viernes, 24 de diciembre de 2010

Odio la Navidad.

Hay veces en las que necesitamos creer en algo, lo que sea, para no lanzarnos al vacío. Sientes la gravedad frente a ti, tan cerca de tus pies, pero en el fondo sabes que no quieres lanzarte, que hay más, mucho más. Y que todo en esta vida tiene solución, menos lo que tú mismo estás a punto de hacer. Es en ese momento, en el que vacilas entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad, entre ser o no ser, entre crear o destruir; cuando te aferras a lo que sea. Sí, rebuscas en tu interior hasta que encuentras entre tus mil pensamientos y sentimientos aquel que será tu tabla de náufrago esta vez. Y así, mientras recorres ese complicado entramado de impresiones, coges un pensamiento y dices para tí mismo: "Oh, sí, vaya, este pinta bien", pero enseguida se enturbia con tu situación actual. Pero tú no te rindes y te lanzas a por otro: "A ver qué tal este...". Pero no, ese tampoco porque ahora mismo está inutilizable. Y así vas pasando a una velocidad que da verdadero miedo los segundos de la lenta tortura que supone darte cuenta de hasta qué punto estás hundida en la mierda. ¡Para que después digan que te compadeces demasiado de tí misma! ¡Ja! Si hasta ese mismo momento no te das cuenta de lo insignificante que eres en este mundo de locos. Hay instantes en los que tienes la total y absoluta certeza de que si desaparecieras del mapa (vamos, si te murieras ahora mismo, que es en realidad lo que más deseas en ese momento) muy poca gente lo notaría. Y eso te alienta. Pero siempre hay ago que te frena. Al fin, siempre acabas por encontrar ese pequeño hilo que te ata al mundo, que te impide caer y, a pesar de ser tan pequeño, remonta la altura cargando con todo tu peso, sin vacilar. Y vas, poco a poco, volviendo a la realidad. Cuando estás ahí, frente a ella, inmediatamente te vuelves a derrumbar. Pero, de nuevo, te aferras a ese pequeño hilo de tu consciencia para no precipitarte al vacío, y así evitas volver a lo de antes. El proceso de asunción de la situación actual es muy duro, complejo y sobretodo lento, pero se consigue. Doy fé.

Además es que hoy reconozco que estoy cabreada, y mucho, porque he estado pensando y he llegado a la aplastante conclusión de que: si para ser alguien o algo en esta vida, tengo que ir comiéndole el culo a una panda de gente amargada y sin vida propia, pues paso. Paso totalmente. No llegaré a nada ni a ser nadie en esta asquerosa vida, llena de gente sin dignidad, principios, valores, personalidad y sin dos cojones para hacerse valer ante esos pequeños déspotas que día a día los subyugan bajo su aparente superioridad. No puedo, no quiero, no lo soporto. ¿Que yo haga algo? Sí, venga. Y digo yo: ¿para qué? Me basta con no hacer lo que quieren, con no darles la razón, con ignorarlos a ellos, a sus normas, a sus ideas. La ignorancia es el peor insulto. Y yo simplemente los ignoro. ¡Pobres de ellos si no son conscientes de mi posición! Ellos se lo pierden. Yo sigo a lo mío, porque ya vale de ir queriendo agradar a unos y a otros (aunque sé que al fin y al cabo lo acabaré volviendo a hacer con quien considere que lo merezca), ya que eso es algo que esta muy poco valorado.

Sí, opino que vivimos en una sociedad totalmente pesimista a nivel psicológico. Y sí, yo soy la primera. Y que conste que nunca lo he sido. Pero es que parece que de repente lo que se lleva o se estila es ver lo malo de las cosas, buscar los errores en el de al lado, ver la mierda en casa ajena sin mirar la nuestra propia. ¡Qué agobio! Yo es que ¿qué queréis que os diga? Con esas presiones de que estén continuamente reprochándome cosas, diciéndome qué tengo que hacer y cómo he de hacerlo, cuándo tengo que hacer cada cosa... Mira, no. Conmigo creo que la gente está un poco equivocada. Es que veo el puñetero pesimismo por todos lados. ¡Vale ya, joder! ¡Vale ya! Que de todas las acciones y las cosas que ocurren día a día se pueden sacar conclusiones buenas y, sino, a ver si no damos tanto por culo. Porque puede que la otra persona (sí, esa a la que estás tratando de martirizar por cada error que comete) esté pasando por un momento duro o difícil de llevar. Pero no, señores, no. Porque, además de pesimistas, en la sociedad de hoy en día, somos unos egoístas. Sólo nos miramos a nosotros mismos, sin pensar en ningún momento en la persona que tenemos al lado. Se nos olvida que también tiene problemas, que siente y que padece. Y no es justo. Puede ser que esa persona haya pasado con nosotros momentos muy malos o que haya tenido que escuchar durante largas horas nuestras penas (que puede que él/ella ya las conociera, pero nunca nos calló por cansado/a que estuviese y nos escuchó), y ahora llegamos nosotros, con toda nuestra arrogancia y egoísmo y les tratamos así. Pues no, no es justo.

Todo esto que escribo puede ser resultado de varias cosas: el agobio de la semana y media antes de la vuelta a casa, las recientes frustraciones a nivel artístico, el extrés de tener que pasar unas vacaciones amargada estudiando, mi desastrosa vida sentimental, el hecho de perder a gente que pensaba que tenía incondicionalmente, la desconfianza que tengo sobre el hecho de poder cumplir lo que se espera de mí en estas fechas y, por supuesto, el asqueroso hecho de que es Navidad. Sí, otra vez. Un año más en el que siento que no avanzo, que estoy estancada. Un año más en el que sinceramente, prefiero que no aparezcan por aquí. Un año más en el que no sé qué me pondré en Nochebuena ni en Nochevieja (y sí, estamos a 23 de Diciembre, es genial). Un año más en el que no sé qué esperar de nada ni de nadie, porque cuanto más esperas, más te decepcionas. Un año más en el que volveré a hincharme de llorar por motivos varios y, para mí, justificados más que de sobra. Un año más para sentirme perdida en una multitud de quehaceres, familia, comidas, amigos/as, adornos, falsas sonrisas... ¡Bah! Sinceramente, debo reconocer que por más empeño que le he puesto, llevo ya por lo menos un par de años odiando la Navidad. Y lo peor son los que quedan, aunque no pierdo la fé en recuperar la ilusión por estas fechas. Aunque sea por mi hermana pequeña...

Por hoy (y de paso también por ayer), ya me he llevado los primeros tres o cuatro grandes chascos. ¿Cuántos más me quedarán? Seguramente lo iré contando aquí... Total, con nadie más me atrevo a hablar que no sea conmigo misma. Y creo que es mejor así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario