los momentos con él, dejando que el sueño la envolviera, calmando sus temblores, sumiéndola en una oscuridad de la que deseó con todas las fuerzas que restaban de su alma y de su destrozado corazón no volver a salir jamás.

Nunca.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Me lo merezco.

Me lo merezco.

Por ser tan frágil, tan transparente, por abrirme el pecho y señalar dónde es el lugar idóneo para hacer daño.

Me lo merezco.

Por creer, por ilusionarme, por confiar en mí, por dejarme llevar.

Me lo merezco.

Por ser tan feliz, por defender mis ideas, por estar convencida de que todo saldría bien, por tener tanta tanta tanta fé en esto.

Me lo merezco.

Por hacerte caso, por pensar que podía acariciar el cielo, por sonreír como una idiota por las esquinas, por darlo todo, por arrancarme el corazón y entregarlo sin rodeos.

Pero me lo merezco, sobretodo, por confiar ciegamente en la gente. Debo de ser imbécil porque ni a base de golpes aprendo. Y ahora mi corazoncito, nuevamente destrozado por cualquier tontería, me recuerda lo ilusa que soy.

Nunca aprenderé a no ilusionarme. :(

sábado, 27 de noviembre de 2010

Los que te odian son admiradores secretos que no entienden por qué tantos te aman.
(Paulo Coelho)



Grandes verdades las que descubre una cada día, ¿verdad? Nunca he leído nada de Paulo Coelho, pero hace apenas unos minutos, mi madre me ha enseñado esa frase. Y me ha sorprendido sentirme tan enormemente identificada con ella. Me siento comprendida al leer esto.

Desde mi punto de vista, la personalidad es la capacidad de cada uno de elegir su camino sin dejarse llevar por las ideas de nadie que no sea él mismo. La personalidad es la representación cotidiana del alma, del ser de una persona.

Debo reconocer que esto que yo llamo personalidad es un bien considerablemente escaso en este mundo de locos que me rodea. Veo a diario gente incapaz de decidir por sí misma, gente que se encierra en otras personas y es incapaz de ver más allá de ellas, gente que utiliza a quien le interesa en cada momento, gente capaz de tergiversar todas tus palabras y actos, gente que jamás permitirá que le corrijas o le rebatas algo, que derrumbará tus ilusiones y sueños con crueldad, gente que por el simple hecho de no entenderte no te dejará expresarte, gente egoísta y envidiosa... ¡Hay tantos tipos de gente!

Personalmente, me alegro de no ser igual que mucha gente. Puedo ser quizás demasiado idealista, soñadora o ilusa. Puedo no ser lo suficientemente madura para afrontar ciertas situaciones. Puedo ser un poco infantil a veces. Puedo ser, en ocasiones, un tanto radical con algunas de mis ideas. Puedo ser todo eso. E incluso mucho más. Pero, al fin y al cabo, soy como soy. Con todo. Sin quitar nada. Y aunque a veces parezca mentira, hay gente que realmente me ama por ser así. ¿Y sabéis qué? Que es algo increible.

Personalidad... Sí, de eso la gente no suele tener mucho. Resulta mil veces más fácil dejarse llevar por la corriente o por lo que te digan los demás, que defender tus propias ideas. Sin embargo, si alguna persona decide estar contigo, es que desea permanecer ahí, a tu lado a pesar de todo, es decir, a pesar de tu forma de ser y de tus circunstancias. No creo que sea posible querer a una persona sólo cuando nos está proporcionando algo, cuando nos interesa por lo que sea. No. Eso no es querer. Eso es manipular. Si tú quieres a alguien, le quieres con todo: con lo bueno, con lo malo, con sus triunfos, con sus errores, con sus locuras, con su sensatez. Con todo. No se puede utilizar a la gente a tu antojo. Primero porque no es justo, segundo porque tú no eres superior a NADIE y tercero porque no te imaginas el daño que puedes hacer.

¿Yo? No uso de eso. No utilizo a nadie ni juego con nadie, y, además, paso de la gente que me utiliza. Antes me podía doler. Ahora sólo son un puñado de admiradores secretos que me odian porque no entienden que otros muchos me amen. Y eso es una verdad enorme, aunque invisible para algunos. ¿Qué le vamos a hacer? Dejémosles ser felices en su ignorancia. Total, tiene que haber gente para todo. A mí, personalmente me inspiran algo de pena.

Yo tengo mis ideas, mis sueños, mis cosas en general. Y no las cambiaré. Todo eso da lugar a mi personalidad. Y no, no la cambiaré nunca. Seguiré siendo igual, aunque me iré haciendo mucho más fuerte contra ese tipo de gente sin personalidad ni vida propia, conforme pase el tiempo.

Hoy soy feliz, estoy en casa, rodeada de personas que me quieren con locura. Además, ayer quedé con la persona más especial (aparte de mi familia) que tengo aquí, en casa, en mi pueblucho. Y sí, soy feliz. Porque los quiero. Intensamente. Libremente. Personalmente.

Me cosen las alas y me ayudan a volar. Son mis ángeles particulares.



Magic is believing in yourself, if you can do that, you can make anything happen. // La magia es creer en uno mismo, si lo haces, podrás lograr cualquier cosa.
(Goethe)

lunes, 22 de noviembre de 2010

Decisiones.

Las paredes se cerraban sin piedad sobre ella.

Caía el pesado techo poco a poco, acercándose cada vez más a su cabeza.

Se encogió sobre sí misma y abrazó sus rodillas. La humedad y el calor ambiental eran tales que sentía cómo poco a poco su respiración se hacía más dificultosa. Intentó pensar en la luz, en un desierto, seco, infinito. Pero era también asfixiante.

Miró a su alrededor y contempló cómo las cosas iban desapareciendo a su alredor. No explotaban ni se rompían, simplemente se desvanecían. La estantería, el escritorio, el armario... Todo se convertía en nada.

Deseaba gritar, pero su cuerpo no le respondía, ni mucho menos sus cuerdas vocales. Asustada, intentó por todos los medios moverse, desasirse de unas ataduras invisibles que mantenían sus miembros en posición extendida sobre la cama.

Ya no podía siquiera respirar. Sus ojos se nublaban, a pesar de que luchaba por conseguir ver algo. De repente se dio cuenta de que tampoco podía llorar. No podía pensar. Estaba en una especie de estado vegetal, semiconsciente de lo que estaba pasando.

Cuando vio la muerte cernirse sobre ella de manera implacable, no pudo evitar desear con las pocas fuerzas de voluntad que le quedaban, que le gustaría haber sido más feliz y sonreír aunque fuese sólo una vez al día, por muy terrible que este fuese.


Cuando despertó, sudaba copiosamente. Eran las 3 de la madrugada y la habitación estaba a oscuras. Rápidamente encendió la luz y vio que las paredes no se movían, que el ambiente, a pesar de estar un poco cargado, no era asfixiante y que el mobiliario no desaparecía de repente. Respiró, aliviada, y se destapó. Tenía mucho calor. Se levantó de la cama, encendió la luz de la mesilla de noche y se dirigió al baño para echarse agua en la cara y así aliviar su ardor corporal.

Cuando volvió a la habitación, se desnudó por completo. Decidió a partir de entonces dormir desnuda siempre. Al pensar en aquella terrible pesadilla que acababa de vivir, decidió también sonreír todos los días aunque fuese sólo una vez, reírse con ganas durante 10 segundos todos los días, levantarse a su hora siempre, dejar de perder el tiempo (ya que es algo irrecuperable), no pensar en lo que le depararía el día y, lo más importante, nunca cambiar su bondad, su dulzura, su imprevisibilidad, su inocencia, su amor, sus creencias, sus sueños, sus metas... Su forma de ser, al fin y al cabo.

Sería vulnerable, sí, pero es que así era ella. Era demasiado fácil hacerle daño, sí, pero es que no podía cambiar ahora aquella arrebatadora y embriagadora personalidad suya. Habría gente que le daría la espalda, sí, pero sería gente que entonces no merecía la pena.

Con estas ideas, se volvió a acostar en la cama, en posición fetal, abrazando su peluche.

Mañana empezaría un nuevo día. Cargado de sonrisas, despreocupaciones y felicidad. A partir de ahora, todos sus días serían así.

Con una sonrisa dibujada en los labios se volvió a dormir.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mañana de viernes rara.

Me gusta pasear por las calles a media mañana. Sobre todo cuando me siento tan rara o desanimada como hoy. Sí, salir me hace feliz.

Voy caminando por las calles más concurridas de Puerto Real, sintiéndome totalmente libre. Nadie me mira y, si lo hacen, me da exactamente igual. Soy una desconocida, y ellos también lo son para mí. Y sí, me encanta. Me siento libre para ir vestida sin conjuntar, me siento libre para no ir peinada como Dios manda, me siento libre para ir tarareando por la calle, me siento libre para ser libre. ¡Es genial!

En mi camino me cruzo con personas mayores, con madres ajetreadas que van corriendo a recoger a su niño del colegio, con hombres que van o vienen del bar para tomar una cañita antes de ir a casa, con niños de preescolar que ya han salido de sus inocentes clases, con alguna gente joven que viene de compras o del médico, con unos cuantos universitarios que no tienen clase o han preferido el calor de las sábanas al frío del aula...

Miles de personas pasan a mi alrededor. Y, sin embargo, voy caminando tan encerrada en mi mundo propio que no soy consciente de ello hasta que pasa a mi lado una señora mayor que utiliza el mismo perfume que mi abuela. Y el corazón me da un pequeño vuelco. Dedico un pensamiento lleno de mi amor a mi preciosa abuela, la mujer más maravillosa del mundo, seguida de su hija, mi madre.

Justamente en ese momento estoy pasando frente a un colegio. Las madres, unas fumando y algo nerviosas, y otras cotilleando, esperan ansiosamente a sus pequeños para volver a casa y descansar o cumplir con los deberes cotidianos que no ha podido terminar esta mañana. Algunas van acompañadas por sus otros hijos, los que estan en la guardería o preescolar. Me resulta super gracioso ver a los críos con las caritas pintadas, disfrazados de gatos, mariposas... En fin. Obviamente no puedo evitar dedicarle unos instantes de inopia a mi hermana Laura. Cuando iba a recogerla yo al colegio y venía con la carita maquillada de algún animal, o me cantaba la canción que había aprendido aquel día en clase.

Me invade una sensación de nostalgia y ternura. Pienso en mi hogar, mi familia, mi casa, mi pueblo. Es inevitable.

Continuo andando. En algunas esquinas se ven grupos de chavales jóvenes, adolescentes, fumando o bebiendo litronas. Me inspiran algo de indignación y un poco de pena. Pero son libres de hacer lo que quieran, ¡qué le vamos a hacer!

Por fin llego a casa, me peleo con el mando del aire acondicionado para configurar la calefacción, me doy una ducha y almuerzo con una de mis compañeras de piso y sus dos compañeros.

Al subir a mi habitación, suspiro. Me ha gustado el paseo de este mediodía. Me ha sentado bien. Estoy pensando seriamente en repetirlo más a menudo. Me gusta.

Por ahora está siendo un día interesante. Mejor que ayer. Y que antes de ayer.

Las pequeñas cosas, al fin y al cabo, son las que te hacen la vida especial.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Necesidad.

Le echo de menos...

Le echo tanto de menos que se me encoge el corazón cada vez que soy consciente de que no está.

Lo peor de este mundo es probar la miel en tus labios, saborearla, amarla... y que luego ya no esté.

La espera agónica de una llamada o un inocente zumbido en el messenger. Es algo cruel que te va matando lentamente.

Esto es como una montaña rusa: a ratos volamos muy alto y otra veces (muy pocas en realidad) nos dejamos caer en picado. Siempre para después volver a subir a toda velocidad.

Pero ahora le echo de menos. Intensamente.

Es difícil de explicar. Y me da miedo. Mucho miedo.

Es como una droga de efectos adictivos inmediatos. En cuanto la pruebas, quieres más y más y más y más... Y así continuamente.

Repito: me da miedo. Hacía mucho tiempo que no sentía algo así, tan... intenso. Por eso me asusta.


Sé que es amor. Lo sé. Pero existen demasiados tipos de amor.

Este es ese tipo de amor que te quema por dentro pero cuya llama te esfuerzas por apagar. Y, sin embargo, ignorarlo es algo tan imposible como tocar el Sol sin abrasarte los dedos.

Es más que pasión. Va mucho más allá. Es algo que con el tiempo se va clavando cada vez más y más dentro de ti, sin que puedas evitarlo.

Amar es adorar a una persona con cada fibra de tu ser. Y si eres correspondido, es aún más hermoso, más bello. Para mí, amar es la comunión de los espíritus. La compenetración y adoración mutua de dos seres capaces de entrelazar sus pensamientos, sus deseos, sus sueños. Esa necesidad de compartir, de estar con esa persona, de sentirla a tu lado, de ansiar amarla...

Todo eso... ¿es amor? Lo es. Para mí lo es.

En fin... sigo pensando que el amor mueve el mundo.

O al menos mi mundo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Cuando cae la tarde.

Cuando llegó a casa, la encontró dormida en el sofá, cubierta parcialmente por una manta. La miró, sonriendo. Estaba preciosa.

El vientre le había crecido notablemente en los últimos cuatro meses y ahora una mano de ella reposaba sobre el mismo. Sobre el vientre en el que estaba creciendo aquella criatura, su primer hijo.

Se acercó silenciosamente hasta el sofá y, tras taparla un poco más, le besó la frente con ternura. De la misma forma, aún observándola con ojos tiernos, se alejó de allí hacia su habitación.

- ¿Por qué te vas? -murmuró ella aún sumida en el dulce abrazo del sueño.

Él se detuvo y la miró. Ella le tendía la mano para que se volviese a acercar, mientras sus ojos se acostumbraban a la luz.

Se sentó en el sofá, a su lado, y ella se incorporó, abriendo sus expresivos ojos marrones.

- ¿Qué tal tu día? -preguntó ella sonriendo y acariciándole la mano.

- Eso debería preguntar yo, ¿no? -le contestó él, divertido-. Mi día ha ido bien, como siempre. La misma rutina de todos los días. Ya sabes.

- Sí, ya sé.

Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. Aquellas miradas compartidas, compenetradas, enlazadas, eran algo que les encantaba compartir. Poco después, los ojos de él, con sus iris de color esmeralda, se deslizaron hasta el vientre de ella, que, sonriendo, le tomó la mano y la colocó sobre su hinchada barriga.

- Casi puedo sentirlo crecer -comentó tiernamente él.

- Me encanta oír su corazón -contestó ella, y sus ojos se iluminaron con un brillo especial-. Quédate conmigo un ratito.

- Por supuesto, mi vida -dijo él, y, acto seguido, los dos se acomodaron entrelazados en el sofá.

Pasaron así varias horas, contemplando el fuego de la chimenea del salón, respirando acompasadamente, durmiendo a ratos, soñando juntos.

La escena resultaba tan perfecta que, cuando él fue consciente de esto, se le aceleró el corazón. Acarició el suave y ondulado cabello de ella, desparramado sobre su hombro. Sentía que tenía a su lado a la mujer más maravillosa del mundo. No sabía por qué lo había elegido a él para compartir su vida, pero él sí tenía muy claro que aquella era la única mujer en el mundo con la que deseaba compartir momentos como ese.

La observó. Había cogido peso durante los meses que llevaba de embarazo, pero aún así, le parecía que estaba más preciosa y radiante que nunca.

Suspiró.

Por fin había encontrado una estabilidad verdadera, junto al amor verdadero. Y sabía que aquello no cambiaría en muchísimo tiempo, tal vez jamás.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Hace algún tiempo...

Estaba nerviosa.

Sabía que iba a pasar, pero quería evitarlo a toda costa. No sabía que hacer. Temblaba levemente y esperaba que él no lo notase.

Sus caras estaban muy cerca, demasiado, quizás.

Un escalofrío recorrió su espalda, pero se esforzó por disimularlo intentando no estremecerse en los brazos de él, que la rodeaban llenándola de calor.

No era el momento, no estaba preparada.

Se intentó retirar un poco, pero hacía frío. Además los brazos de él la aprisionaban firmemente, como si no quisiese dejarla escapar por nada del mundo.

Lo entendía, también ella había sentido algo parecido en distintas ocasiones. Era un repentino e intenso deseo de detener el tiempo, de evitar que aquel momento acabase. Pero en aquellos precisos instantes que se le hiciero raramente eternos, no deseaba parar el tiempo. Al contrario, deseaba acelerarlo.

Y no es que no estuviera a gusto con él, no. Es más, le ocurría justamente lo contrario. Lo que le pasaba era simplemente que no podía dejar que pasase, que se abriese una puerta que aún no estaba preparada para cruzar.

Notó cómo el abrazo se aflojaba un poco y aprovechó para separarse un poco de él, siempre suavemente. Le dió un beso en la mejilla y sonriéndole le deseo buenas noches.

Él la miró de una forma que resultaba difícil descifrar. Pero ella era especialista en descifrar miradas y gestos de la gente. Y sabía todo lo que contenía aquella mirada. Lo sabía perfectamente. Aún así lo ignoró. Fingió (aunque le costó mucho) que no había visto nada y, haciendo un gesto con la mano se despidió por última vez.

No miró hacia atrás, aunque tampoco le hacía falta para saber todas las dudas, sensaciones, pensamientos que había dejado impresas en el alma del chico.

Llegó a casa y se dejó caer pesadamente en uno de los sofás. Se sentía mal. Algo confundida. No sabía qué hacer. Pero si había algo que tenía claro era que no era el momento.

Irónicamente, recordó que, hacía aún más tiempo, conoció a alguien con quien necesitó aún más tiempo para poder dar pie a algo más que una amistad. Sonrió al recordarlo. Ahora era una de las personas más especiales y esenciales en su vida. De hecho, ambos tenían varias cosas en común. Los dos le hacían sentir especial, como una niña pequeña. Se sentía protegida cuando estaba al lado de cualquiera de los dos.

Era una sensación rara. Era algo quizás más allá de la amistad, pero sin llegar al amor. Le gustaba que la mimasen de aquella manera tan dulce, tan especial. Pero precisamente en aquel momento no quería llegar a más.

¡Menudo lío!

Decidiendo dejar de pensar en el asunto, se dió una ducha de agua fría, se preparó algo rápido para cenar y se dejó caer de nuevo en el sofá, hundiéndose entre mantas que le aportaban el calor que no había encontrado en el agua de la ducha. Que la calentaban.

Como los brazos de él rodeando sus hombros o su cintura, protegiéndola de todo.

De nuevo, su mente empezó a funcionar a toda velocidad.

No tenía remedio. ¬¬''

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Una semana cualquiera.

El día amanecía lluvioso. Genial. Era lo que faltaba.

Un insistente dolor de cabeza le golpeaba las sienes sin piedad alguna, pero ella hacía todo lo posible por ignorarlo. Pesadamente se levantó de la cama y encendió la luz. Sus ojos se vieron cegados ante el contraste de la dulce penumbra del sueño y la intensidad lumínica que desprendía el flexo.

Otro día más.

Mientras caminaba hacia la universidad, escuchaba música de estilo rock alternativo mezclado con un poco de heavy metal. Era raro, ya. Pero le apetecía. Pensaba en las clases que tenía hoy. ¡Qué pocas ganas, la verdad! Se estaba mucho mejor en la cama, pero últimamente no tenía apenas tiempo ni para dormir. Eran demasiadas cosas las que tenía que hacer. Rió para sí, sarcástica. Había pasado la mayor parte del verano algo amargada por no encontrar nada mejor que hacer que estudiar, que ya en cierto modo la aburría, y de repente tenía tantas cosas que hacer y preparar que le faltaban horas del día y días de la semana.

Es lo que llaman extrés. Mierda. Tenía extrés. Decidió de inmediato no concederle tanta importancia. Total, ya se iría quitando cosas de encima poco a poco. Sin embargo, a menudo sentía enormes impulsos de llorar o tenía la sensación de que en cualquier momento el agotamiento podría con ella y se desmayaría allí mismo.

Así, la semana transcurrió entre agobios, prácticas, clases, reuniones, trabajos, etc. y no había tenido apenas un momento para ella. No quiso pensar en ello y el viernes, tras haber dormido apenas 5 horas, se fue a la universidad con la maleta y la mochila, dispuesta a dar un último seminario antes de regresar con los suyos.

A la hora de coger el tren, agradeció infinitamente que un amigo se quedase a su lado, de la misma forma que otro amigo había salido con ella la noche de antes para dar una vuelta y despejarse. Cada vez que se paraba a pensar en esos pequeños detalles, se le inundaba el pecho de agradecimiento. Pero claro, no es algo que le resultara fácil expresar, por lo que esperaba transmitir con la mirada aquel sentimiento.

Cuando llegó a casa y vio a su familia, a pesar de su agotamiento, puso todo el esfuerzo de su parte para regalar sonrisas a todo el mundo y que pudiesen disfrutar al máximo de su compañía. Estaba en realidad tan débil a nivel psicológico que hasta el simple hecho de ver una película de Disney con su hermana pequeña había conseguido arrancarle un par de lágrimas. Había ido para hacerles más felices, para tranquilizarlos, para ayudarlos con sus problemas. Pero ¿y ella? En realidad no esperaba recibir ningún tipo de ayuda con sus propios problemas, por eso se sorprendió tanto cuando, en el viaje de vuelta, comprendió claramente todo lo que los suyos, consciente o inconscientemente, habían hecho por ella aquel fin de semana. Y no quería irse de casa, volver al extrés. ¡No! Pero en esta vida, cada uno, aparte de derechos y privilegios, tiene unos deberes con los que cumplir. Y el suyo era estudiar, cosa que en realidad no le disgustaba puesto que disfrutaba con ello. Pero resultaba duro haber disfrutado tan fugazmente del hogar y tener que partir para sumergirse en el agobio y el extrés que implicaba su rutina lejos de allí.

Llegó a su lugar de residencia, cerca de la universidad, tarde. Muy tarde. Además estaba aún más agotada que cuando se había ido. Le dolía todo el cuerpo, especialmente la espalda de haber cargado con todos sus trastos desde la estación hasta allí.

Al entrar en su habitación no pudo evitar sonreír. Era un refugio. Su refugio. Un lugar tan acogedor y personal para ella que le hacía sentir, de alguna forma, más cerca de aquel hogar del que acababa de venir. Era un fragmento de su pequeño (pero diverso) mundo propio.

Tras deshacer perezosamente la maleta, se puso el pijama y se dejó caer sobre la enorme cama de matrimonio. No podía más. Se quedó dormida al instante. Sumergiéndose en sus sueños, ilusiones y anhelos más profundos. Dejándose llevar por el torrente de luces parpadeantes que no sabía hacia dónde la llevarían en aquella ocasión.

Mañana sería otro día, sí. Otro día más de esos de no parar ni un sólo segundo. Otro día rutinario. Pero no merecía la pena pensar en eso ahora.

¡Quién le iba a decir que apenas dos días después estaría mal física y fisiológicamente por culpa de todo aquel extrés acumulado que había luchado por ignorar; que todo ese agobio le pasaría factura derramándose sobre ella como una jarra de agua helada, desconcertándola, debilitándola!

No podía saberlo. Pero, al menos, se sentía genial consigo misma por haber hecho felices a aquellos a los que más quería en el mundo. Su familia. Su todo.

Había cumplido su mayor propósito. :)

martes, 9 de noviembre de 2010

Secretos...

No quería entrar, pero lo hizo. Algo la impulsó a hacerlo. Leyó la primera publicación, y al llegar al punto 56 se arrepintió inmediatamente.



Secretos. Todo el mundo los tiene. Hay miles, millones, quizás, de secretos por persona. Pero hoy puedo asegurar que no hay nada peor que descubrir que alguien a quien creías conocer, en quien confiabas plenamente, a quien amas profundamente, guarda miles de secretos en su interior. Secretos que no imaginabas, que jamás podrías haber intuido, que de repente te duelen como crueles puñales atravesando tu alma. Es aún peor si esa persona es alguien tan cercano. Duele más si ese ser es alguien que creías conocer casi por completo y, de alguna forma que no alcanzas a comprender, te decepciona tanto. Tantísimo. Deseas llorar pero ¿para qué? No sirve de nada llorar. Llorar ¿de qué? ¿De pena? ¿De decepción? Sacudes la cabeza tan triste que, de repente, todo en el mundo pierde su color. Es como si hubieses presenciado la muerte de una estrella, que sabes que no volverá jamás.

Que una persona tenga dos caras es, a veces, algo normal. Pero en esos casos, uno se lo imagina, lo intuye, lo siente. En este no. Este es distinto. Completamente diferente a cualquier cosa que podría imaginar. Sí, vale. Quizás esté exagerando, pero en este preciso momento siento un excesivo impulso de cruzar volando 216 kilómetros, dar una bofetada a esa persona y volver a la misma velocidad a esta enorme cama, donde siento cómo me hundo en la más profunda de las tristezas.

Secretos. Sí. Yo también tengo los míos. Esos que no sabe nadie. Pero no entiendo por qué esta persona es capaz de ser así. Tan fría, calculadora, insensible… Me da miedo. Me da pánico, terror, sólo de pensarlo. No sé como mirarle a partir de ahora. No sé qué decirle a partir de ahora. Siento que es alguien totalmente desconocido. Un ser que no es el que yo creía conocer. Y lo peor es que no dejo de preguntarme una y otra vez "¿Por qué? ¿Por qué tienes que ser tan cruel, tan mentiroso/a, tan desagradecido/a, tan falso/a, tan mala persona? ¿Por qué?". La respuesta, tal y como imaginaréis, es inexistente.

La culpabilidad me inunda como un torrente imparable, como una enorme ola tras la que se esconde toda la fuerza del infinito mar. Pienso en todo lo que yo he podido tener que ver con esto. Y, aunque asumo mi posible parte de culpa, no me parece justo. No es justo. Es demasiado horrible, demasiado egoísta, demasiado imposible como para creerlo. Pero es. Lo es. Es verdad. Y es totalmente sincero lo que acabo de leer. Ya digo que me da miedo. Y repito: me parece tan injusto…

Cada día estoy más segura de que este mundo no es para mí. Porque estos golpes que me suele dar la vida son a veces tan difíciles de asimilar que creo que acabarán por matarme prematuramente. No puedo sufrir más. Estoy cansada de intentar hacer feliz a todo el mundo y fracasar tan estrepitosamente. No sé ni lo que quiero, y es verdad. Pero hay algo que siempre he tenido muy claro, por encima de todo, para bien o para mal, y es que: Los demás primero, después yo. Y ahora ya empiezo a dudar si es una buena filosofía de vida, porque hacer eso facilita el camino para aquellos que quieren hacerme daño.

Con el paso del tiempo he ido aprendiendo a base de golpes que no puedes confiar en nadie (excepto en mi madre, mi padre y mi abuela) y no es por nada, sino por el simple hecho de que ya estoy acostumbrándome a que me falle la gente, a que mi mundo se vuelva al revés, a que me pisoteen, me pasen por encima, me hundan, me humillen de maneras insospechadas. A partir de ahora, eso cambiará. Lo juro. Ni una vez más. Ya he tenido bastante.


Sí, estoy depresiva ¿y qué? Lo estoy porque me da la gana, porque ahora mismo tengo motivos para estarlo. Porque se me ha caído una estrella que brillaba preciosa en mi cielo particular. Sí, estoy mal. Muy mal ahora mismo. Pero ya digo que estoy acostumbrada a que me hagan daño, incluso personas por las que yo SÍ daría la vida sin pensarlo dos veces (ni una tampoco), como es el caso.

Supongo que el tiempo pone a cada uno en su lugar y demuestra si nos equivocamos o no. Sí, así es. Para bien o para mal eso es lo que hay. Asumámoslo. De todas formas, el tiempo pasa demasiado lento para algunas cosas y demasiado rápido para otras. Es algo relativo, como dice un amigo mío. Por eso, creo que esperaré a ver qué pasa. Y seguiré atenta a nuevos descubrimientos que, espero, no sean tan dolorosos como este.

Por ahora, me he prometido a mí misma dejar de creer en la gente hasta que se demuestre lo contrario. Y, creedme, no es algo agradable hacer esto, pero necesito algo o alguien sobre lo que apoyar mi fé, mis esperanzas, mis sueños, mis deseos.

A veces pienso que acabaré volviéndome loca.

¡Qué se le va a hacer! Algunos sí que tenemos sentimientos y no somos rencorosos ni insensibles.

Prefiero volverme loca de amor, de sentir, que volverme loca de mirarme el ombligo.