lunes, 24 de octubre de 2011

Por un sentimiento.

- ¿Crees que es amor? - se atrevió a preguntar.

- No encuentro necesario buscarle un nombre -replicó él -. Es lo que es.

- Sí - musitó Victoria -, supongo que sí. Pero hay tantas cosas de ti... que no comprendo, que me dan miedo... y que no puedo perdonarte.

- Lo sé.

- Y no sé cómo puedo sentir lo que siento, sabiendo lo que sé de ti.

Christian se volvió para mirarla.

- Es más lo que no sabes de mí que lo que crees que sabes - dijo con suavidad -. Pero la pregunta es ¿qué te importa más: mi vida y mis circunstancias, o tus sentimientos?

Ella vaciló.

- Todo es importante - se defendió.

- Todo es importante - repitió Christian en voz baja -. ¿Hasta qué punto? Yo también me lo ha preguntado. Sabiendo lo que sé de ti, debería haberte matado. Debería hacerlo ahora mismo..., pero no lo he hecho, y estoy empezando a asumir que nunca lo haré. ¿Y todo por qué? Por un sentimiento. Dime, ¿vale la pena?

- No lo sé. Yo... oh, no lo sé. La razón me dice que debo odiarte. Pero el corazón...

No terminó la frase.

Christian se puso en pie de un salto, y Victoria lo imitó.

- ¿Qué puedo esperar de ti? - le preguntó.

- ¿Preguntas qué te ofrezco? - dijo él, con una media sonrisa -. No estaré siempre a tu lado, No seré un compañero con el que puedas contar en todo momento. Siempre he sido un solitario, no estoy hecho para compartir mi vida con otra persona. Pero, a pesar de todo, esté donde esté, tendré un ojo puesto en ti. Y te protegeré con mi vida si es necesario. Por un sentimiento.

Victoria calló, confusa.

- ¿Qué puedo esperar yo de ti? -preguntó entonces él.

- Me pides que abandone a la Resistencia - murmuró ella -. A mis amigos.

- ¿Les has hablado de mí a tus amigos?

- No -confesó Victoria -. No lo entenderían.

Christian asintió, sin una palabra. Se volvió hacia ella, la miró a los ojos, le acarició la mejilla con suavidad, con dulzura. Victoria se estremeció entera.

- Me gusta que hagas eso - susurró.

- Lo sé - se limitó a decir él.

- Aunque luego vuelva a casa -dijo Victoria -, aunque recupere la cordura y me dé cuenta de que no debería estar aquí... aunque decida regresar a Limbhad y volver a luchar contra ti... ahora... son mis sentimientos los que mandan.

- Lo sé - repitió Christian, con suavidad -. Entonces, olvida ahora quién soy y lo que he hecho, y déjate llevar por tu corazón.

Se inclinó para besarla, y Victoria se arrimó más a él, sintiendo, una vez más, que el corazón le iba a estallar. Cerró los ojos y disfrutó de la sensación, y deseó que aquel momento no acabara nunca.

Pero acabó.


((Memorias de Idhún: La Resistencia, de Laura GALLEGO GARCÍA))

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