sábado, 4 de septiembre de 2010

Nada.


¡Qué asco de nada!
¡Qué nada más absoluta!
¡Tan inquietante nada!
¡No sentir nada de nada!
Todo es nada, así, tan fácilmente.
¿Por qué?
Por nada.

Me siento desorientada, perdida, loca.
Entre la nada.
Nada.
Vago entre mis sombras.
Soy incapaz de afrontarlas.
Y otra vez la nada.
Nada
Las dejo vagamente que me ahoguen.
Nada importa.
Nada.
Una vez más, me dejo llevar.
Que me acunen en sus incorpóreos brazos.
Total, nada importa ya.
Nada.
Tan poco importa, que ni duele.
No siento nada.
Nada.

La nada de las nadas me acompaña hoy.
Y no se va.
Y me coge de la mano.
Nada.
Y me lleva a otra nada aún más oscura, tenebrosa y desesperante.
Oh, sí. Desesperante nada.
Todo fue una mentira.
Y todo fue nada.
Nada.
La mentira es la nada.
Nada.
Angustiante, perversa nada.
No hacer nada bien.
Nada.
Y darlo todo… por nada.
Nada.
Nada es perfecto.
Nada es nada.
Todo es nada.
¿Qué es la nada?

Déjame, terrible nada.
Porque me ahogas aún más.
Sin ninguna piedad.
Ninguna.
Nada.

Inventé una nada.
Para nada.
No sirvió de nada.
Y volví a caer para nada.
Nada.
Nunca consigo nada.
Nada.
Y ahora duele verme una vez más sumida en mi oscura nada.
Para nada.
Nada.

¡Qué asco de nada!
¡Qué nada más absoluta!
¡Tan inquietante nada!
¡No sentir nada de nada!
Todo ahora ya es nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario