miércoles, 19 de mayo de 2010

Amigos.

Amigos. ¿Qué son los amigos? Mucha gente tiene amigos, o eso dice. Mentira. Amigos hay muy pocos. Poquísimos. De hecho, lo habitual es que la gente pueda contar su numero de amigos con los dedos de una mano e incluso sobran. Niéguelo usted si así se siente mejor, pero lo que estoy diciendo es la pura y cristalina verdad. Para ti. Para mí. Y para todo el mundo.

Recuerdo la primera vez que pensé que tenía un amigo. Era una chica y venía conmigo a mi clase de preescolar. No sé decir exactamente cómo comenzó aquella temprana amistad. Pero sí recuerdo con exactitud la sensación. Claro, era una niña y, como es normal, llegué a casa diciendo que había hecho una amiga. Creo que nuestro primer amigo deja una huella indeleble en nuestros corazones. Sin embargo, eso no significa que vayamos a ser amigos para siempre, que es la primera promesa que se hacen los primeros amigos. Qué entrañable recordar esa sensación. Ese débil escalofrío recorriendo tu espalda ante la emoción de pensar "¿Seguirá mañana siendo mi amigo/a?". Es bonita esa primera amistad pero, como todo el mundo sabe, no es para siempre ni es la única.

Después pasamos a la época de la Educación Primaria, donde normalmente se suelen hacer grupos de amigos. Con los amigos solemos ir a misa para hacer la comunión, con los que compramos chucherías hasta que gastamos el dinero, con los que te sentabas en un parque a reir y jugar al escondite o al pillar... ¡Qué tiempos aquellos! Claro que los grupos de amigos de la Primaria tampoco duran para siempre...

Luego viene la época de instituto, en la que todos pasamos dificultades, los grupos se disuelven, se conoce alguna gente nueva y nos esforzamos algo más por aprobar (que no mucho, la mayoría). Son años en los que vamos creciendo realmente, en los que nos vamos conociendo mejor a nosotros mismos y en los que peleamos con el mundo entero. Los problemas de la pubertad. Todo nos parecía un mundo. Tener un examen de 3 temas era una matanza. Que los profesores nos regañaran a menudo en clase por charlar nos hacía agachar la cabeza con las mejillas enrojecidas al sentirnos observados por el resto de la clase. Que nos haya gustado medio instituto del sexo contrario en esos fatídicos años era lo más normal. Sin embargo, de todos los amigos que comenzamos teniendo en 1º de E.S.O. muy pocos continúan siendo los mismos que los que tendremos al finalizar 2º de Bachillerato. Y es entonces cuando...

Cuando llegamos a la mejor etapa de nuestra vida según toda la gente con experiencia que conozco: la etapa universitaria. Muchas veces he hablado con gente mayor que yo, que haya estudiado alguna carrera, y siempre me han acabado diciendo la misma conclusión: "Los años que pases en la Universidad serán los mejores de tu vida". Al principio, el hecho de entrar en la Universidad me daba un poco de respeto. Pero eso de irse lejos de casa (que es lo que ocurre en la mayoría de los casos) creo es lo más tentador de todo. Yo siempre me he sentido muy atada por mi familia, muy limitada para todo. Sin embargo, al llegar a este lugar, tuve la mayor sensación de libertad que he tenido jamás. Era libre, completamente libre. Los horarios eran menos estrictos, podía faltar a clase sin preocuparme (casi nunca) por las faltas de asistencia... Pero lo mejor de todo, señores, lo mejor de todo esto era el hecho de conocer gente nueva. Gente de todas partes, de todo tipo, de toda ideología y personalidad. Increíble. Jamás pensé que se podía ser más feliz. Estaba rodeada de gente con la que compartía un montón de gustos, ideas, sensaciones y emociones. Es época de cambiar, de ver más allá de los límites que siempre habías tenido, de conocerte aún más. Para mí, personalmente, han sido (hasta ahora) dos años completamente distintos.

Comienzo por el primer año. Llegué desorientada, echando de menos a mis amigos y queriendo quedarme encerrada en la habitación de la residencia por siempre jamás. Luego ya fuí conociendo a gente, me integré y conseguí establecer cierto "roce" más con unas personas que con otras. En clase me daba muchísima vergüenza todo: hablar con la gente, preguntar dudas en voz alta a los profesores e incluso moverme de mi silla. Menos mal que no era la única y que hubo gente (más sociable) que me ayudó un poco con el tema. Dentro de la residencia fui haciendo amigos, con los que pasaba a veces casi 24 horas al día o con los que reía, lloraba, veía películas y series, salía de fiesta... Realmente es lo que más hacía: el vago y salir de fiesta. Sin embargo...

Sin embargo el verano me hizo cambiar de manera notable. Me hizo darme cuenta de que mucha gente que pensaba que eran mis amigos, no lo eran realmente. Es decir, no eran lo que son los amigos de verdad. Sólo hubo 4 personas (aparte de mi madre, claro está) que me ayudaron en verano, cuando peor estaba, cuando me replanteaba mi vida, buscando una salida de un agujero negro que me estaba asfixiando. Desde entonces intenté valorar a esas personas por encima de muchas otras. Pero en estos casos, verano significa distancia. Y la distancia a veces acerca a las personas y muchas otras las aleja aún más. Con dos personas me acercó infinitamente y con otras me alejó. Una lástima.

En el segundo año he aprendido a valorar los esfuerzos de mi familia para costearme la carrera, pero sobre todo he aprendido a valorar a la gente. No tengo reparo ninguno en decir que hay muchísima gente que me ha decepcionado... Por otro lado, me enorgullezco de poder decir que hay gente que me ha sorprendido gratamente. Sabéis que hablo por vosotros: Belén, David, Manolo, Mae... ¡Qué personas tan increíbles! Cada uno en vuestro ámbito sois tan especiales... Gracias por todos estos momentos que estamos viviendo juntos, por las discusiones filosóficas, por las sesiones maratonianas de juegos de mesa, por todas las sonrisas que me habéis arrancado. Os aseguro que os valoro muchísimo. Espero que nunca (y lo digo de verdad: nunca) cambiemos ni cambie nuestra bonita relación. Sois geniales. Y cuando estamos juntos somos más geniales todavía.

Quiero dar en esta entrada mil gracias a Belén por cada una de las sonrisas que me ha arrancado durante el verano (entre lágrimas) y durante el curso, por TODO.

Y también dar las gracias a David, por ser fuente sabia de inspiración, por pedirme (casi exigirme) una sonrisa esta tarde, por esas charlas que tenemos y que me hacen sentir tan bien.

Gracias. Va por vosotros dos hoy.

2 comentarios:

  1. con el tiempo la gente cambia pero espero que nuestra amistad perdure para siempre. Ya te lo dije ayer pero muchas gracias a ti porque tanto en los buenos como en los malos momentos tu siempre has estado alli y decirte que siempre PUEDES CONTAR CONMIGO XD!

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  2. Yo creo que sabemos cómo hacer que perdure... Ya sabes que siempre estaré ahí, para lo que sea!! Porque para eso están precisamente los amigos.
    Muchos años más de locuras nos esperan, melona!! =D

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