viernes, 10 de agosto de 2012

¿He comentado que odio el verano?

Y así de fácil es.

Cuando más luchas por buscar una estabilidad, algo que le de un poco de sentido a la locura que envuelve tu día a día, ocurre algo que no estaba planeado y te sorprende. Simplemente te rompe todos los esquemas, y todas las cosas de las que estabas segura, pasan a ser vanas hipótesis y teorías.

He intentado durante una semana dejar de fumar y no soy capaz. Pero el motivo es muy sencillo: ni quiero ni estoy preparada. Y esto resume mi situación, es decir, que no estoy bien. Y aún así, intento disfrutar de cada día, hacer lo que tengo que hacer (básicamente, estudiar) y superar cada obstáculo que se ponga en el camino. He tenido días mejores y días peores a lo largo del verano... Pero estoy llegando a un punto en el que sé que no voy a rendir más a menos que salga corriendo de aquí. Y no puedo salir corriendo, porque no tengo a dónde ir. Tengo varias casas en las que sé que me acogerían, pero no necesito vacaciones. Necesito desaparecer de casa. Necesito mi independencia vital. Necesito aislamiento. Necesito egoísmo puro y duro. Ser yo y sólo yo. Pensar sólo en mí y en todo lo que tengo que estudiar, que es muchísimo. Necesito concentración máxima. Porque sino, todo lo que estoy haciendo este verano respecto a los estudios, no me va a servir de nada. Llevo 3 días parada y esto me agobia. No avanzo y me estoy estresando. Y en medio de todo esto, he intentado dejar de fumar. Estoy loca. A poco muero de la ansiedad. No duermo bien, no estudio bien. Y le echo la culpa al calor, pero la culpa es sólo mía. Toda mía.

A todo esto se suma el tema del peso. Nunca me ha preocupado excesivamente mi físico o mi peso, pero hace años que tengo un trauma con mi peso y no permito que nadie me coja en brazos o me siente encima suyo. Los complejos con mi cuerpo y mi físico se acumulan, a pesar de que me esfuerzo día tras día por ignorarlos. Pero vivir con mi hermana, me supera. Desde que estuvo tan mal, tan excesivamente delgada, sufro cada vez que yo me miro al espejo. No me gusto. Sé que estoy gorda de más. Sé que debería comer menos y hacer ejercicio de nuevo. Pero no puedo. No puedo comer menos porque tengo ansiedad de ver que muchas veces mi padre o mi hermana no comen lo suficiente. No puedo hacer ejercicio porque pienso "¿Para qué? Si voy a seguir estando igual de gorda." Y esto es un bucle del que no salgo. Así que sigo sentada en una silla, obligándome a estudiar, comiendo por dos y haciendo el ejercicio justo y menos.

Me decía mi psiquiatra que tenía fatal el autoestima... Fatal no, lo siguiente. A pesar de que yo sé que soy buena persona, que soy inteligente y que valgo muchísimo, no me lo termino de creer. No me asumo. Y es en parte por mi físico. No estoy tan mal, vale, pero no estoy bien. Y me desespera no ser capaz de hacer lo que sé que tengo que hacer. Lo que decía antes de comer un poco menos y hacer más ejercicio. Eso requiere un esfuerzo psicológico, de fuerza de voluntad, que no estoy preparada para asumir ahora mismo. Es como el dejar de fumar. No es el momento y supondría entrar en una espiral de autodestrucción que me hundiría. Y yo no quiero hundirme.

No voy a mentir, el verano está siendo nefasto en casi todos los sentidos. Y sé que, al leer esto, mi madre se cabreará o se apenará por mí porque "no sé disfrutar de las cosas". Pero es lo que hay, es como me siento. Mis amigas me han tratado mal, mi ex novio ha buscado mil maneras de hacerme daño desde hace 4 meses, en casa es una locura, yo no me termino de ubicar ni de concentrarme lo suficiente para que me cunda estudiar, y, por si esto fuera poco, hoy mismo una de mis ex compañeras de piso (de las que tanto daño hicieron) me ha ofrecido su apoyo porque se ha dado cuenta de los intentos desesperados de mi ex novio por hacerme daño. Parece que ya ha tenido tiempo de recapacitar, hacer balance y decidir quedarse sólo con lo bueno. No me confío porque ya tengo experiencia en estos temas y tengo miedo a que me hagan daño de nuevo. Pero no sé, estando como estoy, esto me ha marcado. Tengo un pellizco en el pecho. No voy a llorar, aunque quiero. No puedo hacer nada, salvo agradecerle su apoyo (que es un poco "virtual") y hacer como que no me importa. Pero, en realidad, ha sido un mazazo bien fuerte en la cabeza.

De todas formas, no me voy a esforzar en encontrarle una explicación. Hay cosas que, simplemente, no la tienen o es mejor no buscársela.

Lo único que me queda es respirar hondo, no agobiarme por varias cosas que me agobian y sacar fuerzas no sé de dónde para poder estudiar en condiciones y avanzar.

Mientras tanto, ya siento que me de igual muchas cosas. Hace tiempo que me siento perdida, que perdí la magia, la fuerza y casi la voluntad.

Y sigo aquí, luchando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario