jueves, 29 de marzo de 2012

La chica que hablaba para las paredes.

HISTORIA 1: Erase una vez una muchacha que llegó a las 10 de la noche a su casa con 40º de fiebre, contó lo que le pasaba a una de sus compañeras de piso y, acto seguido, se puso a fregar lo que le tocaba sin rechistar, cenó rápido y se acostó después para poder al fin descansar.

Al día siguiente se volvió a levantar de la cama, muy dolorida y febril. Sin pensarlo un sólo segundo más, recogió un poco la habitación, hizo sus maletas y fregó lo mejor que pudo la parte correspondiente de la casa. Salió corriendo y perdió el tren, pero consiguió arreglárselas para volver a su casa (su verdadero hogar donde sí la querían) lo antes posible para poder recuperarse de su mal estado de salud.

A las 11 de la noche, sus compañeras la llamaron para recriminarle que no había limpiado NADA, que no las había avisado de que se iba a casa y que no se había quedado allí para comer lentejas con ellas. Cuando la chica trató explicarse desde su afonía casi absoluta, contando que la noche anterior había fregado muchísimos platos, que esa mañana había intentado dejar recogido todo lo que a ella le correspondía, sus compañeras dijeron que ellas no sabían que estaba mala.

Lo había dicho la noche anterior.




HISTORIA 2: Erase una vez una chica que no sabía expresarse oralmente y necesitaba escribir sus más íntimos pensamientos y sentimientos para poder darlos a conocer.

Un día especialmente duro y triste, la chica en cuestión se encontraba fatal. Por ello, escribió en su blog personal lo que sintió ese día. Entre lo relatado en aquella entrada, comentó que se había sentido mal por no poder evadirse con una de sus amigas ((llamémosla A)) al cine, ya que A tenía planes ya hechos y ella no quería importunarla. Dos días después, a A le dio por leer el blog (cosa que no hacía casi nunca) y descubrió que aparecía en aquella entrada. Se lo tomó muy mal. Consideró que la chica que lo escribía (su amiga) la consideraba una traidora o algo parecido. Que la había llamado mala amiga, cuando la pobre chica sólo quería desahogarse después de un día terrible.
Por si eso fuera poco, A reprendió duramente a la chica que escribía y le pidió explicaciones. La chica intentó explicarle de varias maneras que aquel nefasto día se había sentido fatal y que a lo mejor había malinterpretado algo, que ella nunca había querido llamar a A mala amiga y que, de hecho, había hasta borrado la entrada problemática. Le pidió disculpas a A, pero A no la escuchaba. Insistía todo el rato en lo mismo: quería una explicación. La chica, pacientemente le explicó no una sino varias veces el motivo de aquellos oscuros pensamientos. A no lo entendía y repetía una y otra vez la misma pregunta.

Desesperada, la chica que escribía, acabó por dejar de escuchar a A, muy triste y se encerró en sí misma para no seguir buscando la manera de explicarle algo tan sencillo a alguien que simplemente no sabía ni quería escuchar.



MORALEJA: Sólo ve quien realmente desea ver. Sólo escucha quien realmente quiere escuchar. Sólo comprende quien está dispuesto a ponerse en tu lugar para comprender. No esperes de nadie ninguna de estas tres cosas. El mundo está lleno de superficialidad.

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