viernes, 19 de noviembre de 2010

Mañana de viernes rara.

Me gusta pasear por las calles a media mañana. Sobre todo cuando me siento tan rara o desanimada como hoy. Sí, salir me hace feliz.

Voy caminando por las calles más concurridas de Puerto Real, sintiéndome totalmente libre. Nadie me mira y, si lo hacen, me da exactamente igual. Soy una desconocida, y ellos también lo son para mí. Y sí, me encanta. Me siento libre para ir vestida sin conjuntar, me siento libre para no ir peinada como Dios manda, me siento libre para ir tarareando por la calle, me siento libre para ser libre. ¡Es genial!

En mi camino me cruzo con personas mayores, con madres ajetreadas que van corriendo a recoger a su niño del colegio, con hombres que van o vienen del bar para tomar una cañita antes de ir a casa, con niños de preescolar que ya han salido de sus inocentes clases, con alguna gente joven que viene de compras o del médico, con unos cuantos universitarios que no tienen clase o han preferido el calor de las sábanas al frío del aula...

Miles de personas pasan a mi alrededor. Y, sin embargo, voy caminando tan encerrada en mi mundo propio que no soy consciente de ello hasta que pasa a mi lado una señora mayor que utiliza el mismo perfume que mi abuela. Y el corazón me da un pequeño vuelco. Dedico un pensamiento lleno de mi amor a mi preciosa abuela, la mujer más maravillosa del mundo, seguida de su hija, mi madre.

Justamente en ese momento estoy pasando frente a un colegio. Las madres, unas fumando y algo nerviosas, y otras cotilleando, esperan ansiosamente a sus pequeños para volver a casa y descansar o cumplir con los deberes cotidianos que no ha podido terminar esta mañana. Algunas van acompañadas por sus otros hijos, los que estan en la guardería o preescolar. Me resulta super gracioso ver a los críos con las caritas pintadas, disfrazados de gatos, mariposas... En fin. Obviamente no puedo evitar dedicarle unos instantes de inopia a mi hermana Laura. Cuando iba a recogerla yo al colegio y venía con la carita maquillada de algún animal, o me cantaba la canción que había aprendido aquel día en clase.

Me invade una sensación de nostalgia y ternura. Pienso en mi hogar, mi familia, mi casa, mi pueblo. Es inevitable.

Continuo andando. En algunas esquinas se ven grupos de chavales jóvenes, adolescentes, fumando o bebiendo litronas. Me inspiran algo de indignación y un poco de pena. Pero son libres de hacer lo que quieran, ¡qué le vamos a hacer!

Por fin llego a casa, me peleo con el mando del aire acondicionado para configurar la calefacción, me doy una ducha y almuerzo con una de mis compañeras de piso y sus dos compañeros.

Al subir a mi habitación, suspiro. Me ha gustado el paseo de este mediodía. Me ha sentado bien. Estoy pensando seriamente en repetirlo más a menudo. Me gusta.

Por ahora está siendo un día interesante. Mejor que ayer. Y que antes de ayer.

Las pequeñas cosas, al fin y al cabo, son las que te hacen la vida especial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario