miércoles, 4 de julio de 2012

Hogar, dulce hogar...

Y por fin estoy en casa.

Sin embargo, después de ansiar tan fervientemente estar aquí, no sé qué demonios pasa pero solo quiero huir. Huir muy lejos y llevarme sólo a mi madre conmigo.

Me siento asfixiada, agobiada, atosigada, estresada, desubicada, perdida... Hace 3 días que sólo siento ganas de llorar. De llorar a mares. Tengo una tristeza encima que no me la creo ni yo. Da igual que sonría si mis ojos revelan lo que siento inexplicablemente. Bueno, tal vez sí tenga explicación. Puede que sea por mi hermana que, lejos de ayudar y ayudarse, sólo genera problemas. Uno detrás de otro. Por cada cosa que hace bien, hace 20 mal. Y así no se puede, la verdad. Porque yo no puedo más. Y lo peor es que esto sólo acaba de empezar. Me refiero al verano. Mi año ha sido duro por no decir insoportable, pero aquí estoy. Y sólo quiero descansar. Sólo quiero poder pararme un día entero sin hacer nada, sin oír nada, sin tener que hablar. Poder, durante ese día, sentarme aquí, en mi cama y pensar, reflexionar y asumir todo lo que me ha pasado, todo lo que he vivido. Siento que, después de pasar un mes entero estresada con 10 exámenes (que en mi carrera no son pocos), no se me ha concedido el tiempo reglamentario o mínimo para descansar, recuperar el aliento y así poder adaptarme de nuevo a mi casa, a esta situación infernal. Salí del piso acelerada y todavía estoy acelerada. Por eso funciono a trompicones: porque me fallan las fuerzas, porque me tiemblan las piernas, porque se me cierran los ojos y la mente, porque no doy para más. Y lo siento, pero es así. No duermo, porque soy incapaz de detener mi mente por las noches cuando por fin reina el silencio. No duermo porque tengo miedo a dormir, porque tengo pesadillas, porque me despierto llorando casi todas las noches...

Decía mi psiquiatra que no sabía cómo yo podía aguantar la situación que estoy viviendo aquí. ¡Qué me lo diga a mí! Aunque en el momento en el que me lo preguntó, contesté muy segura de mí misma que lo sobrellevaba bien porque somos una familia muy unida. Venga, vale. Que me creo yo mis propias historias, porque ya empiezo a dudar eso que yo misma afirmé sin vacilar.

No es normal mi vida, ni mi situación en casa, ni mis relaciones de pareja, ni cómo me la pegan o la acabo liando con mis amigos. No es normal. Yo no soy normal. Y eso sí que es duro. Porque muy poca gente (prácticamente nadie) lo entiende. Estoy agobiada, estoy muy estresada psicológicamente. Creo que no estoy preparada para el verano que se me viene encima. Creo que no estoy lista para soportar todo esto. A lo mejor me he vuelto más débil en mi ausencia casi permanente de casa mientras he estado estudiando. Quizá esté dando pasos atrás en vez de caminar hacia delante. No lo sé. No sé nada. No entiendo nada.

Me siento... muerta. Y es duro incluso escribirlo. Pero es así. Tengo el ánimo por los suelos. No puedo cambiar mi cara porque realmente todo lo que me rodea me parece mal. Me falta el aire, la ilusión, la vida. No sé qué esperaba encontrar, pero esto creo que, desde luego, no. Y, aún así, me siento muy estúpida. ¿Qué me iba a encontrar sino? ¿Todo perfecto? ¿Madurez? ¿Empatía? ¿Comprensión? Ni de coña. La única persona que me da un poco de esas cosas es mi madre, y últimamente apenas lo hace. Y lo entiendo. Y no se lo reprocho. Pero cuando se da cuenta, ya estoy tocada y hundida. ¿Pedir ayuda? Sí, muy fácil decirlo o aconsejarlo, pero es muy difícil llevarlo a cabo, más aún cuando tu mundo se derrumba a tu alrededor y no encuentras nada a lo que asirte.

Sí, mi madre está ahí, como siempre, pero se está hundiendo en una depresión increíble de la que no sé si podrá salir. Igual que mi padre. Y lo peor es que yo estoy entrando en una espiral que conozco muy bien... Demasiado bien. Y la odio. Pero no sé... Me siento sin fuerzas. Y siento una vez más que grito en medio de una multitud acelerada y egoísta, en la que nadie me oye. Asumo que las cosas, las personas, cambien, pero ¿es que no puede ser nunca para mejor? Por favor, es que no puedo con más.

Cuanto más me esfuerzo por ser mejor, por estar aquí, por no caer, por no dejarme aplastar por la mierda que me va cayendo encima... Peor va todo. Siento que estoy sola. Muy sola. Y ya no confío en mi hermana cuando me da un abrazo, porque no me lo creo. Y ya no confío en ella cuando me dice palabras de consuelo, porque sé que en algún momento usará ese instante de debilidad que tenga frente a ella para hacerme daño. Y ya no puedo contarle nada, porque todo lo usará en mi contra y retendrá sólo lo malo. Y ya no... Y duele llegar a estos extremos en los que me pregunto quién es peor, si ella por hacerme esto o yo por dejármelo hacer.


¿Y qué hago yo? Dios mío, ¿qué demonios hago? Es que no soy persona. No sé ni siquiera si soy ser vivo. Estoy tan mal otra vez... Pero ¿por qué me tiene que afectar todo esto tanto? Me siento como si no conociera a nadie. Mi abuela no es la que es. Mi hermana pequeña está medio loca en medio de todo este huracán (y no es para menos). Mi padre no quiere saber y, en su ignorancia selectiva, crea situaciones excesivamente violentas. Mi madre está que no le llega la ropa al cuerpo. No tenemos ni un puto duro. No hay NADIE, absolutamente NADIE que pueda ni quiera ayudarnos... Es todo muy injusto. No merezco esto. No merecemos esto. Por favor, parad. Parad todos. Que se detenga el mundo, por favor... Que no puedo más. Que voy a reventar. Que necesito un puto día para reponer fuerzas, estancar compartimentos y resucitar de entre mis cenizas, como el ave fénix. 


Por favor, parad de hacerme daño. Que necesito sentirme viva. Por favor, parad. Parad. Deteneos. Olvidadme. Dejadme. Por favor. 


Me estoy desangrando el alma...

No hay comentarios:

Publicar un comentario