Y volvimos a las noches de verano, al cielo plagado de estrellas, a los besos y las caricias lejos del mundo, lejos de todo. En un lugar donde sólo estábamos tú y yo. Sentir mi corazón explotar en mi pecho. Contemplarte durante largos minutos en la penumbra. Acariciar tu rostro. Amarte de tal manera que resultaría impensable a menos que lo estuviera viviendo.
Son momentos mágicos y nuestros. Sólo nuestros. Los considero nuestros pequeños tesoros, guardados en un baúl común de recuerdos en el que aún queda espacio para guardar muchos más... nuestros. Juntos.
Me gusta abrazarme a ti, sentirme literal y figuradamente desnuda, tal y como soy. Me gusta poder ser yo. Y me gusta que sea contigo. Así.
La cuestión es que... ya hace más de 4 meses que nos embarcamos en esta aventura que, puede que para muchos o para la mayoría, no parecía que iba a funcionar. Pues aquí estamos.
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