jueves, 7 de abril de 2011

Desgarrada.


Corazón oxidado. Corazón de papel. Corazón libre. Corazón loco. Corazón destrozado. Corazón que no late. Corazón acelerado. Corazón agrietado. Siempre, corazón.

Me siento extrañamente desgarrada mientras escucho canciones de Fito y Fitipaldis. Hoy me encuentro un poco rara. No es exactamente depresiva, sino simplemente sin ganas. Escucho canciones que cuando llegan a su momento culminante me arrebatan la respiración, y mientras transcurre la melodía, me dejo acariciar por ella. Es hermoso. Hoy percibo la belleza de una manera que hacía meses que no ocurría. Puede que sea el efecto de la medicación. No lo tengo muy claro aún.

El paisaje ficticio que me rodea es como una enorme pradera totalmente vacía de todo. Llena de nada, excepto de soledad. Todo es gris, triste, desalentador, deprimente. Pero cuando miro al cielo, entre dos oscuras nubes, se filtra un rayo de la luz del Sol y es ese rayo de Sol el que me permite ver el verdor de la hierba, los colores de pequeñas florecillas que antes yo no podía percibir... La belleza.

Y me veo a mí misma desgarrada. Como si una bestia inmensa me hubiera desgarrado sin piedad con sus zarpas enormes todo el cuerpo, desde el hombro derecho hasta la rodilla izquierda. Puedo ver mis sentimientos discurriendo entre mi sangre, escapándose de mi cuerpo. Pero, en contraposición, aparecen unas manos que comienzan a curar las heridas. Y la verdad es que ya me siento mucho mejor. No me veo tan extremadamente sola. Parece que he encontrado un poquito de optimismo, y me hace muy feliz eso.

Mis sentimientos ya se han escapado y es demasiado tarde para ellos, y aún así, me consuela pensar que quizás otros nuevos sentimientos y emociones ocupen ese espacio vacío. Aún tengo esperanza. Ahora más que nunca. Llevo luchando meses. No me voy a rendir ahora que sé qué es lo que pasa realmente conmigo. La solución está en la palma de mi mano y esta vez, juro que sabré utilizarla.


Ese pequeño rayo de Sol me está impidiendo quedarme a oscuras, encerrarme en un charquito de lágrimas, asquearme de la vida. Ese pequeño rayito de Sol es, desde mi punto de vista, tan intenso que es suficiente para alejar poco a poco todas y cada una de las tinieblas que se habían apoderado de mi corazón.

No me voy a rendir.

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