jueves, 2 de diciembre de 2010

No te creo.

Me encantaría ser capaz de arrancarte de mi cabeza, de mis sueños, de mi alma y, sobretodo, de mi corazón. No dejo de pensar en ti. Mire donde mire ahí estás tú. Siempre.

Anhelo tu presencia, escuchar tu voz, sentir tu calor cerca de mí, tus abrazos y tus besos... Echo de menos cada sonrisa y cada mirada compartida.

Esta opresión en el pecho va a acabar conmigo porque ¿sabes qué? Que no me creo nada. Ni me lo creeré hasta que te tenga en frente y me lo digas tú mismo. Porque no asumo que puedas ser tan mentiroso y cruel, precisamente conmigo, precisamente ahora. No. No te creo. No me creo nada. No sé qué cable se cruzó entre tus neuronas, pero espero que vuelvas a ponerlo en su sitio.

Ahora mismo, sólo de pensar en encontrarme contigo, me da un vuelco el estómago. Porque no sabría qué hacer. Quizás te ignoraría, quizás actuara con una normalidad y una frialdad asombrosas, quizás me iría del lugar inmediatamente para estar mal a solas conmigo misma. No lo sé, pero tengo el miedo apretándome el corazón, porque sé que probablemente muy pronto lo descubra.

Me has destrozado, sí. Pero yo no puedo elegir a quién amar, aunque sé que tú sí. O al menos eso pretendes creerte.

Sólo sé que necesito verlo en tus ojos, descifrarlo en tu mirada, escucharlo de esos labios que tantos besos me han robado.

Debo de ser masoquista, pero me da igual. Prefiero la verdad a esta sarta de mentiras que no me creo para nada. El amor es un sentimiento que no cambia de un día para otro, por mucho que tú digas. Y no te creo, entérate. No te creo. Me niego a aceptarlo.

Quiero golpearte, gritarte, besarte, abrazarte... Pero, sobretodo, quiero saber en qué piensas al hacerme pasar por esto. Quiero saber por qué. Qué es eso tan terrible que te he hecho yo para merecer esto. Porque si lo estás haciendo por el simple hecho de que ya me tienes en tus manos, me parece tan ruín que no mereces ni que te mire.

Pero aún así (tonta, inocente yo) sigo pensando (casi autoconvenciéndome) de que no eres así, de que tiene que haber una explicación lógica (o tal vez no) para todo esto.

Lo único que te pedí (directa e indirectamente) fue que no jugaras conmigo, que no me hicieras daño porque tenía mucho miedo. Gracias por aprovecharte de mi sinceridad. Te señalé dónde disparar a muerte.

Hoy llevo un día horrible y sí, tú tienes bastante que ver. Pero hay más cosas aparte de ti (por desgracia o por fortuna).

Mira, hoy he leído estas frases en un nuevo blog que he descubierto. Te las dedico.

Jamás olvidarás los días que compartías, los días que regalabas sin pensar en nada más que en detener el tiempo.

Sigue dando todo lo que desees y creas necesario para tu realización como persona, pero espera lo mínimo de los demás.

Rutinas que hoy cambiaría por un simple beso.

No hay espacio más ancho que el dolor,
no hay universo como aquel que sangra.

2 comentarios:

  1. Tu conoces al que ha escrito esto mejor de lo que piensas.


    Ojala no hubiera pasado nada, ojala hubiera sido todo diferente.
    Si te sirve de algo, piensa como yo.
    No era nuestro momento.
    No era un adios, era hasta mas ver, porque la amistad esta por encima de todo

    ResponderEliminar
  2. Creo que a estas alturas de nada sirve decir "ojalá".
    Y sí, sí que era nuestro momento hasta que alguien decidió destruirlo.
    De todas formas, mala hierba nunca muere. Por eso resisto ante todo lo que me echen.

    ResponderEliminar