martes, 15 de febrero de 2011

14 de febrero.

Y en el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento... Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo que él decide es lo que vale.

Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algún momento, hemos dicho entre lágrimas "Estoy sufriendo por un amor que no vale la pena." Sufrimos porque descubrimos que damos más de lo que recibimos. Sufrimos porque nuestro amor no es reconocido. Sufrimos porque no conseguimos imponer nuestras reglas.

Sufrimos impensadamente, porque en el amor está la semilla de nuestro crecimiento. Cuanto más amamos, más cerca estamos de la experiencia espiritual. Los verdaderos iluminados, con las almas encendidas por el Amor, vencían todos los prejuicios de la época. [...] Eran alegres porque quien ama ha vencido el mundo y no teme perder nada. El verdadero amor supone un acto de entrega total.
(A orillas del Río Piedra me senté y lloré,
Paulo Coelho)


Ayer fue 14 de febrero, día que considero tan normal como cualquier otro. Era San Valentín. Vale. ¿Y qué? Es el día de los enamorados. Vale. Yo no estoy enamorada y, si lo estuviera, no necesitaría un día concreto para hacerlo más real o demostrarlo más. De verdad, de corazón, os digo que estoy totalmente convencida de que el amor no se dice ni se celebra un día, sino que se demuestra día tras día y se celebra siempre, desde el principio hasta su final. Porque todo lo que empieza ha de acabar. ¿Cuándo? Hay demasiados factores que determinan la respuesta a esa pregunta. Porque nosotros no lo decidimos todo. Interactuamos con muchas personas, con un entorno, y todo ello nos condiciona de manera inevitable.

El amor, sí. Ya sabéis que es mi mayor sueño, mi mayor placer, mi más grande ideología. El amor mueve el mundo. Pero lo mueve de distintas maneras, pues hay muchas formas de amar. Además el amor es un sentimiento caprichoso. A menudo nos enamoramos de quien no debemos o de alguien está fuera de neustro alcance. ¿Pero por qué tiene que pasarnos esto? Yo tengo la convicción de que todo lo que nos ocurre a lo largo de nuestra vida tiene un porqué, tiene un sentido, una finalidad. Y puede que no lo comprendamos en su momento. Puede que nos enfademos con el mundo por eso que nos ha pasado. Y, en cierto modo, es lógico. Pero el tiempo es algo grande, maravilloso y, por encima de todo, esencial. Eso de que "el tiempo cura las heridas" es una enorme verdad. Quedan cicatrices, sí, pero las heridas se cierran gracias a él.

El amor duele, desgarra, agoniza, entristece, incluso mata. Pero, por otro lado, también alivia, fascina, sonríe, ameniza, calma, ansía, acaricia... Es una figura poliédrica: tiene muchas caras. Es más difícil de interpretar y sobrellevar que otra cosa. Pero se puede hacer. Si veo parejas de ancianos paseando cogidos de la mano, puedo llegar a creer que el amor puede ser para siempre. Ojalá lo sea.

Personalmente tengo algo idealizado este sentimiento. Lo reconozco. Yo sueño con un amor a primera vista, pero no me gustan las cosas fáciles. Ansío un amor apasionado, pero no deseo que su llama se apague con facilidad y en poco tiempo. Quiero un amor de verdad, lleno de confianza, que transmita paz, sinceridad, complicidad y complementariedad. Pues ¿qué es una parte sin la otra? Siempre falta algo, ¿verdad? Pues algo así deseo para mí. Suelo decir que soy muy complicada de entender, pues aquí tenéis la prueba.

Infinitas tardes me he sentado a ver una película de amor, la típica comedia romántica, y me he preguntado "¿Y por qué no a mí?", mientras sollozaba abrazada a un cojín o a mi oso de peluche. Muchas de esas tardes han inspirado varias entradas antiguas de este blog. Y es que no puedo evitarlo. En realidad, he pasado por varias relaciones de todo tipo y he descubierto que tengo cierto miedo al compromiso, a atarme a una persona y no poder descubrir nada más en otros; que me aterroriza que me desprecien o me utilicen como un simple objeto; y que no sé vivir sin estar enamorada de alguien. Sin embargo, en mi situación actual, en la que no siento absolutamente nada de este tipo de amor por nadie, me siento extrañamente independiente, completa, segura. Y, a pesar de todo, sigo necesitando amar. ¿Véis? El ser humano necesita amar. Porque sin amor, la vida no tiene sentido. Siempre faltará la otra parte.

El 14 de febrero es un día más. O debería serlo si no fuera por la gran publicidad y consumismo que se apoyan en el día de los enamorados. Ya que ayer me pareció un día cualquiera, mi compañera de piso terminó sus exámenes y por la tarde nos fuimos a un centro comercial. La experiencia fue magnífica: nos perdimos buscando el centro comercial, conseguimos llegar una hora después de haber salido, pillamos por los pelos unas entradas para una película que no era la que queríamos ver, nos hinchamos de comprarnos ropa, cenamos palomitas por segundo día consecutivo y volvimos a casa sintiéndonos genial y riéndonos mucho. Ha sido un día cualquiera, sí, pero he conseguido llenarlo con algo que no es lo convencional o lo "obligatorio".


El amor es sufrido y considerado,
nunca es celoso.
El amor nunca es jactancioso o engreído,
nunca es grosero o egoísta.
Nunca se ofende ni es resentido.
El amor no halla placer en los pecados de los demás
y se deleita en la verdad.
Siempre está dispuesto a excusar, confiar, esperar...
... y soportar todo lo que venga.

(Película: Un paseo para recordar)

1 comentario:

  1. woooo *.*
    Realmente bella la cita de un paseo para recordar, excelente peli, donde el amor va más allá de lo carnal y lo superficial, la entrega total y el cambio resaltan ahí.

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