jueves, 26 de agosto de 2010

Renazco.

Y sobreviví, sorprendentemente.

Tomé aire, que inundó mis pulmones. Respiré hondo y miré hacia adelante.

Pues sí. Nunca tuvo que elegir. Siempre fuiste tú. Muy bien, ¿qué quieres que te diga? Me doy por vencida, pero me consuelo pensando que será feliz contigo. Así es como debe ser. Supongo que tú estarás contenta. Es normal. Ahora caminad adelante, juntos, de la mano. Olvidadme.

Aquí estoy ya, alejada de todo. Guiándome una vez más por aquello que debo hacer. Forzándome a aceptar, a asumir, que esto ya (según parece) no tiene solución. Intentando dejar de pensar ya en esto, porque es un despropósito, una pérdida de tiempo. Todo tiene un final y, aunque me duela aceptar que algo tan genial haya durado tan poco, lo asumo con la cabeza alta y una sonrisa. Aunque sea una sonrisa triste. Es una sonrisa, al fin y al cabo.

Él no es un trofeo. Ni tú ni yo tampoco. Así que tranquila, siempre fue mi mejor amigo y nada más. Al menos, nada más que tú puedas llegar a entender por completo, porque cada persona es un mundo y tú nunca entenderás mi forma de sentir. En realidad él fue lo que fue con mayor intensidad el año pasado. Y tranquila también por el aspecto de que llevásemos más tiempo estando así, sólo fue un año aproximadamente, a pesar de que nos conocíamos desde hacía cinco. Sólo y exclusivamente un año. Nada más.

Camina y olvídame. No pienses en mí. Déjame. Que yo ya tengo mi vida y soy feliz así.

No tienes, desde luego, nada que reprocharme, creo. Siempre estuviste presente. Pero el ser humano es libre de pensamiento. Así, pues, piensa lo que desees o lo que te haga sentir mejor. Yo paso.

El pasado, pasado está. Yo abandono mi pasado. Comienzo de nuevo. Renazco de mis cenizas. Lo que yo sienta, para mí se queda. Tú tranquila, que nunca te lo haré saber. Ni a él tampoco. Porque siento que ya no puedo ser sincera. Ya todo eso se ha perdido.

Miro el mar y sonrío, aunque los recuerdos me ataquen y sienta ganas de llorar. Es mucho lo que he perdido. Pero para mí se queda. Porque al fin y al cabo, creo que tú no sabes NADA, por más que sepas. Nadie, excepto él y yo, sabe nada por más que lo intente. Para nosotros quedará ese bonito recuerdo, que se pierde en el mar que ahora observo.

Sólo, alejáos, sed felices y dejadme a mí, con mis cosas, con mi mundo, con mis sueños, mis ilusiones. Id, sin mirar atrás. Borradme. Sed felices.

Ya dejaré de molestar, de romper las cosas.

De todas formas, espero que no te quejes, porque la "otra" siempre fuí yo. ¿Por qué? Porque eras tú quien disfrutaba más tiempo de él, mientras que yo me podía pasar perfectamente entre 5 y 9 meses sin verlo. Le tuviste siempre más tiempo que yo y, de hecho, ahora le tienes a tu lado. Mírale. No está conmigo. Está contigo. Tú le podías besar cuando te apeteciera y pasear con él de la mano sin más, sin que nadie te mirara y cuchicheara. Yo no.

Así que no, efectivamente, nunca tuvo que elegir. Perdona pues mi error.

Esto que he hecho demuestra que (aunque quizás no lo creas) te respeto. Y, aunque puede que tampoco lo creas, te deseo la mayor felicidad a su lado. Para siempre. A los dos. Siento enormemente el daño causado. Nunca fue mi intención. Pero, párate a pensar un momento que yo he perdido mil veces más de lo que haya podido perder cualquiera de vosotros.

Suerte.

PD: Escribo en este blog lo que me da la gana, y siempre lo haré. Es la única verdadera forma que tengo de expresar lo que pienso, creo, siento. Si alguna vez no te gusta, ya sabes, no leas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario