domingo, 23 de octubre de 2011

Sobremesas que matan.

Estoy haciéndome la cena y decido llamar a mi padre para que me cuente qué tal el día. Quiero hablar con mi hermana pequeña, con la que no hablo desde hace una semana, pero no puede ser porque ya está acostada. Primer bajón. A continuación mi padre me echa una mini-bronca sobre mi recién empezada relación con el chico que me gusta. Nivel de rabia: incrementándose. Acto seguido me comenta que va a ir a Granada el puente de esta semana que viene. Genial. Porque tengo dos opciones:

1-. Quedarme en casa y disfrutar de mi abuela, mi hermana pequeña, mis amigas y mi novio.
2-. Irme a Granada y ver a mi hermana mediana (a la que deseo abrazar con todas mis fuerzas y desahogarme con ella), a mi madre (que en estos momentos ME ODIA) y a mis tíos de allí.

Nuevo problema: ¿qué cojones hago? No tengo ni idea. Tras intercambiar un par de opiniones sobre dos tonterías con mi padre, cuelgo el teléfono. Ceno. Tras la cena a mis compañeras de piso se les ocurre la genial idea de hablar sobre las navidades. Mierda. Creo que a estas alturas de la vida no es necesario que exprese lo mucho que odio esa época del año. A continuación me explico.

Las navidades en mi casa son una auténtica mierda. Lo son desde que mi querido padrino decidió mandarnos a la mierda. Desde entonces, esa época del año es un verdadero asco. Es un acumulo de tensiones, de malos rollos, de situaciones incómodas y violentas. Horrible, de verdad. Si a eso le añadimos que mi tía de 89 años murió hace apenas un mes y medio, imaginaros la situación.

En fin... Mis dos amigas hablando de lo maravillosas que son sus vacaciones de Navidad y tal y yo muriéndome de la envidia.

Ahora mismo me encuentro como si estuviera tirada en el suelo. Me siento fatal, extremadamente triste, totalmente melancólica. Y encima estoy pensando si llamar a mi madre... Creo que lo voy a intentar. Total, no puedo perder nada más. Y me gustaría decirle que la quiero.

Voy a ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario