miércoles, 1 de diciembre de 2010

Nunca más.

Hundida entre las mantas, sollozaba con el corazón latiéndole con muchísima fuerza.

Otra vez. Otra vez con ese dolor en el pecho que la ahogaba. Otra vez sin poder parar de llorar. Era tan injusto que le hacía sentir a la vez una indignación tan inmensa como el mismísimo mar, un dolor tan profundo como el centro de la Tierra, y una rabia tan enorme como la de un huracán.

Se lo tenía merecido, por idiota, por creer, por confiar en él... En fin, era lo que cabía esperar, pues no se podía ser tan enormemente feliz gratuitamente. Ahora, el precio a pagar por unos días de intensa felicidad se le antojaba demasiado alto. Y demasiado insoportable.

No podía pensar. Solo temblaba ahí, tirada entre las mantas, tapçandose más y más con ellas, tratando de calmar su temblar. Su cuerpo se sacudía y no sabía si era de frío, de miedo o del dolor tan bestial que sentía cómo la traspasaba por completo. Eso sí: era horrible.

Entre tiritones, se dio cuenta de que había dejado de llorar. Y lo comprendió entonces: una vez más el dolor era demasiado fuerte, demasiado lacerante, como para expresarlo con lágrimas. No servían para nada. No representaban ni una milésima parte de lo mal que se sentía.

Y todo por desear con todas sus fuerzas creer en una mentira. Eso dolía aún más.

Pensó para sí que todo aquello sólo podía ser una maquiavélica pesadilla. Pero no. Era tan real que hacía que su mundo se hundiera progresivamente en la más absoluta de las oscuridades del universo.

En aquel mismo instante, sintiendo aún con más fuerza el dolor de su pecho, se juró a sí misma que nunca más volvería a ser sincera, ni a dejarse llevar, ni a luchar por lo que sentía, ni mucho menos a expresarlo abiertamente.

Nunca más.

Jamás.

Y, aún sollozando, se fundió con los recuerdos más felices de los momentos con él, dejando que el sueño la envolviera, calmando sus temblores, sumiéndola en una oscuridad de la que deseó con todas las fuerzas que restaban de su alma y de su destrozado corazón no volver a salir jamás.

Nunca.

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