martes, 9 de noviembre de 2010

Secretos...

No quería entrar, pero lo hizo. Algo la impulsó a hacerlo. Leyó la primera publicación, y al llegar al punto 56 se arrepintió inmediatamente.



Secretos. Todo el mundo los tiene. Hay miles, millones, quizás, de secretos por persona. Pero hoy puedo asegurar que no hay nada peor que descubrir que alguien a quien creías conocer, en quien confiabas plenamente, a quien amas profundamente, guarda miles de secretos en su interior. Secretos que no imaginabas, que jamás podrías haber intuido, que de repente te duelen como crueles puñales atravesando tu alma. Es aún peor si esa persona es alguien tan cercano. Duele más si ese ser es alguien que creías conocer casi por completo y, de alguna forma que no alcanzas a comprender, te decepciona tanto. Tantísimo. Deseas llorar pero ¿para qué? No sirve de nada llorar. Llorar ¿de qué? ¿De pena? ¿De decepción? Sacudes la cabeza tan triste que, de repente, todo en el mundo pierde su color. Es como si hubieses presenciado la muerte de una estrella, que sabes que no volverá jamás.

Que una persona tenga dos caras es, a veces, algo normal. Pero en esos casos, uno se lo imagina, lo intuye, lo siente. En este no. Este es distinto. Completamente diferente a cualquier cosa que podría imaginar. Sí, vale. Quizás esté exagerando, pero en este preciso momento siento un excesivo impulso de cruzar volando 216 kilómetros, dar una bofetada a esa persona y volver a la misma velocidad a esta enorme cama, donde siento cómo me hundo en la más profunda de las tristezas.

Secretos. Sí. Yo también tengo los míos. Esos que no sabe nadie. Pero no entiendo por qué esta persona es capaz de ser así. Tan fría, calculadora, insensible… Me da miedo. Me da pánico, terror, sólo de pensarlo. No sé como mirarle a partir de ahora. No sé qué decirle a partir de ahora. Siento que es alguien totalmente desconocido. Un ser que no es el que yo creía conocer. Y lo peor es que no dejo de preguntarme una y otra vez "¿Por qué? ¿Por qué tienes que ser tan cruel, tan mentiroso/a, tan desagradecido/a, tan falso/a, tan mala persona? ¿Por qué?". La respuesta, tal y como imaginaréis, es inexistente.

La culpabilidad me inunda como un torrente imparable, como una enorme ola tras la que se esconde toda la fuerza del infinito mar. Pienso en todo lo que yo he podido tener que ver con esto. Y, aunque asumo mi posible parte de culpa, no me parece justo. No es justo. Es demasiado horrible, demasiado egoísta, demasiado imposible como para creerlo. Pero es. Lo es. Es verdad. Y es totalmente sincero lo que acabo de leer. Ya digo que me da miedo. Y repito: me parece tan injusto…

Cada día estoy más segura de que este mundo no es para mí. Porque estos golpes que me suele dar la vida son a veces tan difíciles de asimilar que creo que acabarán por matarme prematuramente. No puedo sufrir más. Estoy cansada de intentar hacer feliz a todo el mundo y fracasar tan estrepitosamente. No sé ni lo que quiero, y es verdad. Pero hay algo que siempre he tenido muy claro, por encima de todo, para bien o para mal, y es que: Los demás primero, después yo. Y ahora ya empiezo a dudar si es una buena filosofía de vida, porque hacer eso facilita el camino para aquellos que quieren hacerme daño.

Con el paso del tiempo he ido aprendiendo a base de golpes que no puedes confiar en nadie (excepto en mi madre, mi padre y mi abuela) y no es por nada, sino por el simple hecho de que ya estoy acostumbrándome a que me falle la gente, a que mi mundo se vuelva al revés, a que me pisoteen, me pasen por encima, me hundan, me humillen de maneras insospechadas. A partir de ahora, eso cambiará. Lo juro. Ni una vez más. Ya he tenido bastante.


Sí, estoy depresiva ¿y qué? Lo estoy porque me da la gana, porque ahora mismo tengo motivos para estarlo. Porque se me ha caído una estrella que brillaba preciosa en mi cielo particular. Sí, estoy mal. Muy mal ahora mismo. Pero ya digo que estoy acostumbrada a que me hagan daño, incluso personas por las que yo SÍ daría la vida sin pensarlo dos veces (ni una tampoco), como es el caso.

Supongo que el tiempo pone a cada uno en su lugar y demuestra si nos equivocamos o no. Sí, así es. Para bien o para mal eso es lo que hay. Asumámoslo. De todas formas, el tiempo pasa demasiado lento para algunas cosas y demasiado rápido para otras. Es algo relativo, como dice un amigo mío. Por eso, creo que esperaré a ver qué pasa. Y seguiré atenta a nuevos descubrimientos que, espero, no sean tan dolorosos como este.

Por ahora, me he prometido a mí misma dejar de creer en la gente hasta que se demuestre lo contrario. Y, creedme, no es algo agradable hacer esto, pero necesito algo o alguien sobre lo que apoyar mi fé, mis esperanzas, mis sueños, mis deseos.

A veces pienso que acabaré volviéndome loca.

¡Qué se le va a hacer! Algunos sí que tenemos sentimientos y no somos rencorosos ni insensibles.

Prefiero volverme loca de amor, de sentir, que volverme loca de mirarme el ombligo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario