martes, 4 de diciembre de 2012

Mierdas.

Tragar lágrimas en silencio. Callar. No pensar. Coger los apuntes. Leerlos. No enterarme de nada. Releerlos. Comprender algo. Leerlos una tercera vez. Ya voy cogiéndole el sentido. Sacar un par de folios. Empezar a resumir. Otra oleada de lágrimas. Me las trago. La rabia me corroe, aunque la ignoro. Sigo resumiendo. Mejor será que me ponga música. Sí, algo triste. Y sigo resumiendo apuntes. Adelantando trabajo para cuando llegue el momento de demostrar todo lo que puedo hacer y todo lo que valgo. Para cuando llegue el momento de compensar deudas. Luchando por conseguir aquello que les han quitado a mis padres poco a poco: dinero. Siempre es el puto dinero. Lo odio. Algunas veces pienso en que prefiero morirme antes que vivir en esta mierda de mundo donde unos pocos acaparan el poder y los beneficios mientras los demás (la aplastante y exasperante mayoría) los mantienen y trabajan para no ver recompensadas sus jornadas de no parar.

¿En qué mierda de mundo vivimos?

A veces, repito, preferiría estar muerta. Porque tengo cada día más claro lo difícil que va a ser conseguir ser alguien (o, en su defecto, algo) en esta sociedad consumista, pobre, asquerosa y clasista en la que vivo.

Y hasta aquí mis conclusiones del día de hoy.

Igual parezco imbécil, pero otra cosa no puedo hacer siendo tan pobre de manera tan injusta.

Ahora entiendo a mis padres. Y los compadezco.

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