lunes, 31 de enero de 2011

Hay historias que...

Lo que hacemos por nosotros mismos,
muere con nosotros.

Lo que hacemos por los demás y por el mundo, permanece y es inmortal.
(Albert Paint)

Hay historias que nos marcan. Que nos dejan huella. Que nos hacen reír. Llorar. Que nos llenan. Que nos hacen soñar. Que nos conmueven. Que nunca acaban para nosotros. Que nos hacen crecer de alguna forma inexplicable. Incluso que cambian nuestra vida sin que nos demos cuenta.


Da igual que sean verdad o mentira. Están ahí. Las conocemos. Nos implicamos. Las vivimos. No importan que sean reales o producto de la imaginación de un escritor o director de cine.

Hay historias que me han hecho acurrucarme en un sofá, tapada con una manta y abrazada a un cojín, luchando por no llorar de pena. Por pura empatía.

Existen otras que me han llevado a vivir aventuras a mundos fantásticos y, por supuesto, irreales.

Hay una historia que me hizo madurar de manera extrema cuando tenía sólo 17 años.

Conozco historias que hacen que se me ponga la piel de gallina, de la incredulidad e indignación que me provocan.

Han llegado a mis oídos historias de amor, de soledad, de amistad, de dolor. Y también, ¿por qué no?, de felicidad.

Las historias tienen mil formas de manifestarse: la música, la escritura, el cine, el testimonio de alguna persona, la propia experiencia... Cada persona vive las historias de forma distinta, pues todos tenemos un trasfondo completamente diferente. Seguramente si hiciésemos a cien personas de nacionalidad, religión e ideologías diversas, vivir una misma experiencia o historia, cada una de ellas daría una versión diferente.

Y, sin embargo, parece que hay historias destinadas a personas en concreto. Es decir, creo que existen historias que el destino o alguna fuerza superior a nosotros, llegan hasta personas concretas en momentos muy definidos. Creo que hay un libro que llegó a mí cuando tenía 17 años porque tenía que hacerlo, tenía que llegar. Yo tenía que evolucionar, dar un paso más. Crecer. Y seguramente hay millones de personas que también han leído ese libro en distintas fases de su vida y no ha provocado en ellos absolutamente nada de lo que lo hizo en mí. Habrán percibido cosas distintas, habrán sentido cosas distintas. Pero nunca lo mismo que yo.

Todo esto hace que haya historias que se nos queden grabadas para siempre en la mente y, de alguna forma, también en el corazón. Las infinitas percepciones del ser humano en base a su educación, clase social, ideología política, religión, raza, nacionalidad, familia, etc., hacen posible que cada persona tenga su propia colección de historias especiales. Aquellas que guarda como pequeños tesoros que le recuerdan momentos importantes de su vida, ya fueran buenos o malos, pues no todos los recuerdos son alegres.

Creo que el ser humano es un ente prodigioso. Podemos tener no una, ni dos, sino mil "caras". Podemos ser quien deseemos. Tenemos la grandiosa capacidad de razonar y el increíble privilegio de "sentir" emociones, de tener "sentimientos". Somos exageradamente afortunados. Somos un entramado de factores físicos, químicos, biológicos, filosóficos, históricos, políticos, sociales..., todos ellos unidos en una sola especie. Nosotros.

El ser humano es muy complejo tanto de analizar como de comprender. Existe gente "cuadriculada", incapaz de salir de su plan de vida. Hay personas que no son capaces de ponerse en el lugar de los demás, que no sienten empatía porque son incapaces de ello. Encontramos gente también que no se rinde, que lucha día a día contra una enfermedad o incluso contra su propia rutina. Hay otra gente que no puede evitar dejarse llevar por sus instintos más animales e irracionales, y por ello tampoco puede evitar hacer daño a otras personas de manera indiscriminada, sin remordimiento alguno. Pero hay personas que tienen fé, ya sea en una religión, en Dios, en el mundo, en nuestra especie, en alguna ciencia, en su trabajo, en las personas a las que aman, en ellas mismas... Existen personas que necesitan humillar a otros para sentirse superiores y mejor con ellos mismos. Vemos también personas que saben vivir, que saben adoptar esa actitud que es la felicidad y que es contagiosa casi siempre si el otro está receptivo. Hay gente que sabe ver más allá y por eso entiende, comprende sin necesidad de palabras y ofrece su ayuda incluso cuando no se la piden, simplemente sabiendo que es completamente necesaria. Hay gente que no ve más allá de sí mismo y por ello no puede dejar de ser egoísta. Pero hay más gente que no puede vivir sin realizar día tras día alguna obra solidaria o sin hacer felices a aquellos por los que profesa amor.

Es curioso nuestro mundo. Nuestra sociedad. Tenemos tantas formas de ser y tantos caminos entre los que podemos elegir, que jamás encontraremos unas pautas que nos definan a todos de igual manera.

Yo soy una mezcla de tantas cosas que me cuesta infinitamente definirme a mí misma. Sin embargo, creo que eso es precisamente lo que me define. Tomar un camino y no otro. Preferir ver las cosas de una manera en vez de otra. Elegir el amor antes que el rencor o el odio.

Dentro de las infinitas posibilidades del ser humano, me alegro de haber escogido tan bien mis senderos y caminos, al menos hasta ahora. Aún queda mucho que elegir, entre lo que decidir. Por ahora, me gusta mi historia personal, mi evolución. Y adoro mis pequeños tesoros, que no me hace falta tenerlos físicamente porque los conozco tan bien que están grabados para siempre en mi mente.

Y aún hay espacio para muchos más. :)

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