jueves, 16 de septiembre de 2010

Cumplir un año menos.


Hace apenas unas horas, mi madre me preguntaba: "¿Qué quieres para tu cumpleaños?". Mi respuesta: "No quiero nada, mamá". Mi madre, sorprendida, ha intentado persuadirme de que le dijera algo que deseara. Pero es que no quiero nada. Hay muchas cosas que deseo, pero soy incapaz de pedirlas. Al final he acabado pidiéndole como único regalo de cumpleaños que me diera 50€ para poder celebrarlo con mis mejores amigos. Y la mujer me los ha concedido felizmente.

Mamá, no deseo nada por mi cumpleaños por el simple motivo de que ya me estás regalando cada año desde que empecé la carrera, algo maravilloso. Una oportunidad más. Cada año te niegas a dejarme trabajar en algo para costearme yo misma mis estudios. Cada año me pagas todo lo que supone mi estancia aquí. Cada año me das una oportunidad más para seguir adelante con mi futuro. Y cada año haces todo eso con una sonrisa, aunque haya dificultades para hacer todo esto. Ése es mi mejor regalo de cumpleaños cada año desde que empecé a estar aquí estudiando. No necesito nada más. No puedo pedirte nada más. Sólo puedo darte las gracias yo a ti y, en todo caso, pedirte una sonrisa más.

Hace unos días me preguntaba Javi lo mismo: "¿Qué quieres para tu cumpleaños?". Nada, Javi, no deseo nada. Sólo quiero que estés ahí siempre. Y eso no va sólo por ti, sino también por Belén, David, Alma, Itxaso, Mae, Manolo, Manu, Pedro, Isa, Patri, Ágata y, por supuesto, Sergio. Sólo deseo que no me dejéis, que sigáis a mi lado porque os necesito mucho a todos y cada uno de vosotros. Si queréis regalarme algo, regaladme vuestra presencia, vuestras palabras, vuestros consejos, vuestras sonrisas y vuestras lágrimas, vuestra ayuda... Sólo con eso ya me doy por satisfecha. Os lo aseguro firmemente y de todo corazón.

Cada día soy más consciente de lo poco que necesito para ser feliz. Con sólo tener de vez en cuando un ratito para dedicarme a mí misma y tener gente que me quiera y me de unos cuantos mimos, ya soy feliz. También influye el hecho de alcanzar mis metas, que parece ser que por fin lo estoy consiguiendo. Me ha costado mucho trabajo duro y mucho esfuerzo llegar hasta aquí, pero me siento feliz, completamente recompensada. Estoy orgullosa de mí misma por haberlo conseguido.

No entiendo muchas veces cómo hay gente que puede estar continuamente queriendo más y más cosas. Es decir, no entiendo el concepto de "ambición". No lo entiendo porque en mi persona no existe. Al igual que no existen muchos otros como "racismo", "homofobia", "odio" o "egoísmo". Me resulta un tanto deprimente contemplar el mundo a mi alrededor y ver que está lleno de estas cosas. Es algo que de verdad que me resulta totalmente incomprensible. Quién sabe, igual este mundo no es el mío... Como dice Amaral "Porque este mundo no lo entiendo".

Además, ¿para qué queremos tener tanto si valoramos tan pocas cosas? Creo que cuanto más tenemos, más queremos, y más, y más, y más. Y así continuamente. Cuando nos queremos dar cuenta, vemos que estamos rodeados de todo aquello que queremos, pero ¿y lo que necesitamos? Somos conscientes entonces de que siempre pensamos en lo que deseamos, en lo que queremos, pero nunca nos hemos parar a pensar qué era lo que de verdad necesitábamos. Y nos encontramos vacíos, sin saber muy bien porqué, y también algo perdidos entre todas esas cosas que poseemos y que, de repente, no sirven para nada.

Precisamente porque no quiero que me pase esto, soy como soy. Lo valoro todo muchísimo. No pido absolutamente nada a menos que lo necesite. Por eso cuando pido algo, espero ansiosamente recibirlo, porque cuando lo pido es que es totalmente necesario para mí. No soy egoísta, ni ambiciosa. Estoy aprendiendo a ser emprendedora, trabajadora, luchadora. Porque no, señores, no. Nunca jamás en mi vida lo había sido. Y me estoy dando cuenta de que este cambio de actitud me gusta, me llena, me hace feliz.

Un año más. ¡Qué poco queda! Me siento tan mayor...


Recuerdo en estos días aquellos en los que era pequeña y mi padre me cogía en brazos y bailaba conmigo en el salón de mi antiguo piso. Recuerdo cómo veía Peter Pan y soñaba con volar muy lejos y muy alto. Recuerdo cuando me quedaba en casa de mi tía a comer y me enseñaba modales en la mesa. Recuerdo hace más de 10 años cuando me regalaron por mi octavo o noveno cumpleaños la película de Mulán y me senté en el salón a verla con mi hermana Paula. Recuerdo cómo llovía aquel día. Recuerdo cuando le pedía a mi abuela que me dejara dormir con ella en su cama. Recuerdo cuando, al salir de misa, compraba chucherías y corría por las calles con mis mejores amigas. Recuerdo cuando iba todos los días a las misas de la Virgen de mi pueblo con mi abuela y sus hermanas, y cómo me iba aprendiendo todas las canciones del coro para, un tiempo después, pasar a formar parte del mismo. Recuerdo cuando mi madre me cuidaba cuando estaba enferma. Recuerdo una borrosa habitación de hospital. Recuerdo las lágrimas de mi padre en sus peores momentos. Recuerdo las peleas con mi hermana Paula, que con los años se han ido transformando en abrazos tan cálidos como el mismísimo Sol. Recuerdo cuando mis tías y mi abuela iban de viaje y siempre me traían algún regalo que yo guardaba como oro en paño. Rcuerdo las larguísimas tardes frente a los ejercicios del colegio, sin tener nada de ganas de hacerlos y cantando las canciones de Mecano. Recuerdo el día que escuché por primera vez a Alejandro Sanz, a La Oreja de Van Gogh, a Álex Ubago. Recuerdo cómo mi madre me ayudaba a aprenderme las canciones de John Lennon y los Beatles, y también alguna que otra de Elton John u otros artistas. Recuerdo la noche en que me levanté con decisión del sofá del salón de mi piso, me dirigí hacia la cocina y tiré el chupete a la basura, para hacerme mayor. Y recuerdo la cara emocionada de mi abuela, la única persona que lo presenció. Recuerdo la primera vez que tomé en brazos a mi hermana Laura, cada una de las veces que la paseé, le cambié los pañales, le dí de comer, la bañe. Recuerdo que ahora, al verla tan grande, me dan ganas de llorar. Jamás pensé que ver crecer a alguien me afectara tanto. Recuerdo todos y cada uno de los años, en el día de mi cumpleaños, cómo desde que tengo memoria, mi tía Mercedes me preparaba chocolate el día 19 de Septiembre. Recuerdo cada sonrisa, cada lágrima, cada caída, cada logro, cada cosa aprendida durante estos casi veinte años de edad, desde que tengo uso de razón.


¿Qué le voy a hacer? Tengo la crisis de los veinte.

Mi situación se refleja claramente en la canción "Cumplir un año menos" de La Oreja de Van Gogh. (¿Cómo no?)

http://www.youtube.com/watch?v=iU-0YH0jjTI&feature=fvst

Quiero otra oportunidad de vivir estos veinte años. Por favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario