jueves, 28 de julio de 2011

Qué triste.

La verdad es que lo imaginaba, pero el hecho de comprobarlo... duele.

Definitivamente no puedo ni debo esperar nada de prácticamente nadie. La evidencia es aplastante ante mí. Y me jode tanto que no puedo ni describirlo. En fin, un golpe más que uno menos a estas alturas... No creo que lo note demasiado, la verdad.

De estos dos últimos días puedo sacar, básicamente dos conclusiones: la primera, que el amor sienta bien; y la segunda que con el tiempo voy a salir de esto y voy a mejorar (lo cual resulta muy esperanzador con el miedo que tengo).

No todo puede salir bien en esta vida, pero no entiendo que TODO tenga que ir saliendo mal. Una cosa detrás de otra. Un golpe detrás de otro. Una caída detrás de otra. Por ahora, consigo levantarme, pero ¿llegará el momento en el que no encuentre las fuerzas? Seguramente sí, y entonces sí que no sé qué voy a hacer.

Aunque me duela, me voy a encerrar en mi pequeña pompa de jabón y aire, en mi casa, en mi gente. Y se acabó. Ya no puedo esperar nada más. Nadie más va a hacer nada por mí. Mientras espero a que pase el tiempo e intento recomponer mi vida, trataré de ser feliz y de dejar de ver lo malo de las cosas. Ya es hora. Pero me da tantísimo miedo también...

Esto es triste, muy triste. Mirarse al espejo y no reconocerse te deja una sensación de estupidez en el cuerpo que no sé tampoco describir.

Bueno, digo yo que de cosas peores, miento: casi iguales, hemos salido. Por lo tanto, de esta, también.

Renacer es lo que queda. Renacer o dejarse morir.

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