domingo, 16 de mayo de 2010

Inspiration.

Andaba perdida, vagando entre los confines de mi mente y dando vueltas a cosas surrealistas. Me apetecía decir algo, pero no sabía exactamente sobre qué quería escribir. Normalmente lo que escribo aquí se basa en gente importante, en sucesos importantes... Pero hoy estoy aturdida, nada llega a mi mente con la suficiente fuerza como para causar el mínimo de inspiración que este blog requiere. Así, pues, deseo pedir disculpas de antemano por las incoherencias y desvaríos de la presente entrada.

Comenzaré por decir que estoy escuchando al señor Sabina, con sus letras con tanto y a la vez tan poco sentido. Me recuerdan a mis propios pensamientos, todos desordenados. Oh, tiramisú de limón. ¡Quién tuviera una mínima parte de la creatividad de este hombre! ¿Cómo se inspirará Joaquín para escribir de esta manera? No lo sé, pero sería una locura tratar de averiguarlo. No por nada sino porque seguramente uno se volvería también completamente loco. Aún así (y, como la curiosidad mató al gato), ¿hay algo más hermoso que volverse loco con la locura de algún maestro?

En días como hoy, apetece hacer un poco de nada y sentarse sobre el colchón a admirar la belleza de algo que no se termine de comprender y dejarse llevar por pensamientos que se desvíen inevitablemente de la realidad. Escapemos, pues.

Hoy me apetece viajar a Egipto. Sí. Hace ya algunos años, me leí la pentalogía llamada "Ramsés" y creada a manos de Christian Jacq. Realmente me gustó, quedé sorprendida con la historia que se cuenta en los cinco libros, con la forma en que se diferencia de la historia contada en la Biblia. Me encantó. Me pareció en cierto modo incluso una obra transgresiva. Quiero volver a Egipto. Será lo primero que haga en cuanto vuelva a casa para las vacaciones de verano. Ahora que lo recuerdo, aquella primera vez que lo leí también era verano. Época perfecta para leer dichos tomos. ¿Que por qué me he acordado así de repente de Egipto? Muy fácil. Esta mañana en la radio escuché que se ha descubierto en Luxor una estatua que representa al dios egipcio Tot. Estaba en la tumba de un faraón y me ha hecho acordarme de Ramsés. Sí, él es uno de los personajes de ficción de los que me he llegado a enamorar.

Algún día, cuando encuentre la inspiración en un nivel adecuado, escribiré una gran novela, que nos llevará (a mí y a los lectores) a viajar por todo el globo terráqueo.

Inspiración. Ah, inspiración. ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Dónde estás y a dónde vas? ¿Qué es la inspiración, señores? Quizás es esa dama vestida de finas telas de seda puramente blanca que se sienta a nuestro lado para susurrarnos nuestras mejores letras. Puede que sea esa suave brisa que al respirarla nos hace sentir la imperiosa necesidad de plasmar sobre un papel nuestros más ocultos pensamientos. Tal vez no exista. Vale, admitamos que existe. A veces, cuando antes de dormir doy mil vueltas sobre mi cama y sobre mis propios pensamientos, es cuando realmente me visita la inspiración.

Llevo, en realidad varios días encerrada en una celda en la que no dejo que entre. ¿Por qué? Pues porque las cosas que me cuenta mi inspiración no me gustan mucho, es más, me dan hasta miedo. Es raro. Aún así, he decidido respirar hondo y dejarla entrar de una vez por todas para que acaricie mis ideas. Al fin y al cabo, sólo me revela lo que se esconde en los rincones más escondidos de mi mente. Aceptémoslo y punto.

Inspiración, ven.



NOTA: no os sorprendáis si véis que publico una entrada a las tantas de la madrugada. Será que la inspiración no conoce el tiempo, ni las horas, ni los minutos, ni los segundos... Sólo los instantes.

2 comentarios:

  1. Por primera vez, veo que hay algo que no tenemos en común. Yo no creo en la inspiración. Creo que las obras de arte son producto del pensamiento, de sentarse delante de un papel en blanco y conseguir llenarlo de frases unidas entre sí, frases que cuenten una historia, expresen un sentimiento o provoquen que el lector se siente también a pensar. Que las musas te encuentren trabajando noche y día, decía Picasso.

    Yo también he definido la inspiración como esa dama de finas telas -y ojos hermosos, añado-. Pero creo que no es necesario tenerla a nuestro lado para escribir. Los mejores textos que han salido de mi pluma estilográfica han requerido un buen rato de reflexión, de pensar cómo construir determinada frase, dónde colocar la subordinación y qué palabra queda mejor. Y cuando he mirado a mi lado en busca de esa bella dama, me he encontrado solo.

    Creo que la inspiración es un fetiche. Un fetiche es algo sin magia a lo que nosotros le otorgamos poderes mágicos. Si te sirve pensar que existe la inspiración para escribir, piénsalo. Lo importante no es eso: lo importante es que escribas. Y veo que lo haces bien.

    Con respecto a lo de Egipto, te recomendaría que si quieres visitar la ciudad de Tebas desde un libro de ficción te leas Sinuhé el Egipcio, una de las mejores novelas del siglo XX. Una maravilla que si no has leído y te gusta el tema, disfrutarás como nadie.

    Un beso. Me alegro de haberte visto anoche. Y perdón por la extensión de mi comentario.

    Jorge Andreu

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  2. En realidad, escribí esto porque estaba falta de inspiración... Jajajaja. Fue un poco paranoico. Llevaba unos días un poco raros y me salió esto. =P

    Sobre lo de Sinuhé, mi madre lleva ya dos años recomendándomelo, pero en ese tiempo no he tenido muchos ratos libres y además el libro lo tengo en mi casa y yo estoy aquí en Cádiz (donde estoy aún más liada que en Córdoba, asi que...).

    De todas formas espero ansiosamente poder leerlo este verano con tranquilidad, para disfrutarlo.

    Gracias por la recomendación y por tus palabras. Ya sabes que siempre son bienvenidas.

    Por cierto, también me alegré de verte el otro día, aunque no estuve realmente mucho tiempo. Ya hablaremos en otras ocasiones.
    ¡Un beso!

    Adela.

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