miércoles, 26 de diciembre de 2012

Hielo y roca. Indestructible.

¿Y qué haces cuando el dolor te quema por dentro pero una parte de ti se niega rotundamente a derramar una sola lágrima? ¿Qué pasa cuando sientes que te has vuelto repentinamente insensible? ¿Qué haces cuando ya no te importa lo que esa persona haga o deja de hacer? Nada. No queda nada que hacer, salvo seguir con tu vida, asumiendo que eres mucho más fuerte de lo que pensabas. 

Y, a pesar de mi propio dolor, lo que peor llevo no es mi sufrimiento, sino el de los demás. Esa frustración que provoca la impotencia de no poder hacer nada más por aquellos que amas. Se hace insoportable verlos sufrir de una manera tan desgarradora, cada cual a su forma. Unos se sientan en un sillón a llorar o a darle vueltas a la cabeza mientras, distraídos hacen un sudoku. Otros, no lloran tan a menudo, pero se sientan en un sillón durante toda la tarde y gran parte de la noche, al lado del teléfono, esperando una llamada que en 6 días no ha llegado. Otros cometen excesos con alcohol, tabaco y euforia provocada por la rebeldía de negarse a encerrarse en casa para comerse el coco. Otros no tienen edad para enterarse de esta película... Y en medio estoy yo. Ayudando a unos y a otros. Sin tener tiempo para dedicarme a mí. Continuamente preocupada de que todos estén bien. Saliendo con unos, con otros, dando cariño, intentando aportar alegría y entusiasmo. 

Y me siento de hielo. Me siento como su fuera una durísima roca. No me puede hacer daño nada. En cualquier otro momento de mi vida, si hubiera pasado esto, yo estaría llorando, hecha polvo, destrozada... Como están todos. Pero en este momento no puedo. Y no quiero. ¿Para qué? No quiero darle a nadie el gusto de ver lo frágil que soy. No quiero dejar que esto me haga daño y estoy sorprendida, porque lo estoy consiguiendo. He descubierto hasta dónde puede llegar el poder de mi mente. He decidido que esto no me va a afectar y aquí estoy, tan tranquila. 

Pero es que son los demás... Son los demás lo peor... No sé qué hacer con ellos. No sé qué mas puedo hacer para ayudarles. Y algunos es que ni se dejan. Y yo no puedo más. Porque estoy haciendo de madre, de hija, de jefa de la casa, de hermana mayor... Y es mucha responsabilidad. Me siento algo agotada, pero sigo sin rendirme a la desesperación, a la pena y a la autocompasión. 

He llorado demasiado en los últimos 5 años, por unos, por otros y por mí misma. Y estoy harta. HARTA. Completamente harta de lamerme las heridas, de autocompadecerme, de lamentarme... Me niego. Yo he decidido ser feliz. Y nadie se va a interponer en mi camino, simplemente porque yo, lejos de hacerle daño a nadie, me esfuerzo día tras día por hacerlos a todos felices. Y si estoy haciéndolo todo perfectamente, ¿por qué demonios me voy a sentir yo mal? A las personas no se les puede ayudar si no quieren tu ayuda. No se les puede hablar si no quieren escucharte. No se les puede abrazar si te dan puñetazos. Y yo puedo ser de mucha ayuda, si se me hace caso, se me escucha, se me entiende lo que quiero decir y se acepta mi humilde ayuda basada en la experiencia. Pero nadie se deja, y a mí no me queda otra que seguir tirando de este enorme carro. 

Yo estuve en lo más hondo del más profundo y oscuro abismo. Y no quiero volver ahí jamás. Mientras me queden fuerzas, yo voy a seguir luchando día tras día contra eso. Siempre. Porque yo tengo derecho a ser feliz. Tengo todo el derecho del mundo mientras no le haga daño a nadie, que no se lo hago. Por lo tanto, voy a limpiar por enésima vez las mierdas que otros han dejado. Voy a ejercer de amiga, madre, anfitriona de la casa, hermana y todo lo que haga falta. Porque yo soy así. Y, a pesar de que me rodee el dolor, la frustración, la incertidumbre y la rabia, no me voy a rendir. Voy a seguir con mi actitud positiva. Y voy a seguir siendo fría como un témpano de hielo. Porque, ahora que todos están destrozados, es lo que se espera de mí. Y pienso cumplir todas sus expectativas con creces. Porque ellos sí se lo merecen. La otra persona no merece ni una sola de mis lágrimas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario