domingo, 10 de julio de 2011

Equilibrio.

Una vez más es verano. El calor asfixiante de Córdoba me agobia a ratos y trato de sofocarlo con un buen baño en la piscina. Resulta irónico, casi gracioso, comparar la situación de este día en este año con la del mismo día el año anterior. Todo, absolutamente todo ha cambiado. Hay cosas que me dan pena, otras que me son indiferentes y hay muchas otras de las que me alegro que hayan cambiado.

Muchas veces he dicho aquí que la vida no deja de cambiar, la mayoría de las veces sorprendiéndonos a nosotros mismos. Pero no hay nada que podamos hacer. En este mundo NADA ES PARA SIEMPRE. Antes esta afirmación me suponía casi un insulto, me hacía indignarme. Hoy es algo básico y elemental en mi vida. La asumo sin pesadumbre. Me lo creo. Porque lo tengo comprobado.

Aún así no me quejo de absolutamente nada. Sigo teniendo planes, aunque las cosas no me vayan del todo bien. Sigo teniendo ilusiones, aunque haya quien se empeñe en pisotearlas. Y sigo luchando, como siempre por caminar hacia delante y no hacia atrás. Valoro muchísimas cosas de las que la gran mayoría de la gente no es consciente. He descubierto lo mejor y lo peor del ser humano. Me estoy realizando como persona. Y me gusta. Me gusta mi camino, mi trayectoria. Está llena de dolor, sí. Pero yo aprendo a base de golpes (cosa que espero que cambie algún día porque sino acabará conmigo en algún momento).

A pesar de todo, digo claramente que estoy contenta y feliz de estar donde estoy y con quien estoy. Me ha costado muchísimo llegar a este punto de mediano equilibrio. Es cierto que, en ocasiones, me dejo llevar por sentimientos que no merecen la pena y tiran de mí hacia abajo, pero ahora ya soy más capaz de controlarlos. Tiene mucho que ver en esta sensación el hecho de estar en casa, en Posadas, y no en ese infierno en el que vivía en Puerto Real. Aunque el problema huyera, las paredes recuerdan y parecían gritar los acontecimientos sucedidos entre ellas. La verdad es que no tiene nada que ver con la paz, la tranquilidad y la protección que ahora siento en mi hogar. Y más aún, rodeada de mi familia.

Hay que aprender a tener un equilibrio entre cuerpo y mente. Y yo no lo tenía... hasta ahora que lo estoy trabajando. Para ello me han ayudado muchísimo el yoga, nadar todos los días mínimo media hora, salir a caminar una hora siempre que puedo... y, básicamente, no estar quieta, desganada y tirada en una cama.

En fin, que hay que tener ganas de vivir, ilusiones por las que luchar y muchas ansias de seguir aprendiendo. Todo en EQUILIBRIO. :)

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