viernes, 20 de agosto de 2010

- Vuelve... por favor.


Estamos ensayando, como cada jueves de este caluroso verano. Ya casi hemos terminado por hoy, pero aún nos resistimos a irnos. Ponemos, pues, un par de canciones y las cantamos. Estoy cantando mi canción solista. Una canción triste, de soledad, de angustia. Una canción que refleja lo que se siente cuando se pierde a alguien y te atacan los recuerdos. Una canción tan triste como lo que nos ha pasado.

Y entonces apareces tú y siento cómo el corazón me da un vuelco. Viene la parte más difícil de mi canción. Maldigo en silencio. Te miro por el rabillo del ojo y hago esa difícil parte (y también el resto de la canción) perfecta, después de 2 semanas sin lograrlo. Terminé. No sé qué hacer. ¿Me siento a tu lado o lejos de ti? ¿Te saludo como hacíamos siempre o me callo y me escondo entre otra gente? Soy una cobarde, por eso opto por la opción de esconderme.

Otra canción. Hay que bailar y cantar de nuevo. Me levanto de mi asiento y comienzo a trabajar. Cuando termino entiendo que ya es hora de irse, pero me paro un poco a hablar con una compañera. No me di cuenta de que tú ya habías salido. Estoy muy nerviosa, triste, perdida. Pero sobre todo nerviosa.

Salgo fuera. Maldición. Ahí estás tú. Digo adiós rápidamente pero en lugar de una despedida leo un "Espera" en tus labios. No estoy segura. Había soñado tantas veces ese momento que me hago la loca hasta que nuevamente me lo repites. Me detengo y giro sobre mis talones. Imagino la cara de estúpida que debo de estar poniendo. Sería una mezcla entre incrédula, feliz, triste, preocupada... Demasiadas cosas. En estos momentos soy deforme, seguro. Aún así me acerco. Nos quedamos solos. Y deseo con todas mis ganas ser invisible. No soy capaz de mirarte, pero llevo demasiado tiempo sin hacerlo. Dios. Me está matando el sentimiento de añoranza, siento que el corazón se me acelera. Lo obligo a calmarse, respirando hondo. Me pides explicaciones, pero yo no sé exactamente qué decir.

Hubo un malentendido. Creí que habías tenido que elegir entre ella y yo, y que la habías elegido a ella. Estaba mal en aquel momento, aparte de tremendamente celosa, pero no sé cómo contarte lo que sentía entonces. Es muy difícil para mí expresar lo que siento. Sin embargo, lo intento. No lo hago bien. No sé qué decir. Sólo consigo decir "Lo siento". Mi conciencia se ríe sarcásticamente: ¿para qué decir ahora eso? Soy imbécil. Pero es lo único que quiero decirte. Es lo que quiero decirte desde hace más de una semana. Que lo siento, que te quiero, que te juro que no puedo estar sin ti, que ya no soy la misma de antes desde que te perdí, que contigo algo ha muerto en mi interior, que ya no hay magia en mi mundo. Quiero suplicarte que me perdones, que olvides todo lo ocurrido y que me des una oportunidad. Pero no lo hago. Porque una parte en mi interior (esa odiosa parte sensata) me grita que no tengo ningún derecho a hacer eso, que no puedo dejarte así, de un día para otro, y luego volver y pretender que no haya pasado nada. Que todo eso no es justo y que sólo te haré más daño si lo hago. Ese último argumento es el que me termina de convencer. Me callo una vez más. No sé qué decir. Tú tampoco. Mi mente trabaja a toda velocidad. Quiero acercarme más a ti, poder abrazarte. Me dan ganas de llorar pero me trago esas lágrimas porque no sé cómo puedo ser tan ruín y miserable. No merezco ni llorar. Esto me lo he buscado yo. Me descubro odiándome intensamente, comprendo que ya no me quieras. Pero, ¿y si tú también deseas volver a lo de antes? ¿Y si tú estás dispuesto a darme una segunda oportunidad?

- ¿Crees que podríamos volver a estar como antes? -me animo por fin a preguntarte, y es lo más coherente que he dicho hasta ahora.

- No -respondes de manera rotunda-. Yo ya nunca podré estar como antes.

Y es en ese momento cuando mi corazón estalla en mil pedazos provocándome ese característico dolor en el pecho. A toda velocidad hago que se calle, me trago las lágrimas y te miro de nuevo, con una fingida expresión despreocupada. Te digo que no pasa nada, que era sólo por curiosidad. Río nerviosamente. ¿Qué hago? Contigo nunca he fingido nada, nunca he actuado, nunca he mentido ni he escondido mi estado de ánimo. ¿Qué me está pasando? Comprendo que no quiero que nadie me vea mal, por lo que puedan pensar. Me maldigo a mí misma por ser tan absolutamente idiota. Soy lo peor de este mundo.

De nuevo el silencio. No lo soporto. Ansío tirarme hacia ti y, aunque me odies por ello, besarte. No lo hago porque nuevamente gana la razón al corazón. Siempre me pasa igual. Es horrible. Seguimos callados, pero entonces una llama de esperanza ilumina mi corazón. Te propongo dos opciones: seguir así, como dos desconocidos, o volver a ser amigos, aunque no sea como antes. Te pido que te lo pienses y me lo digas. En realidad no quiero que tengas prisa porque quiero que lo pienses bien, pero quiero saberlo cuanto antes. No sé qué más decir. Tu móvil ha sonado ya varias veces y por eso pienso que te estoy robando tu valioso tiempo y que hay más gente que te espera y que merece tu compañía más que este desastroso ser que soy yo.

Y yo... yo ansío huir a cualquier parte donde no me alcance este dolor tan lacerante. Deseo con todas mis fuerzas echar a correr y perderme.

Como una imbécil que soy, te comento que espero que vieses las estrellas fugaces porque fueron magníficas. Cuando me miras y me dices que no has mirado las estrellas fugaces este año, me siento destrozada. ¡¿Qué?! No esperaba esa respuesta. Y menos aún esperaba aquella tristeza, aquella decepción, aquel reflejo de dolor en tu mirada. Mi alma se rompió en dos. Pensaba que me moría allí mismo. Respiré hondo y sonreí como una estúpida. Sigo fingiendo que todo va bien, intento creérmelo. Seré estúpida... Por supuesto que nada va bien. Nada va bien aquí sin ti. Jamás pude imaginar que sentiría esto. Todo esto. Por ti. Es más de lo que se pueda imaginar.

Nos despedimos. En realidad, tengo mil cosas más que decirte, como que prefiero que seamos amigos a que no seamos nada, o que de verdad estoy dispuesta a afrontar las consecuencias que conlleve nuestra relación, o suplicarte una despedida. Una despedida. La necesito tanto. Quiero gritártelo a la cara, que sí, que te quiero. Que me da igual todo lo demás. Y que te necesito muchísimo más de lo que puedes llegar siquiera a imaginar. Pero ya decía antes que soy un ser miserable y cobarde, y me callo. Me alejo de tí, no sé si rápida o lentamente. No soy consciente de nada. Mis amigas me esperan, así que me siento con ellas. Pero inmediatamente siento las lágrimas bañando mis mejillas y les digo que me voy al baño. Salgo corriendo antes de que puedan preguntar nada. Ellas no me entienden del todo. Nadie lo hace o lo hacía, excepto tú. Y tú ya no estás. Encerrada en el baño lloro desconsoladamente. Te he perdido. Es el fin. Es horrible. Quiero morirme. No veo sentido a nada. Sólo a ese puño helado que me aprieta y me pone entre la vida y la muerte. Y mientras yo suplico "Muerte, muerte", mi cuerpo se empeña en gritar "Vida, vida". Así, poco a poco me voy reponiendo. No. No lo consigo. Llevo una semana soñando con este momento, con verte, hablarte. Y lo he desperdiciado de una manera asombrosa. Definitivamente, no te merezco. Soy horrible. Las estrellas. Recuerdo de repente que cuando estuve mirándolas durante aquellos días, mientras lloraba, pensando en ti y en qué estarías haciendo. Recuerdo que a todas les pedí sólo un deseo. A todas el mismo. Una y otra vez. Era incansable. Lo pedía con toda la fuerza de mi corazón, con toda mi esperanza depositada en aquel milagro. Sólo quería una cosa. Verte antes de irme a Puerto Real. Otra vez afloran las lágrimas a mis ojos. Me las seco rápidamente. No sé qué deseo habrás pedido tú a la única estrella que viste. Pero espero que se cumpla y que sepas aprovecharlo. Porque yo me ha pasado todo el verano pidiendo lo mismo y soñando una y otra vez con ello y a la hora de la verdad, cuando por fin se ha cumplido, lo he dejado escapar como agua entre mis manos.

Vuelvo a donde están mis amigas. Lógicamente me preguntan. Simplemente digo que estoy bien y intento fingir una vez más que todo va bien y que estoy feliz y normal. Pero no es así. Estoy destrozada por dentro. Estoy esperando una respuesta. Te necesito. Te echo intensamente de menos. Quiero estar contigo. Esa despedida... Por favor.

Por favor, vuelve. Te necesito en mi vida. Vuelve y dame una segunda oportunidad. Vuelve... Porque no quiero vivir sin ti. Porque he comprobado que es imposible. Te lo suplico, con mi egoísmo, con mi idiotez, con mi alma hecha añicos, con todo mi ser... Vuelve... por favor. Que sonreír no es lo mismo si no es contigo. Que las cosas bellas no son bellas si tú no estás conmigo. Vuelve... por favor.





PD: No sé expresar lo que siento hablando. Sólo escribiéndolo o con algún gesto. Lo siento, te lo repito. No quiero dejarte escapar. Déjame reconstruir lo que yo misma he destruido. Sin ti no quiero ni puedo. Por favor.

2 comentarios: