domingo, 6 de noviembre de 2011

Al despertar.

Se estaba tan bien allí...

Cuando se sentía sola, la cama estaba demasiado vacía o simplemente se sentía romántica, sólo tenía que llamarlo y él estaba allí.

Dormir acurrucada entre sus brazos era la mejor sensación del mundo. Parecía que nada podía dañarla cuando estaba ahí. Se sentía protegida, segura.

Escuchar su respiración tan cerca era como un regalo del cielo. La hacía sumergirse en un remanso de paz y de armonía que hacía que su mundo fuera perfecto.

Que su voz fuera lo primero que oyera al despertarse y sus ojos lo primero que viera, era un sueño, una maravilla.

Jugar a pelearse por las mantas y las sábanas era el juego más divertido del mundo siempre que fuera con él.

Entrelazaban sus manos durante largos minutos, mientras hablaban, jugando con ellas. Rozaban sus dedos, se acariciaban.

Lo peor de todo era cuando, después de pasar toda la noche soñando con esto. Ella se despertaba, abría los ojos y no había nadie más allí. La cama estaba tan vacía y parecía tan grande como siempre. La habitación se notaba fría. Y ella, cerraba de nuevo sus ojos, tratando de buscar aquel delicioso sueño que acababa de vivir, pero no lo encontraba. Ya no. Entonces, una lágrima se deslizaba desde su ojo, atravesaba su mejilla y aterrizaba en la almohada.

Todo un sueño que se repetía cada noche, se volvía niebla al despertar.

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